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‘España’, de Gonzalo Pontón

RICARDO MARTÍNEZ.

¿Una historia de España más?, no, estamos ante un texto de historia que tiene la voluntad –bien expresa en el subtítulo- donde han de tener cabida vencedores y vencidos, ricos y pobres, héroes y anónimos en cuya trayectoria histórica se ha ido forjando con el tiempo, desde los orígenes hasta nuestros días, el entramado de una realidad que, expresa ahora y unida a modo de mosaico, nos da la imagen de un país original, distinto, separado de lo que podríamos considerar una historia común y sí delimitado por avatares, personajes y comportamientos que han definido una historia singular.

Por ello ha sido elogiada y denostada la historia de España durante siglos y desde diferentes ángulos. Sin dejar de tratarse aquí de una historia humana más es una historia diferente por los innumerables apartados en que quepa ser considerada, algo así como el remedo de una obra de teatro (El gran teatro del mundo) rebosante de cuadros relevantes, diferenciadores.

¿Y cuál podría ser la razón de ello, insistiendo que no deja de recogerse y tratarse y analizarse en el libro una historia perfectamente humana?: política, religiosa, económica, cultural… Y aquí recuerdo una frase de mi padre, maestro él, cuando se refería a ella: España es un país de aluvión. Y, como tal, como tal representación de vida-río en la historia, aquí asentaron sus reales iberos, celtas, visigodos, griegos, romanos, árabes y la incesante riada continúa con todo tipo de gentes venidas desde la emigración…

Valía la pena el considerar estas numerosas raíces que han dado lugar al resultado que ahora se expone como reflexión, y que, entre otras especificidades, pocos quedan fuera por falta de crédito o argumentos propios, pero aún valiéndose de algo necesario y oportuno, el aporte de tanta información textual derivada de los coetáneos autores literarios (salvando con ello una deuda pendiente en nuestra historiografía) que ofrecen la perspectiva de la realidad desde otro ángulo, desde otra consideración de pensamiento

Al fin, una historia democratizada por fin; de todos

El autor, muy acreditado como autor y editor, va considerando en este denso texto grandes apartados significativos, y a mí, como ejemplo didáctico, me gustaría invitar al lector a resaltar algunos que, como crítico e historiador, me son más propios. En tal sentido me parece oportuno resaltar tres aspectos muy significativos de nuestra historia (ya digo, oportuna y documentadamente recogidos aquí) que definen nuestra convulsa historia en cuanto a cuestiones centrales cual pudieran ser:

I. La propiedad y bienes de subsistencia

En el siglo VIII la tierra seguía siendo la única fuente de riqueza natural. Por lo tanto, todos los habitantes de la península Ibérica dependían estrechamente de ella” y, a continuación, el autor destaca algunas características relacionadas con este hecho: “ …la época romana había dado lugar a grandes propiedades en las que el dueño se reservaba una parte para cultivar directamente con esclavos, mientras que cedía el resto en pequeñas unidades autónomas (sortes) a campesinos dependientes a cambio de que estos le pagaran un censo (un arriendo) y se obligaran a trabajar gratuitamente en las tierras en las tierras del señor cuando este lo requiriera. Unos pocos de estos campesinos dependientes eran aún de condición libre, pero la inmensa mayoría de quienes cultivaban la tierra era de condición servil” Esta condición, que incluía ya el germen de clases, ha sido estudiada con profusión y rigor por el profesor Valdeón y, al tiempo,con atinado criterio y didáctica).

II. La educación

Una pragmática de Felipe II había prohibido en 1558 que ‘ningún librero ni mercader de libros, ni otra persona alguna, de cualquier estado y condición que sea, traiga, ni meta, ni venda ningún libro ni obra impresa o por imprimir de las que son vedadas por el Santo Oficio de la Inquisición (malhadada institución, vive Dios!), en cualquier lengua, de cualquier cualidad y materia que el tal libro y obra sea, so pena de muerte y perdimiento de todos sus bienes, y que los tales libros sean quemados públicamente’

Y señala, oportunamente, el profesor Portón: “Los súbditos de la monarquía no solo no iban a tener ningún papel en lo que algunos historiadores llaman la ‘revolución científica’, sino que no se enterarían, hasta muchos años después, de las innovaciones de Galileo, Bacon, Descartes o Newton”. Sin comentarios

III. El españolismo

Un país cerrado a cualquier influencia extranjera está condenado, ciertamente, a una endogamia cultural que es capaz de entorpecer cualquier postura política innovadora, liberadora.

Muchos, tal vez por ignorancia, quisieron liberarse de la influencia francesa en el  XIX, si bien, no todos, y aquí el autor cita, muy acertadamente en mi opinión, una fuente literaria (algo que se relegó injustificadamente como fuente de nuestra historia) para expresar una opinión distinta, la procedente del intelectual español Blanco White, que habría de emigrar a Inglaterra por razón de su ideario crítico y defensor de un sistema de libertades público-políticas.

Su manifiesto, de carácter personal, lleva por significativo título (al modo de un arbitrista fuera de época) el siguiente, ‘Jamás me he sentido orgulloso de ser español’, y, sucintamente, dice así: “Los diferentes hechos de la Revolución española se sucedieron con sorprendente rapidez. Las provincias más alejadas de la capital proclamaron la guerra contra los franceses, y llegó el momento en que había que tomar partido en el enfrentamiento inevitable. La lucha que tuvo lugar en mi espíritu fue más dura de lo que soy capaz de explicar. Conocía demasiado bien la situación moral e intelectual de mi país para sentirme optimista sobre los resultados favorables de la insurrección popular. Yo sabía muy bien que muchos de mis amigos creían desinteresados actos de patriotismo lo que no eran más que mezquinas ambiciones personales”

Bajo estas o aproximadas premisas, mutatis mutandi la historia se nos ha llegado hasta hoy donde bandos e intereses y ausencias de racionalismo fundado, y soflamas de simulados intereses partidistas invaden la realidad social, cultural y política de un país, España, necesitado siempre de más cultura y menos argumentaciones plazueleras que no generan sino divisiones innecesarias obviando en ello una gestión pública que genere futuro abierto y riqueza cultural.

Decir, en fin, que el libro está seria y muy fundadamente documentado y que, como libro de consulta y referencia, constituye un espejo cuya lectura nos ayudará hacia un buen y razonable camino de comprensión.

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