Mordaces alfilerazos texticulares

 

Ricardo Álamo.- Aforismos y filosofía hermanan bien. Lo vienen haciendo desde antiguo. No hay más que recordar a Heráclito, el Oscuro, que nos dejó una ristra de sentencias oraculares y misteriosas, difíciles de interpretar, algunas de las cuales, sin embargo, han hecho fortuna y en una conversación cualquiera se las podemos oír decir a quien nada sabe de filosofía ni de su procedencia, como si formaran parte del refranero popular o fuesen frases proverbiales del acervo de nuestra cultura, sin dueño ni autor, propiedad ya de todos  (Nadie se baña dos veces en el mismo río, El camino hacia arriba y el camino hacia abajo es el mismo, Todo cambia, nada permanece, La guerra es el origen de todo). Y no es mala cosa que así sea, que el común de la gente se haga eco de una máxima y la vaya repitiendo, pues qué mejor destino le cabría a un pensamiento privado que convertirse en pensamiento público, de todos. No creo que a ningún escritor de aforismos le incomodara saber que algunos de los suyos tuviesen ese destino, que, como se dice ahora, se hiciesen virales y que el vulgo se los apropiara hasta hacer desaparecer involuntariamente su autoría. No es mala cosa que así sea, pero qué difícil es que lo sea. Benito Romero (Santa Cruz de Tenerife, 1983) es licenciado en filosofía y ha publicado ya varios libros de aforismos, Horizontes circulares (2018), Desajustes (2020) y este último Una galaxia imperfecta, que aquí reseñamos. Y no le ha ido mal, ya que con el primero consiguió el Premio AdA de los lectores al mejor libro de aforismos promovido por la asociación cultural Apeadero de Aforistas, y con el segundo el II Premio de Aforismos La Isla de Siltolá, cosas ambas nada desdeñables teniendo en cuenta la corta trayectoria literaria de este joven autor, algunos de cuyos textos, además, han sido incluidos en diversas e importantes antologías, como Diccionario lacónico (Sequitur, 2019), editado por Miguel Catalán, o Espigas en la era. Micropedia de aforistas españoles vivos (Apeadero de Aforistas, 2020), a cargo de Carmen Canet y Elías Moro.

Dividido en cinco capítulos (Trayecto, Territorio, Gavetas, Impresiones y Escombros), Una galaxia imperfecta se abre con la siguiente cita de Juan Ramón Jiménez: «No son ley ni regla —estos aforismos— para nadie ni para mí mismo. Son, solamente, deducciones gustosas, sensuales, caprichosas». Pero no sabemos muy bien por qué Benito Romero ha elegido precisamente esa cita. ¿Hay algo de deducción o de sensualidad o de capricho en las páginas de su libro? A tenor de lo que hemos leído se diría que no. Sus aforismos no son juanramonianos, y por no ser no son ni poéticos ni sensuales, ni mucho menos deductivos, lo cual, con todo, ni supone desdoro ni tampoco mancilla. A nuestro entender, quizá esa cita esté escogida para ofrecerle al lector una perspectiva moral que el escritor tinerfeño no quiere ocultar que comparte con el poeta de Moguer, y que se plasma en una ausencia total de engolamiento y en una postura literaria sustentada en la honestidad y el recato. Si la honestidad de Juan Ramón Jiménez le llevó a decir en los últimos años de su vida «A todo se llega. He aprendido a ser sucio. Y me parece bien», no menos honesto se muestra Benito Romero cuando —acaso siguiendo la estela de ese aforismo de JRJ— escribe «Ese engorroso instante en el que las palabras “viejísimo” y “sucísimo” se dan un grato apretón de manos».

             Sin llegar a hacer sangre, sin querer epatar ni tampoco ensañarse con nadie, lo cierto es que la mayoría de los aforismos de Una galaxia imperfecta se mueven entre la crítica mordaz, la ironía e incluso el sarcasmo. Así, menudean aquí y allá los alfilerazos a la soberbia, la pedantería, la estupidez, el neoliberalismo, el ocio o el engolamiento propios de una sociedad desajustada como la nuestra («Desajustes en los horizontes circulares de una galaxia imperfecta») sobre la que el escritor, el aforista, vierte su mirada escrutadora de observador no limitándose a levantar acta de tales desajustes, sino ejerciendo de fino y sutil crítico de los mismos. En especial, esa crítica se muestra felizmente ejemplificada en el segundo capítulo del libro, que lleva por título «Territorio», donde el mundillo de las letras y cierta clase de escritores (los ególatras, los petulantes, los vanidosos, los pretenciosos, etcétera) no salen muy bien parados que digamos, dada la abundancia de pildorazos y apuntes un tanto cáusticos que el autor tinerfeño arroja inmisericordemente sobre ellos: «Mundillo literario: soporífera Guerra Fría», «Escritores que se entretienen con sus ocurrencias igual que niños jugando con la arena de la playa», «Hay escritores que lamentan no poder estampar su firma sobre sus heces», «Hay escritores que solo respetan a los colegas de oficio que publican libros en los que siempre aparece su fotografía en la solapa», «Los escritores, tras aplaudirse en público, se despellejan en privado como medida de saneamiento», «Hay escritores que, llegado el momento, desean convertirse en estatuas». Tampoco los filósofos y sus filosofías, junto con los poetas y los propios escritores de libros de aforismos se libran del impacto de la punta afilada de sus dardos: «La épica y la poesía sirven para engatusar a los incautos», «Poetas místicos obsesionados con la fama y el dinero», «Joven poeta: seductora ave de rapiña», «La filosofía debería ser el afilado machete con el que nos abrimos paso a través de la jungla en lugar de la inane pieza de museo a la que ha sido relegada», «El metafísico contempla la vulgaridad del mundo desde su feliz globo imaginario».

             Otro capítulo feliz de Una galaxia imperfecta es el titulado «Gavetas». Salvando las distancias, me recuerda un tanto al Diccionario de los lugares comunes, de Flaubert, y también al libro de Felipe Benítez Reyes El intruso honorífico. En los tres casos, cada uno de los autores compone un breve glosario de términos que definen de manera paródica y caricaturesca. El de Benito Romero empieza por «Abstracción» y termina en «Yo». Del primero dice: «Parque de atracciones que agobia soberanamente a los adultos, motivo por el que suelen negarse a visitarlo, aunque sea como simples acompañantes de los menores»; y del segundo apostilla con ironía: «Árbol que debe regarse a diario y del que conviene no encariñarse en demasía».

             En síntesis, estamos ante uno de los mejores libros de aforismos que se han publicado en los últimos años, lleno de aciertos en forma de textículos que harán disfrutar a cualquier lector enfermo de literatura y amante, por supuesto, de las grandes letras mínimas.

 

Benito Romero, Una galaxia imperfecta. La Isla de Siltolá, Sevilla, 2022.

 

 

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