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Contarse a una misma a través de la vida de Carson McCullers

PILAR M. MANZANARES.

El escritor Álex Chico afirmaba hace poco en una entrevista que «toda biografía no es más que la crónica del que escribe esa biografía». Pero ¿es acaso posible no exponerse a uno mismo a la hora de hablar de otra persona? Al final, el biógrafo es el que observa, el que interfiere en la realidad.

En este juego entra muy bien Jenn Shapland en Mi autobiografía de Carson McCullers (traducida por Gloria Fortún). Como buena prueba de ello, ahí está el título de un ensayo en el que la primera entremezcla su vida con la de la segunda para contarse a sí misma a la vez que reescribe la historia de McCullers, escritora rescatada en los últimos años de un injusto olvido.

Una exploración inmersiva y sorprendente que comienza cuando Shapland se topa con unas cartas escritas a la autora de El corazón es un cazador solitario por una mujer llamada Annemarie. Una correspondencia desvergonzada e íntima de sus sentimientos que nos descubre a una escritora muy alejada de la que ha retratado la historia de la literatura.

Lo que en un principio es curiosidad, poco a poco se convierte en una obsesión en la que Shapland se ve reflejada. Se lee a sí misma como mujer lesbiana y se pregunta por la forma en la que contamos las historias de amor que están en los márgenes. De esta forma, la (auto)biografía se convierte también en un análisis de la identidad más allá de las normas de género, la memoria y el amor.

¿Por qué —se cuestiona Shapland— las historias de mujeres están erigidas a partir de las narrativas de otros? ¿Por qué las mujeres queer que intentan autorrealizarse en espacios heterosexuales requieren una revisión constante? ¿Y qué podría revelar a Shapland sobre sí misma su indagación en la vida de McCullers, en su historia, sus secretos y su legado?

En el libro que os presentamos, que fue finalista al National Book Award a la mejor obra de no ficción y se hizo con el Lambda Literary Award en la misma categoría, Shapland entreteje su propia historia con la de McCullers para crear un retrato vital de uno de los mayores tesoros de la literatura universal, mostrándonos cómo los escritores que amamos y las historias que contamos sobre nosotros mismos nos convierten en quienes somos.

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