«Dopesick: Historia de una adicción»: En la mejor tradición de la ficción norteamericana.
Por Gerardo Gonzalo.
Recientemente, Disney+ ha estrenado la miniserie de 8 episodios Dopesick, que basada en hechos reales, nos cuenta la historia del lanzamiento de un medicamento, Oxycontin, por parte de la farmacéutica Purdue Pharma, de la adicción que produjo su consumo y las graves consecuencias sociales que provocó.
Realmente, si algo hace bien la ficción norteamericana, es contar este tipo de historias, muchas reales como esta. Una gran corporación o un poderoso, en su intento por ganar dinero a costa de los más desfavorecidos, utiliza todos sus recursos e influencias para conseguirlo. Enfrente, solo la acción heroica de individuos en clara inferioridad de condiciones, que consiguen plantar cara y que se haga justicia. Un esquema muy habitual.
Aquí el malo, el poderoso, es una farmacéutica (un actor muy habitual en este rol), que pone en circulación un opioide claramente adictivo, que está destruyendo comunidades rurales enteras, pero que pese a las abrumadoras evidencias, sigue en circulación sobre la base del dinero, la compra de voluntades y unos casi ilimitados recursos para neutralizar cualquier iniciativa de limitación en su uso.
Historias como esta, jalonan buena parte de la mejor tradición americana que hemos visto a lo largo del tiempo, tanto en cine como en series (de hecho, entre otras muchas, conecta directamente con otra muy reciente, también de Disney+, que es The Dropout) y por supuesto, es interesante lo que cuenta, aunque quizás su férreo acoplamiento a las reglas marcadas en este tipo de argumentos, le haga algo convencional y previsible en su desarrollo.
La serie está estructurada en varios planos y con constantes saltos en el tiempo. Por un lado, la parte de la farmacéutica, y el responsable del lanzamiento del Oxycontin, interpretado, quizás de forma en exceso maniquea, por Michael Sthulbarg. El médico de una comunidad minera, espléndidamente encarnado por Michael Keaton. Algunos de los consumidores del fármaco, donde destaca la historia de una chica, que recrea con desgarrador naturalismo y crudeza, Kaitlyn Dever. Dos integrantes de la oficina del fiscal, interpretados con solvencia por Peter Sarsgaard y John Hoogenakker. Una policía indomable y de personalidad arrolladora, a la que pone rostro la carismática Rosario Dawson. Y por último, un comercial de la farmacéutica, uno de los vendedores del fármaco, Will Poulter, en constante lucha moral consigo mismo.
Acompañando a todos ellos, una serie de personajes que complementan, acentuando en unos casos y matizando en otros, a los intérpretes principales y que dan robustez a una serie bien ensamblada, aunque sin alcanzar una incontestable excelencia. Una ficción que se explica bien y que además tiene la virtud de atender a toda una multitud de ámbitos afectados por este problema, como la codicia, la riqueza, la pobreza, el poder, la desesperación, la destrucción personal y comunitaria, las grietas del sistema, los agresivos métodos de ventas y propaganda, los prejuicios, la avaricia, la América profunda, la amoralidad de unos frente a la inquebrantable rectitud de otros, la familia… Muchos son los temas que aquí se nos plantean.
Hay aciertos extraordinarios, como las historias e interpretaciones que protagonizan Michael Keaton y Kaitlyn Dever. En cuanto al resto de subtramas, da la impresión que podrían haber tenido un desarrollo algo más profundo, un mayor peso en la historia, sobre todo en su parte judicial y policial o en la del proceso de elaboración del medicamento por parte de la farmacéutica. Me quedo con la sensación de que se podría haber dotado de un más intenso ritmo argumental a una serie, que vuela a buena altura, pero sin terminar de alcanzar el sobresaliente. Se prima el discurso de denuncia y la claridad en la exposición de los hechos, en detrimento del thriller o la intriga, que aparecen algo soslayados y que quizás, con un mayor desarrollo, hubieran complementado y mejorado la fuerza y el tempo narrativo de esta ficción
También considero, que dentro de su buen nivel, el final, la forma en que se cierra, está por debajo de lo mostrado a lo largo de sus 8 capítulos. Se trata de una conclusión, que de la forma en la que está planteada, nos deja algo fríos, rebajando el dramatismo y la conmoción por lo visto.
En cualquier caso, una miniserie muy solvente, de gran factura y muy buenas interpretaciones, fiel a la historia real, y que ya solo por eso, por mostrarnos algo tan grave ocurrido hace muy poco, y al menos para mí desconocido, merece la pena ser vista. Disfrutad y reflexionad sobre realidades, no tan lejanas, ante las que no debemos mostrarnos indiferentes. Sin duda, una serie muy interesante.