Atraídos por el abismo en ‘El mundo se vuelve sencillo’
REDACCIÓN.
Tras el éxito de La prima grande, llega El mundo se vuelve sencillo, la novela hipnótica y cautivadora que confirma el talento literario de la escritora, ganadora de varios premios a la dramaturgia y un Goya a Mejor Cortometraje de Animación, Laura Gost.
A través de la mirada irónica de su protagonista, asistimos a la retransmisión de un proceso de combustión interior que comienza con la pérdida de su madre a los catorce años, hasta que es una joven adulta y madre, pasando por su primer polvo, su primer amor, sus amistades, y un vacío emocional interno que alivia vomitando casi todo lo que come.
Esta es la crónica de una erupción emocional que, con un humor necesario, reflexionará sobre la relación con el cuerpo desde la adolescencia hasta la madurez, desde las primeras relaciones sexuales hasta el parto de su primera hija. Además, el tono íntimo, desgarrador, irónico y cristalino de Laura se adentrará en las aguas oscuras de los trastornos alimenticios, en este caso la bulimia, manteniéndonos como espectadores de los vómitos a los que la protagonista recurre para mantener el control de una vida que avanza sin rumbo y en la que no parece encajar.
En primera persona iniciaremos un viaje por la evolución personal, la exploración de los deseos y la gestión de las contradicciones de este personaje sin nombre, culminando en un testimonio que es, sobre todo, un manifiesto a favor de la libertad de elección como única forma de vivir.
De perder también se aprende y es por esto que la pérdida estará presente durante toda la obra, no solo a través de la muerte de las personas queridas como lo son su abuela o su madre, que serán la conciencia de nuestra protagonista a través de conversaciones mentales que llegarán en los momentos más inesperados, sino también con el resto de relaciones interpersonales con parejas o amigos, e incluso representada a través del aborto.
Una novela que comienza con una muerte y termina con un nacimiento, cerrando el círculo de la vida en un equilibrio perfecto como el que pretende encontrar una protagonista que siempre se mantiene en la cuerda floja. Por el contrario, este equilibrio sí que lo ha encontrado Tommy Parrish, que nos cede para la cubierta de El mundo se vuelve sencillo un minucioso trabajo de bordado en el que trabaja desde hace diez años y que, sin duda, aporta un valor añadido a esta obra de Laura Gost.