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‘Se ahogarán en las lágrimas de sus madres’, Johannes Anyuru

ALEJANDRO ORRADE.

En la escena final de 12 Monos (Terry Gilliam, 1995) veíamos a Bruce Willis intentado evitar el fin del mundo tras viajar desde el futuro para llegar a un momento clave de la historia. De aquel instante iba a depender todo.

Algo parecido ocurre con el punto de partida de Se ahogarán en las lágrimas de sus madres (Johannes Anyuru, Nórdica Libros), aunque en el caso de la novela es simplemente el suceso fortuito que da paso al resto de la narración, que se adentra en una disección del miedo, la incomprensión o el peligro del desconocimiento.

El velo de la ciencia-ficción sirve de telar sobre el que se pinta un óleo en el que el autor explora varios problemas que está afrontando la sociedad nórdica en la actualidad, en particular la inmigración y cómo esta se ha empezado a vilipendiar a causa del terrorismo que durante unos años sacudió Europa.

Seguimos las pistas de varias personas que entrelazan sus vidas, ofreciendo una vista de una sociedad en la que, pese al paso del tiempo y la supuesta progresión social, los estigmas siguen siendo una rémora a la hora de tender puentes culturales.

A partir de diversos puntos de vista la novela nos adentra en las dos grandes tramas que en un principio están desconectadas pero que poco a poco se van acercando.

Por un lado, encontramos el transcurso del día a día de una chica que ve cómo poco a poco la sociedad que creía acogedora empieza a recelar de la gente como ella, de procedencia extranjera. El progresivo deterioro de sus condiciones sociales y la estigmatización recuerdan dolorosamente a otras épocas en las que algo parecido ocurrió en el corazón de Europa, con resultados que todos por desgracia ya conocemos.

Al mismo tiempo, a través de saltos temporales, observamos el viaje paulatino de la protagonista hasta el momento que inicia la novela, que es una mirada a las dificultades que la juventud inmigrante encuentra en los países occidentales. Impacta la paulatino viaje hacia el extremismo de unos jóvenes de procedencia extranjera pero que en lo esencial no se distinguen de cualquier otro de países europeos.

En toda la novela flota constantemente ese choque de culturas que todavía no hemos conseguido congraciar y que siguen suponiendo un gran lastre que el tiempo parece enquistar. Es el nexo que une las dos tramas en la distancia inicial y también el motor que poco a poco las va atrayendo, como un polo gravitacional. Porque las diferencias culturales son las grandes dificultades de la inmigración, que pese a vivir en un mundo globalizado no puede derribar muros tan profundos como la familia, la religión o la ideología.

En la otra trama, de una forma sucinta, se interpela al lector; el protagonista escucha una historia que escapa a cualquier lógica y es a partir de ella que empieza a cuestionarse lo que tiene a su alrededor. La interacción con la protagonista de la segunda trama le hace abrir los ojos y aceptar la oscuridad en la sociedad que se negaba a ver.

La novela está escrita con una sobriedad que se agradece, pues consigue que los momentos más crudos o las reflexiones más incómodas impacten más en el lector. Lo que ocurre se narra sin más, sea un acto violento o un momento gracioso.

Se ahogarán en las lágrimas de sus madres es un retrato claramente de ficción, pero que toca temas de rabiosa actualidad y que plantea escenarios futuros (aunque con ecos del pasado) que por muy oscuros que sean podrían ser perfectamente plausibles.

Y en esa plausibilidad radica su fuerza.

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