The Franchise Affair (1951): La elegante excentricidad de Josephine Tey
Por Catalina León.
Si no has leído nada de Josephine Tey sal corriendo y busca alguno de sus libros. En España los está publicado la editorial Hoja de Lata y te permitirán conocer a una deliciosa escritora de misterio. De uno de ellos va esta crónica. Se trata de El caso de Betty Kane, cuyo título original fue The Franchise Affair y que ha dado lugar a tres adaptaciones: una película y dos series de TV, una de 1962 y otra de 1988. La película es de 1951 y merece la pena verla, algo que puedes hacer en Netflix y en versión original. Dado que el libro se había publicado en 1948 está claro que tuvo una buena acogida y que despertó el interés de los estudios cinematográficos.
El protagonista de la historia es Robert Blair (Michael Denison), un abogado formal, ceremonioso, cuarentón, buena persona, anclado en una vida rutinaria tanto a nivel profesional, en una firma “de toda la vida”, como en su vida personal. Vive con su tía Lin y todo está perfectamente organizado, tanto las compras domésticas, como la tarta de manzana, las cenas y la vida social. Juega al golf, charla con los amigos, atiende a sus clientes, nada del otro mundo. A un hombre así hay que complicarle la vida con un caso legal enrevesado y pintoresco al mismo tiempo. Y eso hace Josephine Tey porque le pone por delante a las dos mujeres más exóticas y particulares que pueden hallarse en la campiña inglesa. Una madre y una hija, las Sharpe. La señora Sharpe (Marjorie Fielding) es una anciana inteligente y tenaz. Marion Sharpe (Dulcie Gray), la hija, es especialmente luminosa y tiene unos bonitos ojos grises. Parece una gitana con sus pañuelos de colores al cuello y su tez morena. Ay, ¡qué difícil debe ser resistirse a esta escéptica espontaneidad si uno es un tipo inglés convencional y falto de emociones!.
Ambas mujeres son acusadas por Betty Kane, una jovencita, de haberla secuestrado y de darle una soberana paliza. El motivo del secuestro no es otro que convertirla en su criada. Para demostrar que dice la verdad, Betty Kane relata a la policía cómo es la casa de las Sharpe y se trata de una ajustada descripción de esa casona en las afueras que da título al libro, The Franchise. La sociedad malpensante de Melford hará todo lo posible por incordiar a las supuestas secuestradoras. A pesar de la inestimable colaboración de la prensa amarilla (eso que es tan inglés) hay una contumacia en la lucha por descubrir la verdad que lleva adelante el abogado Blair, atraído desde el principio por Marion Sharpe. Y lo logrará.
Lawrence Huntington es el director de The Franchise Affair. La película tiene ese encantador aire artesanal de las producciones de la época, en un glorioso blanco y negro y con unos escenarios llenos de sabor. El mismo Huntington se encargó del guion junto con Robert Hall, que también la produjo, estableciendo las tres coordenadas sobre las que se asienta la trama: la investigación de la denuncia, el linchamiento social de las acusadas por parte del pueblo y los sentimientos que surgen entre el abogado Blair y la joven Marion (marido y mujer en la vida real). Las tres líneas argumentales están brillantemente tratadas, con ese estilo elegante propio del thriller inglés. La película resulta así una pequeña joya. Tiene ese aire tan especial de las obras de misterio inglesas, que resultan tan cotidianas y, al tiempo, tan inquietantes. Toda la arquitectura de la película es sencilla, no se pierde nada de lo importante y rechaza los accesorios. Lo que intenta destacar el libro y también el guion es la respuesta airada, violenta y agresiva que reciben las Sharpe del pueblo, en el que son consideradas unas extranjeras. Y, por supuesto, la presunción de inocencia, que se ve vulnerada de inmediato en cuanto la joven Betty Kane cuenta su historia e implica a las dos mujeres. He aquí que Josephine Tey no se conforma con armar un argumento de misterio en torno a una cuestión cotidiana, sino que le añade ese toque social tan propio de su obra. Denuncia tanto el amarillismo oportunista de la prensa, como la actitud de la vociferante masa. Y hay que decir que la película se centra exactamente en eso, por lo que constituye no solo una fiel adaptación sino una buena película, que no es exactamente lo mismo. Además, reproduce con encantadora fidelidad el toque irónico de la señora Sharpe, la amabilidad tranquila del abogado Blair y la suave resignación de Marion ante una situación tan extraña y que, sin embargo, nos mantiene en vilo.