Beatriz Argüello en una nueva Lady Macbeth, de la mano de Irina Kouberskaya
Horacio Otheguy Riveira.
La Sala Tribueñe, veinte años después de su inauguración, tiene un público expectante, previamente emocionado. Sábado por la tarde. Al fondo, delante de un mural único en el mundo, hecho de fotografías de figuras internacionales de todas las artes, una mujer está lista para dirigir luces y sonido del espectáculo que escribió y dirigió para que lo interpretara Beatriz Argüello. El personaje tiene mucha historia, pero lo que vamos a ver no lo escuchamos ni vimos nunca, pues se trata de La cordura loca de Lady Macbeth, a partir de la historia original sobre la que Shakespeare escribió La tragedia de Macbeth con la reina de personaje con infinitas capacidades para la crueldad ante un hombre «con el corazón tan blanco», incapaz de ponerse al servicio de sus ambiciones. Ahora, en esta «cordura loca», se nos presenta otra muy distinta, una que fue «la pequeña Groch, nieta del rey Keneth III, la auténtica Lady Macbeth que creció en silencio y ahora le damos la palabra».
Surge en la noche, baja una escalera oscura, de pies a cabeza cubierta, casi embozada, y ya en una escena en penumbras deja que por su boca brote una palabra repetida tres veces: mañana, mañana, mañana… Mucho más tarde, tras deambular por las luces y sombras de su mente, un ruego lastimero: Borrad mis pasos. Entremedias, una aventura intensa, escrita y dirigida con la sabiduría que atribuimos a Irina Kouberskaya, con tanto conocimiento del devenir histórico del teatro y la literatura que se nutre de las corrientes más diversas para plasmar esta nueva historia macbethiana; una experiencia pura y hermosa, tensa y dulcísima, tan dada al expresionismo como simbolista con golpes maestros de otras corrientes, del surrealismo como del absurdo, en un devenir de símbolos y misterios, de metáforas y oscuros canales que recorremos sumergidos en el desorden mental de una mujer del siglo XI. Edad Media y constantes atemporales de marginación, violación, sed de venganza, y una suerte de aire poblado de enigmas, cómo si no permanecer atentos a la debacle de su «cordura loca».
Esta Lady Macbeth se nos ofrece muy vestida, excepto en el desnudo de sus briosas piernas, y muy desnuda en el volcánico discurrir de sus recuerdos y emociones: baila, ríe, teme, ama, mata, saborea venganzas, ordena una gran cena con sirvientes perezosos, lucha contra un espectro… y se revuelve en la agonía de una inclemente soledad.
Miguel Pérez Muñoz elaboró un diseño de luces de notable ambiente gótico, gracias al cual la polifacética creación de Argüello expande su talento en alucinante abanico de expresiones físicas y vocales, pues baila y parece cantar, se lamenta y enfurece, se lanza en vertiginosa caída en la locura midiendo extraordinariamente las palpitaciones de su personaje bajo una banda sonora conmovedora.
Un viaje tenebroso por las emociones de un personaje que escapa de la implacable idea de Shakespeare (tantas veces versionada, grandiosa ópera de Verdi incluida) para revolverse entre las abrumadoras tinieblas de su memoria. Víctima histórica necesitada de rabiar, vengar y volar con alas propias, aunque al final no haya más que derrota, pues:
Se ha cumplido el deseo, pero no hay satisfacción, ni gozo ni placer.
Beatriz Argüello Lady Macbeth
Versión y Dirección Irina Kouberskaya
Diseño de luces Eduardo Pérez y Miguel Pérez-Muñoz
Diseño de vestuario Guillermo Hidalgo
Elaboración vestuario Taller La Niña Pintá
Diseño y elaboración escenografía Irina Kouberskaya y Eduardo Pérez