Fuego (2022), de Claire Denis – Crítica
Por José Luis Muñoz.
Una imagen idílica nos muestra a dos amantes apasionados besándose mientras nadan en una playa. Sara (Juliette Binoche) y Jean (Vicent Lindon) forman, en apariencia, una pareja perfecta, absolutamente feliz, en la que no falla ni el deseo sexual a pesar del tiempo que llevan juntos. Jean, por lo que se deduce, estuvo en la cárcel por un asunto económico, y no se pudo ocupar debidamente de su hijo Marcus (Issa Perica), un joven mestizo desubicado que no acaba de integrarse, que tuvo con una esposa antillana de la que se separó y está al cuidado de su anciana abuela Nelly (Bulle Ogier). Pero la armonía se rompe cuando vuelve a entrar en la vida de los dos, por razones profesionales que conciernen a Jean (poner en marcha un club de rugby), Françoise (Grégorie Colin), su antiguo socio y antiguo amante de Sara y ésta se da cuenta de que sigue locamente enamorada de él, se comporta como una adolescente en sus citas secretas y no puede evitar acabar en sus brazos de nuevo.
Fuego, que debería haber respetado el título original Con amor y furia, gira en torno a los celos, el deseo femenino y los fantasmas del pasado que vuelven al presente con fuerza inusitada hasta el punto de implosionar una relación que parecía sólida. Claire Denis (París, 1946) retrata a la perfección esa atracción casi suicida que siente Sara hacia Françoise, en la que ambos se abisman, y que ella trata de ocultar a Jean con una cortina de medias verdades (la discusión virulenta sobre si ella besó a su antiguo amante o no en una fiesta) que no hacen otra cosa que empeorar la situación.
La veterana directora de Chocolat, Un bello sol interior y Una mujer en África, entre otras muchas películas, cuenta para la ocasión con la interpretación rocosa de Vicent Lindon, un duro cuya rabia soterrada termina por estallar violentamente cuando todas sus sospechas se hacen realidad, y con una interpretación de Juliette Binoche sencillamente modélica en su papel de mujer infiel y apasionada, consumida por su fuego interior. La escena en la que Françoise y Sara coinciden en una fiesta, después de diez años de separación, acercan sus rostros, se miran y hacen amago de rozarse con las manos, juntan las caras y reprimen un beso, prodigio de sutileza y contención de los dos personajes, ilustra a la perfección esa pasión enloquecida que ambos amantes experimentan, y por la que se sienten arrastrados sin que pueden evitarlo.
Sin llegar al dramatismo de Herida de Louis Malle, podemos decir que la interpretación de Juliette Binoche, espléndida físicamente y a nivel actoral, con una sensualidad a flor de piel, es una de las mejores de su dilatada carrera. La película conquistó el Oso de Plata a la mejor dirección en el último festival de Berlín, pero bien podría haberse premiado también la actuación soberbia de la actriz francesa. Fuego es una disección de las emociones humanas, de las pasiones desbocadas y de esa fiebre que conocemos por amor narrada con una intensidad extraordinaria. Y termina con un guiño a la modernidad: sin teléfono móvil, porque lo ahogó en la bañera, a la protagonista no le toca otra que renacer.