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Lemire se centra en lo emocional en Primordial.

Portada de Primordial

Una obra sencilla y dulce centrada en los viajes espaciales.

El espacio siempre nos ha resultado tan enigmático e insondable como el océano. Muchos autores han querido adentrarse en estas historias para contar historias de terror, de fantasía, de soledad, de amor y, como esta, de búsqueda. Primordial es una vuelta de tuerca a la metáfora del viaje, pero, en esta ocasión, este viaje es de reencuentro. Jeff Lemire, con una clara influencia del trabajo de Grant Morrison WE3, apuesta por centrarse en los viajes espaciales que empleaban animales. Ahora bien, la influencia entre ambas obras es enorme. En ambas, los animales terminan con una inteligencia mejorada, lo que permite a ambos autores hacer que estos animales hagan operaciones mentales análogas a los humanos. También nos presenta un juego narrativo en el espacio. Por último, también nos vamos a topar con un viaje, una narración típica de la búsqueda.

En Primordial nos vamos a encontrar con cierta narración de misterio. Un enigma que logra mantener el interés del lector, unido a un guión directo y escueto. Digo escueto, puesto que la obra no tiene profundidad. Es un trabajo sencillo e, incluso, fácil. El lector lo lee y, además de toparse con una obra que parece que ya ha sido publicada (me refiero a la influencia de WE3), no va a plantearse nada, no hay ningún elemento que nos haga reflexionar. De hecho, incluso la utilización del espacio-tiempo como un posible bucle se acaba convirtiendo en un Deus ex machina de manual (algo que resulta sumamente sorprendente en un guionista tan experimentado). Por otro lado, la búsqueda de lo emotivo, gracias al uso de animales, de sus caras y posturas, no consigue emocionar. Al contrario, el resultado final es un cómic demasiado dulce e, incluso, ñoño. De ahí la facilidad a la que estamos haciendo mención. Por el contrario, la obra de Morrison hace reflexionar, te impele, te cuestiona. Todo esto hace que este trabajo de Lemire resulte claramente decepcionante. Más, si cabe, cuando uno lee trabajos previos de este autor tan potentes narrativamente como Essex County (Astiberri), Sweet Tooth (ECC), Joker: Sonrisa asesina (ECC), Trillium (ECC), Peacemaker (ECC) o Un tipo duro (Astiberri).

Página interior de la obra

La narración visual, en cambio, tiene gran interés. Andrea Sorrentino sigue conservando la frescura y la originalidad que le ha hecho tan grande en este mundo. Combina, magistralmente, unas viñetas sencillas, que re parecen borradores, con viñetas detallistas y repletas de emoción. Además, me ha resultado especialmente interesante el uso narrativo del carácter fractal del espacio-tiempo. Como sabemos, los fractales son estructuras cuya forma permanece invariable y que, además, nos permite partir un objeto en porciones matemáticamente analizables. Este juego lo resuelve Sorrentino gracias a dibujos repetitivos, al uso de formas geométricas y a viñetas con formas poliédricas.

Por último, no queremos terminar sin hacer un breve análisis del trabajo de Dave Stewart con el color. El trabajo está planteado de un modo sumamente chocante. Por un lado, tendremos la oscuridad del comic negro, mientras que por otro estará la claridad del juego del espacio-tiempo. Una polarización visual que tiene su correlato en el color. En este sentido, creo que el trabajo de Stewart es excelente y logra su objetivo.

En definitiva, estamos ante un cómic que solamente merece la pena por su apartado visual. En cambio, Lemire parece que se ha agotado. Doy por hecho que, en breve, nos volverá a presentar otro trabajo impresionante, pero, desde luego, este es uno de los peores que he leído de él. Una decepción en la parte narrativa y un notable en la parte visual.

 

Por Juan R. Coca.

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