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«Cuál es tu lucha»: nuevo triunfo de Nando López, dando voz a 15 vidas reales

Horacio Otheguy Riveira.

El profesor en excedencia Nando López, novelista y dramaturgo para adultos y adolescentes —en sus comienzos Fernando J. López—, ha creado con estos últimos una extraordinaria corriente de amistad intelectual y emocional a través de su obras, así como con su presencia en cuantos encuentros de Institutos ha sido y sigue siendo solicitada. Una intimidad portentosa a través de sus libros, tan cercanos a las experiencias de sus lectoras y lectores que le sienten próximo en sus más dramáticas dificultades. Y desde luego, de compañeros de ruta están muy necesitados los chiques [lenguaje inclusivo que abunda en estas páginas] y cae de maduro que también los adultes (expresión personal de este cronista) principales responsables en mantener una distancia a menudo muy cruel sobre un tiempo de vida que desconocen y en su desconocimiento habita alto grado de violencia, ante la cual los adolescentes se arman de valor e imaginación para afianzar el difícil proceso de ubicar en el centro de su vida el ser que se quiere ser, que se necesita descubrir.

Cuál es tu lucha nació con una llamada. Una propuesta para que jóvenes de distintas edades gritaran bien alto qué hace que se muevan. Que reaccionen. Que peleen. Nando López seleccionó entre muchos 15 testimonios y los entretejió en esta novela, por cierto tan trepidante como una serie de televisión con el rigor de un escritor que domina el malabarismo de la palabra generadora de acción.

En sus páginas, quienes atendieron la llamada y cuentan su vida se convierten en personajes que, a manera de seres ficticios, se enfrentan con mayor libertad a cuestiones esenciales: Discriminación sexual, Trastornos de la conducta alimenticia. Autonomía y Dependencia. Crisis de identidad. Depresión emocional. Identidad sexual. Amistad. Ayuda frente al bullying escolar y/o familiar, a través de una violencia que se expresa de diferente manera, según los casos, exhibida literariamente siempre desde la perspectiva de un escritor cómplice del «adolecer» de los muchaches que le leen; ante la fortaleza o vulnerabilidad de las edades a las que está dirigida la novela, franja de 14 a 17 años. Presente la agresividad de algunos padres/profesores o compañeros de colegio claros referentes de la gran incomprensión, como ninguno de ellos hubiese adolecido… por eso mismo los mayores podemos aprender a disfrutar a su lado. Si todavía no lo hacemos, este libro lo tiene todo para facilitar el encuentro.

Cuál es tu lucha es una novela ágil, ligera en superficie, profunda en su variado contenido en torno a las palpitaciones confesadas en luchas muy bravas, ya que cuanto sucede a los protagonistas (en el deporte, los estudios, la amistad, el sexo…) suele parecer estúpido para aquellos adultos que les acosan, dirigen o malamente «protegen». Un libro muy valioso para abordar la soledad de los adolescentes, incluso en buena compañía, una soledad frente a un sistema social dominado por responsables que se creen superiores, al margen de su propia adolescencia mal desarrollada. Realidad y ficción en un envolvente entramado novelístico.

 

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« … Creo que todo el mundo tiene una palabra. No sé si eso es lo que quieres leer ahora mismo, pero es lo más sincero que puedo decirte. La mía era «tonta». La tuya «pastelito». Si te paras a pensarlo, hasta suena ridículo. Sí. Suena muy ridículo. Por eso a lo mejor al resto le cuesta darse cuenta de lo que está pasando. Porque no saben cómo pesa cada letra. Ni todo lo que arrastran. Tú sí lo sabes. Según escribes, son ya casi cuatro años. […] El de São Paulo fue el primer colegio donde los profesores me ayudaron. En los anteriores, por mucho que mis padres quisieran hablar con el equipo directivo, siempre había una excusa.
O no habían visto nada.
O no habían oído nada.
O no habían tenido noticia de nada.
La gente tiene mucha insensibilidad para el dolor de los demás. O mucha facilidad para saber cómo no meterse en charcos que no son los suyos. Aquí era distinto… Pero no suficiente. (¿Me sigues Ale? ¿Sabes ese momento en que crees que nadie puede hacer nada porque estás en un lugar tan oscuro, en un pozo tan hondo, que no hay forma de que te saquen de él?). Creo que actué porque me pasó lo mismo que a ti. Extrañé el mar. Extrañé el sol. Extrañé la persona que no era y quería llegar a ser . Y en vez de seguir bajando la cabeza -tonta, tonta, tonta-, elevé la voz.
(A veces digo mi palabra en voz alta. ¿Lo has probado? Es como si pudieras robarle su significado. O como un maleficio que, si lo repites las suficientes veces, pierde todo su poder).
Ahí empezó todo, creo. Cuando con doce años fundé un club antibullying. Luego vine aquí (¿ya te he dicho que estaba en Brasil, verdad?) Y aquí hice lo mismo. Pero más. Allí era un club solo en mi colegio. Aquí, por culpa de Marina, de Nyx y de Xen, es internacional.
Fue Marina, mi psicóloga, quien me invitó a un programa de radio para hablar sobre el acoso y la ansiedad… [EXTRACTO de un correo entre Ana y Ale, fechado en octubre 2021. Páginas 67 a 73).
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«Cuando le avisaron de que lo querían para el grupo de teloneros del concierto que abriría las fiestas del pueblo, Isaac pensó que se estaban riendo de él. Supuso que se trataría de alguna broma de mal gusto de los gilipollas de siempre. Los que llevan años subestimándolo desde cada uno de esos clanes cerrados en los que se reúnen en los diferentes rincones del patio.
Tuvo que pellizcarse varias veces hasta asumir que aquella llamada era real. Que era cierto que alguien de la sección de cultura del ayuntamiento había escuchado una de las pocas maquetas que se ha atrevido a colgar online y había pensado en él para sustituir al batería del grupo, vacante por un positivo de covid.
No solo era la primera vez que contaban con él para algo así, sino también la primera ocasión en que le ocurría algo bueno por culpa de la jodida pandemia. Aunque ese algo bueno suyo surgiera de algo en absoluto bueno para otra persona. Pero pensar en esa cadena de eventos no lo ayudaba a serenarse antes de la actuación, así que trató de olvidar los motivos que lo habían llevado hasta aquel escenario para centrar su atención en lo único que de verdad importaba: hacerlo bien. Hacerlo más que bien. Hacerlo, intenta hacerlo siempre todo, lo mejor posible. […] (Páginas 140-141)

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