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El viaje de Yaya: una obra trágica que nos devuelve al siglo XX

Portada del primer número de El viaje de Yaya

El manga está teniendo una gran importancia en la industria del cómic europeo actual. Tanto es así que son numerosos los autores que han vuelto la vista a Oriente. Esto mismo han hecho Jean Marie Omont y Patrick Marty para crear la obra que vamos a comentar hoy. El viaje de Yaya (ECC), que ha si se llama esta historia, nos habla de Yaya, una niña muy dulce que ha sido criada en una familia rica japonesa y se dedica a aprender a tocar el piano. Este personaje comparte protagonismo con Tuduo, un niño pobre que vive oprimido por un amo que lo maltrata. Estamos, por lo tanto, ante una narración escrita asentada en la contraposición de dos vidas contrapuestas que terminan convergiendo. Esta convergencia también la encontraremos en el pilar fundamental de la obra: la búsqueda. ¿Estamos, entonces, ante un cómic sobre un viaje? En parte, así es.

La obra parte de una realidad compleja y marcada por un contexto negativo. Al fin y al cabo, el cómic está contextualizado en la contienda, ocurrida en el marco de la Segunda Guerra Mundial, entre China y Japón. En esta situación Yaya y Tuduo comienzan una aventura para volver a estar con sus seres queridos. Aunque la finalidad es semejante, la perspectiva que se nos plantea es completamente antagónica y chocante. De hecho, este juego logra que el lector se vincule emocionalmente, con facilidad, con los personajes de la historia.

El viaje de Yaya (ECC), como veremos más adelante, está fuertemente influenciado por el trabajo de Takahata. La serie Marco también consistía en un viaje de búsqueda de un ser querido (la madre). Además, Marco iba acompañado de un mono (Amedio) con el que mantenía una relación muy especial. En El viaje de Yaya ocurre algo semejante entre la propia Yaya y su pájaro Pipo. Por otro lado, esta obra emplea a un personaje empobrecido como protagonista, de manera similar a Heidi, cuya inocencia y bondad estaba fuera de toda duda (algo que encontraremos en ambos personajes principales). Por lo tanto, estamos ante un trabajo con un marcado regusto clásico marcado por una visión trágica de la vida.

La tragedia ayuda, además, a fomentar la oposición narrativa entre la dulzura y la inocencia de los niños, con la dureza y la violencia (física y emocional) que se mostrará en la obra. En este sentido, la obra recuerda mucho a las a los típicos seriales televisivos, a las típicas visiones maniqueas donde los malos son extremadamente malos y los buenos son extremadamente buenos. Una contraposición narrativa que funciona muy bien y logra que la obra resulte atractiva, absorbente y hará las delicias tanto de jóvenes como de personas mayores. Ahora bien, es necesario obviar la realidad y dejarse «engañar» por este planteamiento. Digo esto, ya que muchos lectores de cómics han podido leer trabajos de Sacco, de Ennis o de Murray, donde el mundo de la guerra es tratado con mayores matices y complejidad. No obstante, este trabajo introduce un elemento mágico para mostrar que, de un modo u otro, no estamos ante una obra realista, sino ante una especie de fábula o cuento infanto-juvenil donde todo es posible.

Viñeta de la obra.

La narrativa gráfica de Golo Zhao es, de nuevo, clásica y barroca. De hecho, podríamos decir que presenta cierto gusto por los detalles, por las viñetas recargadas y por la minuciosidad. A su vez, las viñetas son grandes y generosas permitiendo disfrutar del trabajo realizado por este narrador. Por otro lado, se emplean colores sutiles y pocos tridentes que, una vez más, remarcan esa visión tradicional y, en algunos momentos, un tanto puritana.

La estructura formal de la obra se aleja de una perspectiva racionalista y clásica. El diseño de las páginas no sigue un planteamiento determinado y opta por una composición ad hoc centrada en el lector. Más concretamente en la obtención de un impacto emocional en él. Los rostros redondeados, las magulladuras y laceraciones en los personajes, las emociones trágicas no nos dejarán fríos. Incluso podemos mencionar a esas serpientes que parecen enormes para producir inquietud ante lo que pudiera suceder.

Las diferentes narrativas de este cómic, además, ha consistido en recuperar el éxito que cosecharon los estudios Ghibli en el último cuarto del siglo XX (esto mismo resulta tan evidente que ya ha sido mencionado por diversos medios antes que nosotros). Estos estudios cinematográficos fueron fundados por Isao Takahata y crearon algunas de las series más memorables de aquel momento. Estamos hablando de las series de televisión Heidi y Marco; también podríamos mencionar la serie titulada Ana de las tejas verdes, aunque esta serie no tuvo tanto impacto como las anteriores. Pues bien, las dos primeras supusieron un antes y un después en el mundo televisivo-cultural de aquella época, y seguro que muchos las recordarán. El éxito de estas series se basó, por lo menos en parte, en su carácter un tanto costumbrista, conservador y, en ocasiones, puritano.

Portada del segundo número de la serie previsto para Octubre.

Estos valores inherentes a la obra conectaron, perfectamente, con aquella sociedad utópica, aunque también conservadora. Nos podríamos preguntar si lo que tuvo éxito entonces, lo mantiene en la actualidad. Si pensamos en la sociedad actual, donde vemos un resurgir de un conservadurismo de nuevo cuño, entonces podríamos responder afirmativamente. Las sensaciones que nos deja la obra son, desde luego, positivas. No obstante, serán los lectores quienes nos dirán si, efectivamente, aquellos valores también siguen estando presentes en la actualidad. Repito, creo que sí.

En resumen, estamos ante una obra que hará las delicias de jóvenes y mayores. Un trabajo que nos acerca a las series televisivas de nuestra infancia. Una obra trágica y bonita. Por supuesto, este trabajo tiene también algo de maniqueo, pero se le puede perdonar.

 

Por Juan R. Coca.

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