‘Siete días en la Riviera’, de Miquel Molina
Siete días en la Riviera
Miquel Molina
Catedral
Barcelona, 2022
240 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
A lo mejor el romanticismo fue la juventud de la humanidad. O al menos así es como puede entenderlo alguna gente. También puede entender que esa época debería ser la edad dorada del Rock. Ambas son temporadas breves, pero radiantes, temporadas temblorosas llenas de dudas y vigor, de celos y luchas. El tiempo le va a uno dictando que esa estela de fuego debe apaciguarse, y lo que antes era acción pasar a ser contemplación, que también es una actividad que te indica que sigues vivo. Cuando uno es mayor y se comporta como un joven, resultará un poco patético. Es mejor guardar la calma y elogiar el tiempo que fue como una parte de lo que nos ha construido. Se acabaron los nervios que imponían un trote demoledor y uno reconoce que tal vez no ha conseguido ser lo que soñaba, pero ha conseguido salir con dignidad de una existencia en la que demasiadas cosas se iban poniendo constantemente en contra. Ahora toca descansar.
Con ese espíritu emprende Miquel Molina (Barcelona, 1963) un corto viaje por la Riviera italiana y francesa. Ahí acamparon durante buenas temporadas los principales representantes del romanticismo, como Lord Byron o los Shelley, o por ahí caminaron los Rolling Stones al ritmo de bares y canciones. La mirada de Molina es la de un periodista con ambiciones estéticas, persiguiendo la belleza mientras traza el paso de sus admirados personajes por la región. El ambiente es sosegado y la compañía no empañará las intenciones. Pero observar a tu alrededor es una actividad que uno realiza en absoluta soledad. Nadie puede subirse a tus ojos, nadie puede elegir por ti qué es lo que más deseas encontrar a tu alrededor.
Hay intenciones de melancolía, pero también hay mucha recuperación de ilusiones que no terminaron de perderse, pero conviene reflotar, como recordándose de quién es uno mismo. En realidad, la mayor parte de este libro de viajes está recorrido por las leyendas, que pueden ser de carácter personal, pues no dejan de ser elecciones del autor, pero para cualquier otro tipo de visita a la región nos bastaría una guía de viajes. De ahí que convenga retroceder en la memoria propia, e identificarla con la memoria de la humanidad, mientras uno se desplaza y observa. Por eso reflotan con tanta frecuencia el romanticismo y el Rock, porque son parte de una juventud en la que reconocemos ideales que seguimos manteniendo candentes. El viaje nos lo puede recordar si sabemos elegir la mirada.