«REPÚBLICA», Jorge Ortiz Robla
Por Ramón Campos Barreda. O como la memoria crea un incendio de astillas.
cinis elementi
similis sum folio,
de quo ludunt venti[1]
Toda poética requiere un lenguaje, un firmamento de palabras que, en su conjunción, dibujen la constelación de un otro horizonte, con la mirada lanzada hacia un futuro que hemos de construir, a partir de las cenizas y la ruina que conforman nuestra historia.
Así se inicia el viaje de República. Jorge Ortiz Robla se presenta con toda una declaración de intenciones. Intenciones que son anhelo. En efecto, un deseo intenso traza la urdimbre que trama los versos de República. Deseo no exento de dificultades en su puesta en marcha. De hecho, anhelo tiene su origen latino en anhelāre, que significa respirar con dificultad.
A mí las palabras que se rompen / y se clavan como astillas bajo uña.
A partir de aquí, el poeta nos propone un recorrido en cuatro jornadas y un epílogo, donde se aprecia que el Ethos que guía República, es la voluntad de edificar entre todos un buen vivir, una vida más digna y más justa.
En este sentido, todo su discurso lírico traza círculos concéntricos en torno a determinados rasgos que han marcado nuestras relaciones, tanto emocionales como sociales, tanto de poder como de la necesaria rebeldía que se alza contra. Rasgos que estuvieron presentes de forma absoluta y férrea, en antiguos regímenes, y cuyas sombras se alargan hasta nuestros días.
En su primera jornada, «Antiguos Reyes», el autor nos desgrana un dietario de pérdidas como diezmo necesario a mayor gloria del rey de turno, sentado en la cima de una montaña de terror, de opresión y de muertos, y ante el cual no cabía alternativa posible.
Que todo el mundo recuerde / que la rebelión significa la ruina.
Quemadlo todo y después / acabad hasta con el humo.
En última instancia, y después de lo relatado, el poeta muestra nítidamente su querencia por la monarquía: Para qué sirve un rey, me preguntas; / Para que los bufones dancen.
En la segunda jornada, «Ciencias Políticas», Jorge hace una limpia, y se distancia de lo dicho expresando un deseo: dejar atrás el pesimismo que ensucia y ensombrece el grano.
Hay constatación de una realidad que forma parte esencial en la vida política actual: aquí no dimite ni dios y nos propone crear sociedades de conciencia en las que debemos basar nuestra manera de hacer sociedad, desechando la ciega obediencia y nos invita a que rebasemos el borde del camino, desde un nosotros al que interpela como sociedad que será nuestra única posibilidad de vida que se alce contra el paradigma neoliberal que ensalza la individualidad que nos fragiliza como pueblo.
En esta parte, nos enfrenta a la tragedia migrante en el Mediterráneo, ¿Qué máquina, dime qué máquina / es capaz de revelar tanto dolor? También a la pérdida de algunos símbolos, recurriendo a la metáfora de Una alhaja / que sin cuerpo que las porte / apenas ya tiene sentido, refiriéndose al arrinconamiento sufrido por las banderitas del 1 de mayo, como símbolo de una renuncia a la lucha de clases que se va quedando en el olvido en nuestra sociedad actual.
En su tercera jornada, «Civitas», nos coloca frente a diversas cuestiones que son el pan nuestro de cada día, reconociendo la valentía de la mujer o la necesaria reparación de la memoria histórica. También frente a la España olvidada, con una referencia expresa al pueblo de Trasmoz, único pueblo oficialmente maldito y excomulgado por la iglesia católica.
Un aliento de insurgencia se instala entre los versos de Mi ciudad me exige que me alce y una invocación se hace un hueco necesario tendrá que volver alzada la voz, / la voz de los cansados. Insurgencia contra la resignación tan profundamente asumida que nos inmoviliza en una desesperanza irremediable.
Es la llamada que convoca a los poetas (Cernuda, Vilariño, Vallejo, Lorca, Storni…), esa voz tan necesaria como ignorada por este sistema de libre mercado al que solo le preocupa el monto de los beneficios de unos pocos, aunque ello suponga la miseria y la marginación de muchos, algo no tan diferente en esencia a aquello que sustentaba a los antiguos reyes.
El dolor es la lluvia de los hombres, / el cielo oscuro que precede a la tormenta.
La última jornada, «República», titula todo el poemario y con ello, llegamos casi al término de este viaje, que se cierra con el poema «Habrá futuro» como epílogo. Una ruta circular que nos lleva de nuevo a las mujeres, concluyendo casi con aquella proclama de la revolución será feminista o no será. De nuevo al papel de los nuevos reyes del mercado, Babosas. De nuevo a la España olvidada. De nuevo a las mujeres, Femicidio, que nos habla, sí digámoslo con todas sus palabras, de la violencia machista. De nuevo a los poetas necesarios, en este caso Lorca, Machado y Miguel Hernández, con los que establece un diálogo expreso, que siguen aquí en la materialidad de su palabra: siguen lloviendo las piedras / sobre los mismos tejados. De nuevo a los huesos sin nombre calcificándose bajo los árboles.
También a la belleza. Imaginación como escape a una realidad con más sombras que luces, pero también como necesidad que nos permita la reconciliación con nuestro ser aquí y ahora.
Y siempre presente el anhelo de lo que aún no es, y mañana puede serlo, la República o el buen gobierno de almas y haciendas.
Una bandera en la mano / y el corazón retumbando en las costillas.
Todo el poemario es un ejercicio de palabras medidas, pero de imágenes consistentes. Quizás se pueda decir más alto, pero no más claro poéticamente. El autor ya ha demostrado en otros libros anteriores su habilidad para ir tejiendo un escenario que te va envolviendo en su poética. Cuando te quieres dar cuenta, ya eres un lector atrapado hasta el final.
Pero no quiero irme sin mencionar el poema «EL hundimiento», ejercicio lírico donde los haya, con una utilización de recursos muy logrado, como la sinécdoque y la metáfora. Es un canto emocionante en su ritmo, que no te puede, en ningún caso, dejar indiferente o, dicho a modo del propio poeta: La memoria crea un incendio de astillas.
Para ir finalizando, se me alcanzan las palabras de Roland Barthes: “todo texto es un intertexto. Hay otros textos presentes en él, en distintos niveles y en formas más o menos reconocibles.” En este caso, los poemas dialogan con las citas que les preceden y establecen un continuum que nos lleva de la mano de forma admirable.
En conclusión, República de Jorge Ortiz Robla, es, en su literalidad, la armonía de los contrarios, entre la realidad que se ha materializado y continúa haciéndose carne en la carne, y el anhelo que nos guía hacia una forma de hacer, de vivir, más justa y menos sombría, más respetuosa y nada sangrienta. Y es, en el rumor que sostiene sus versos y te queda prendido, una necesidad, como lo es la belleza imaginada de un nosotros en pie hasta crecerse verdad.
Dejad abierta una ventana / y esperad así la vida / que de su noche a vuestra noche / acerque algún pedazo de este país / que como soñamos, crearemos.
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[1] mi elemento es la ceniza, / soy como una hoja / con la que los vientos juegan. De Carmina Burana