Buena suerte, Leo Grande (2022), de Sophie Hyde – Crítica
Por José Luis Muñoz.
Que algunas mujeres también compran sexo es un secreto a voces sobre el que se suele pasar de puntillas. El género masculino carga con ese sambenito, pero el femenino no le va a la zaga, sobre todo últimamente, y de eso va esta comedia simpática y desinhibida de Sophie Hyde (Adelaida, 1977) que se ha hecho mediática gracias al desnudo integral de la madura Emma Thompson en la secuencia que cierra el film (hay que decir que ya apareció sin ropa muchos años antes en el biopic Carrington sobre esa pintora extraordinaria) y evidencia que la actriz no ha pasado por el quirófano para levantar lo que la naturaleza y la ley de la gravedad hace que caiga.
Nancy Stokes (Emma Thompson), una maestra jubilada y viuda, anhela tener ese sexo que no tuvo a lo largo de su largo matrimonio y para ello contrata los servicios de un atractivo prostituto que responde al apodo de Leo Grande (Daryl McCormack) que ejerce de Pygmalion con su aplicada alumna en esa búsqueda del orgasmo que jamás obtuvo en su juventud y aspira conseguir ahora en su madurez.
Rodada en un único escenario, esa habitación del hotel en donde tienen todos sus encuentros venales, Buena suerte, Leo Grande podría representarse perfectamente en los escenarios de un teatro y consta de cuatro actos, uno por cada uno de los encuentros. Cine minimalista, pieza de cámara que se la juega en las ocurrencias de unos diálogos chispeantes y unos intérpretes en estado de gracia y completamente desinhibidos entre los que parece haber un feeling extraordinario. Oír y ver a Nancy Stokes que la aleccionen cómo debe ser una felación perfecta tiene su qué, lo mismo que sus reticencias a experimentar un cunnilingus. Leo Grande tiene una alumna aplicada y entusiasta que pone todo su cuerpo en el empeño. El film está trufado de escenas de humor y otras en las que la protagonista se hace preguntas sobre la moralidad de su conducta comprando un cuerpo joven para disfrutarlo o se interesa en saber si Leo Grande se siente explotado y vejado por ese sexo mercenario.
Buena suerte, Leo Grande es una reivindicación de la sexualidad a cualquier edad y de la licitud de cualquier modo de conseguir el placer, mientras se elija libremente, aunque sea comprándolo, como es en este caso. Durante decenios era el hombre el que echaba mano de jovencitas para sentirse realizado y estimulado, previo pago. La directora australiana de 52 martes y Amistades salvajes le da la vuelta a esa tendencia y reivindica, por la valentía de su protagonista femenina, un cuerpo que es como los que pintaba ese gran artista llamado Lucien Freud, apartado de los cánones, pero que puede dar y recibir placer sexual, y a él se entregan los amantes en ese último encuentro que es una larga secuencia erótica de alto voltaje protagonizada por un cuerpo masculino perfecto canónicamente hablando y otro femenino que se salta los cánones.