Compañía uruguaya en Madrid con una catarsis: Ana contra la muerte
Horacio Otheguy Riveira.
Una potente catarsis que empieza muy alto y sigue creciendo, atravesando amplias zonas de una pieza teatral que ambiciona mucho, consigue bastante, pero que adolece de poner todos los acentos en un personaje excesivo que obliga a la actriz que lo interpreta a un esfuerzo sobrehumano. Emocionante madre (con obvios reflejos de otras desgarradoras figuras del teatro y la literatura, empezando por Gorki) dentro de una composición dramática que la convierte en un desaforado monólogo de hora y cuarto, acompañado por fugaces escenas aleatorias de irregular creación.
Si bien la acompañan personajes secundarios estupendamente delineados e interpretados, es la madre de un niño (tal vez adolescente) al que, víctima de grave enfermedad, le han amputado una pierna, y a partir de ahí resurrección y avances y retrocesos… narrados y vividos por quien lo trajo al mundo: lumpen abocada a sobrevivir como mula de droga… Las situaciones crecen con alto grado de intensidad dramática y, sin duda, su creciente desesperación ante la imposibilidad de conseguir dinero para pagar un tratamiento experimental que el Estado no está dispuesto a pagar.
Un fenómeno social en Uruguay y su expansión a temas filosóficos y políticos en torno a la muerte, Dios, la infancia y el enquistamiento circular en los que viven más abajo que abajo… Demasiada carga que no está bien resuelta por parte del dramaturgo y director, ya que hay una falta de matices muy notable, y por mucho que la principal actriz se desgañite, su desesperación llega a límites en los que el conmovedor drama termina hueco, apagado por sus gritos.
El trío de intérpretes es muy bueno, y el texto luce mucho más en las escenas con personajes secundarios que rodean a la madre, donde impactan por sus diálogos y brillantes composiciones, ya que hacen de hombres, jueza, amiga íntima, enfermera, niño… y en cada caso se rinde tributo a la gran tradición teatral uruguaya, cuna de muchos grandes de la escena rioplatense.
Lamentablemente, ni la base argumental ni la puesta en escena colabora con quien interpreta al agotador papel de madre, que hace un esfuerzo descomunal, prácticamente sin apoyo trascendente, pues está toda la pieza en un mismo tono de angustia creciente, lo cual resta riqueza testimonial y escénica a la representación, que funciona sobre todo como impactante catarsis sobre temas que a todos atañen, y a todos pueden desesperarnos, pero que puesta en escena merecería un tratamiento mucho más variado e interesante.
Texto y dirección: Gabriel Calderón
REPARTO: Gabriela Iribarren, Marisa Bentancur, María Mendive
Diseño y realización de escenografía e iluminación: Lucía Tayler, Matías Vizcaíno, Miguel Robaina Mandl
Vestuario: Virginia Sosa
Fotografía: Mauricio Rodríguez
Desarrollo de identidad gráfica: Agustín Spinelli
Prensa: Silvina Natale
Comunicación: Matías Pizzolanti
Asistencia de dirección: Elaine Lacey
Asistencia de producción: Vladimir Bondiuk
Producción general y gira: Matilde López Espasandín
Presentado en colaboración con el Festival de Otoño, el Teatro Lope de Vega de Sevilla y el Teatre Principal de Palma de Mallorca.