El aforismo, señor hidalgo
«Laconizar es más bien dedicarse a la sabiduría que a la gimnasia, conociendo que ser capaz de pronunciar tales frases es propio de un hombre perfectamente educado»
(Platón, Protágoras, 343b)
José Luis Trullo.- Ayer, jueves, 17 de noviembre, los usuarios de la edición electrónica del suplemento El Cultural, de El Español, tuvieron ocasión de leer unas líneas de opinión escritas por el señor Manuel Hidalgo, con el título De la ola de aforismos que nos invade. En apenas cuatro trazos gruesos y genéricos, sin aportación de referencias concretas, sino como un juicio sumarísimo a un reo de perfiles brumosos cuando no fantasmagóricos, el señor Hidalgo condena al aforismo actual a la pira de la insustancialidad literaria, de la endeblez filosófica y, en suma, de la irrelevancia cultural. Primera sorpresa: para ser tan poca cosa, no se entiende por qué hay que prestarle ninguna atención.
Como editor de libros de aforismos desde hace años, como aforista desde hace décadas y como responsable de la sección de Aforismos de la revista Culturamas, me veo obligado a responder a este ataque virulento y gratuito, más que por interés propio (no voy a dejar de hacer lo que hago solo porque el señor Hidalgo escriba sobre lo que desconoce), sino para evitar que personas de buena fe, que se toman en serio aquello que se publica en medios supuestamente serios, se dejen engañar por veredictos emitidos desde la más supina ignorancia, cuando no desde la inquina.
Vamos por partes. Que el aforismo español ha experimentado en los últimos años un crecimiento descomunal, tanto en términos cuantitativos como cualitativos, es incontestable. Desde la publicación en el año 2013 de la antología Pensar por lo breve. Aforística española de entresiglos. Antología. 1980-2012, de José Ramón González, hasta mi Enciclopedia de Libros Españoles de Aforismos en dos tomos, concluida en 2021, sin olvidar Fuegos de palabras. El aforismo poético español de los siglos XX y XXI (1900-2014) , de Carmen Camacho y media docena de volúmenes más de menor ambición pero encomiables resultados (Verdad y media, de León Molina; Concisos, de Mario Pérez Antolín; El cántaro a la fuente. Aforistas españoles para el siglo XXI, de un servidor y Manuel Neila; o 11 aforistas a contrapié, de José Luis Morante), diversas propuestas editoriales han documentado la consistencia y solidez del género más breve en nuestro país.
No, no se trata de una moda motivada por el uso de las redes sociales; no, no es una forma literaria cómoda y frívola, al alcance de cualquiera. El aforismo, señor Hidalgo, no es «una doncella tierna y de poca edad», como creía Cervantes de la poesía (El Quijote, segunda parte, capítulo XVI). En España, el aforismo ha sido cultivado por autores de la talla de Antonio Machado (cuyo Juan de Mairena es una referencia obligada para cualquier lector medio), Juan Ramón Jiménez (de cuyos aforismos José Luis Morante publicó una amplia selección bajo el título de Aforismos e ideas líricas). José Bergamín (rescatado para el género por Miguel Ángel Arcas en sus Cuadernos del Vigía), Carlos Edmundo de Ory (de quien Firmamento acaba de editar sus Aerolitos completos), Ángel Crespo (de quien podemos leer su aforística completa en la edición preparada por Manuel Neila y publicada con el título Escrito en el aire) o José Camón Aznar (cuyos Aforismos del solitario tuve el honor de reeditar para Libros del Innombrable hace un par de años), por citar solo algunos. Estamos hablando de títulos publicados en los últimos diez años, es decir, en pleno «tsunami aforístico», por utilizar la imagen oceánica del señor Hidalgo, quien -siguiendo con el símil acuático- debería tratar de nadar antes de denunciar que se ahoga.
A todos estos autores de referencia, a quienes podemos añadir los libros de aforismos de escritores ya fallecidos como Carlos Castilla del Pino, Jorge Wagensberg, Miguel Catalán o Andrés Ortiz-Osés, hemos de añadir los de escritores vivos de primera línea como Carlos Marzal, Lorenzo Oliván, Dionisia García, Fernando Menéndez, José Luis García Martín, Andrés Neuman, Manuel Moya, Jordi Doce, Jesús Aguado, Enrique García-Máiquez, Jesús Cotta o todo un Premio Nacional de Literatura como Ramón Andrés. Podemos sumarles los nombres de aforistas de cierta edad y consistente propuesta (y no precisamente usuarios de redes sociales) como Ramón Eder, Manuel Feria, Emilio López Medina, Ricardo de la Fuente, Guillermo Busutil, José Mateos, Ángel Gabilondo, Ángel de Frutos Salvador y Carmen Canet, y los más jóvenes como Aitor Francos, Francisco Ferrero, Miguel Ángel Gómez, Juan Manuel Uría o Paula Díaz Altozano. Más escritores que cultivan el género más breve y publican libros reuniendo sus aforismos en editoriales de prestigio: Ricardo Virtanen, Vicente Luis Mora, Eliana Dukelsky, Sergio García Clemente, José Ángel Cilleruelo, Antonio Rivero Taravillo, José Manuel Benítez Ariza, Florencio Luque, Gemma Pellicer… y lo dejo aquí, para no saturar una lista que, de hecho, no deja de crecer cada día que pasa (sin merma de la calidad, dicho sea de paso, y sé de lo que hablo porque me los leo casi todos).
Si lo desea, y este amplio catálogo de referencias no le basta, el señor Hidalgo puede aprovechar un hueco en su apretada agenda para echarle un vistazo a los contenidos de El Aforista, donde se informará algo más sobre lo que se ha hecho acerca de este tema, no sólo en la última década, sino en los últimos siglos.
Me gustaría añadir que, desde que en 2012 la editorial Renacimiento inaugurase su colección de aforismos A la mínima, se han abierto muchas más (en Trea, La Isla de Siltolá, Libros al Albur, Thémata o Libros del Aire), se han convocado premios de impacto internacional (el José Bergamín, el Rafael Pérez Estrada) y se han publicado libros de aforismos en editoriales de tanta relevancia como Tusquets, Espasa o Galaxia Gutenberg. ¿Tsunami? Quizás. Pero acarreando aguas limpias, frescas y ricas en nutrientes, poco dignas, pues, de ese Almanaque Zaragozano que cita despectivamente el señor Hidalgo. A saber si se lo habrá leído entero (intuyo que no, vista la soltura con que despacha sus sentencias expeditivas).
Pero no acaba aquí la cosa. Si esta panoplia de argumentos fehacientes, constatables empíricamente, pueden quedarse cortos para quien siempre pide más porque no está dispuesto a informarse de nada, permito hacerle saber al señor Hidalgo que la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes inauguró en 2021 nada menos que todo un portal temático dedicado a la Aforística Española Actual, dirigido por Demetrio Fernández Muñoz, investigador y profesor de la Universidad de Castellón, y autor de La lógica del fósforo. Claves de la aforística española, un monumental estudio acerca de la amplísima tradición del género en nuestro país, desde la Edad Media hasta principios del siglo XXI (es decir, justo antes de que eclosionara la llamada Década Prodigiosa).
¿Le parece poco al señor Hidalgo? Hay más. Este mismo año, se celebró en la Universidad Complutense de Madrid el Congreso Nacional de Aforismo, donde se dieron cita autores e investigadores para reflexionar acerca del pasado, el presente y el futuro del género más breve. Las actas de este congreso aparecerán en breve en el portal de la BVMC, y no dudo que el señor Hidalgo estará atento para empaparse de información actualizada y contrastada acerca de este tema tan menor pero que tan preocupado le tiene. Añadamos los estudios publicados por Manuel Neila (La levedad y la gracia) Javier Recas (Una aguda y grácil miniatura, El arte de la levedad), Javier Sánchez Menéndez (Para una teoría del aforismo) o yo mismo (Expirar en la frase más breve). Este mismo año, la revista de filosofía Paideia ha publicado un mini monográfico consagrado, precisamente, al aforismo filosófico actual en España. No me dirá que no tiene lectura para rato, señor Hidalgo.
Podría continuar, pero dudo que a estas alturas el señor Hidalgo siga leyendo. Lo más probable es que haya preferido seguir pergeñando sus líneas apresuradas, inconsistentes, blandas y definitivamente prescindibles con las que parece obsequiar a sus sufridos, por no decir despistados lectores. Esa sí que es una pandemia, y no la de los aforistas: la de los opinadores que, sin saber de lo que hablan, se ubican en atalayas de relevancia para disparar impunemente contra todo lo que se les escurre entre todos los dedos: demasiado ágil, demasiado rico y demasiado fértil como para que se deje atrapar por según qué manos.
Alude Fidalgo
Justo antes de leer este artículo, había leído el irritante texto del señor Manuel Hidalgo, que por su ignorancia plena, me había quedado muy escandalizada…
El señor Hidalgo se cree con el pedante derecho a escupir a Séneca, a Platón, a Einstein, a Juan Ramón Jiménez, a Sócrates o al mismísimo Leonardo Da Vinci… ¡Qué fácil es la mediocridad, señor Hidalgo… la suya!
El aforismo es un género milenario, y usted es un pobre mortal que pasará a la historia por su mediocridad. Y morirá, y le pondrán un epitafio que será un aforismo; para que tenga tiempo para arrepentirse de su insultante artículo sobre los aforismos.