“BLONDE”: Un despropósito con una buena interpretación.
Por Gerardo Gonzalo.
Netflix, en uno de esos cada vez más escasos intentos por dignificar algo su catálogo, acaba de estrenar la película Blonde, adaptación de la novela de una de las más importantes novelistas contemporáneas, Joyce Carol Oates, que elabora un retrato exhaustivo y personal de la actriz Marilyn Monroe.
Empiezo diciendo que no he leído la novela de Carol Oates, no tanto por falta de interés, como por lo disuasorio de sus más de 900 páginas de tamaño, que me han hecho varias veces posponer una lectura, que sin duda afrontaré en algún momento. Pero aunque pueda resultar interesante a la hora de hacer un análisis, el juicio de la película debe hacerse con independencia de su soporte literario. Aunque en un caso como este, donde se entrelaza una gran escritora con una de sus más importantes obras, y que esta además trata la vida novelada del mayor icono de la historia del cine, la expectativa, no cabe duda, tiene que ser elevada.
Tras ver las casi tres horas de película, debo reconocer que me sentí algo desconcertado. No tenía muy claro si había asistido a un descarnado retrato psicológico, audaz en lo visual y sin mucha concesión para el espectador o si por el contrario, estábamos ante un fallido ejercicio de estilo, deslavazado y desesperante. Ya con algo más de distancia, cuando unos días después me pongo a escribir esta crítica, me decanto por la segunda opción, la más negativa. Hay un aire de impostura y artificialidad, en el ámbito de una narrativa inconexa y fragmentaria, que me hace pensar en la desmesurada ambición del planteamiento formal de un director, que realmente no parece dotado para llevar el proyecto a buen puerto.
El artífice de este film es Andrew Dominik, con una filmografía correcta y poco entusiasmante, al menos para mí, que no para Brad Pitt, protagonista de sus dos últimas películas y productor de esta, que al parecer ha debido ver en él un talento especial, que mi limitada sensibilidad aún no ha sido capaz de apreciar.
Al principio, da la sensación de que en la búsqueda de un tono formal para la película, se quiere decantar por algo introspectivo, bergmaniano, con escenarios austeros, monólogos interiores y cierta transcendencia, para luego, en la parte final, cargarse casi cualquier narrativa y girar hacia el más críptico cine de Terrence Malick. Toda esta amalgama, la salpica de momentos que persiguen el impacto emocional y que lo que realmente consiguen es incomodar a un espectador, que como yo, sigue la película entre atónito y descolocado.
El problema de Dominik, es que en toda obra de creación artística, cuando se tienen ambiciones tan desmedidas como estas, la línea entre la genialidad y el despropósito es finísima, y es a lo segundo hacia donde degenera una película, especialmente en una última hora donde la narración se ha perdido, uno ya no sabe qué es lo que está viendo, ni porqué ha llegado la protagonista a la situación en la que está y donde ya apenas hay un hilo argumental que trace la historia y al que pueda agarrarse un espectador, confundido por la mezcla de sordidez y ridícula trascendencia.
Fragmentaria, repetitiva, salpicada de erróneas decisiones estéticas, reconozco que de inicio la veo con un cierto interés, pero que poco a poco va decayendo por los meandros de la repetición, lo truculento, la eliminación de cualquier tipo de argumento y unas ínfulas visuales que en mi opinión, lejos de dotar de audacia al film, acaban provocando cierto sonrojo (aquí habría que dedicar unas palabras al encuentro de la protagonista con el presidente Kennedy, pero un sentimiento de vergüenza ajena me lo impide)
Sonrojantes son también las escenas de abortos y la ralentización extrema y artificiosa de las secuencias de masas, que acercan a la peli más a la Serie B americana de los cincuenta o sesenta, que a este supuesto artefacto lleno de ambición artística, y que al final, acaba recordándome en algunos momentos más al cine de Ed Wood que a otra cosa.
Toda la historia se concentra en unos pocos episodios concretos y una obsesión de fondo por el padre ausente. Un recorrido nada obvio, pero que lejos de ser original, no termina de resultar, en un formato fílmico que exige cierto recorrido, que sitúe al espectador para que a partir de ahí pueda empatizar con el personaje, su sufrimiento existencial y el porqué de sus decisiones y reacciones, más allá de que tengamos que ser nosotros mismos, los que con el conocimiento y particular visión que cada uno tiene de Marilyn Monroe, completemos los huecos buscando ensamblar la obra.
En cualquier caso, y por no hacer una enmienda a la totalidad, a la misma altura del interés por la propia película en sí, estaba la expectativa que suscitaba la interpretación de Ana de Armas, su protagonista, en el retrato más íntimo de Marilyn Monroe que se ha llevado a la ficción. Aquí, sí que absuelvo con claridad a la actriz. Creo que su ejercicio de exposición extrema a lo largo de la película y la sensación de vulnerabilidad que transmite son, por sí solos, elementos de gran valor, aunque lastrados por un film que no está a la altura de su interpretación. Su recreación es valiente, veraz y mimética cuando debe serlo. Da la impresión de darlo todo, de no dejarse nada dentro. Una interpretación que supera a la de sus fantasmagóricos compañeros de reparto (espectrales y episódicos) y donde reside el mayor interés de la película, que es verla en su descarnada exposición, como una mujer en el alambre y siempre a punto de quebrarse.
En resumen, una película largamente esperada, que tras un inicio prometedor, acaba degenerando en un fallido ejercicio de estilo, que termina provocando la desconexión y el aburrimiento, en un espectador, que como yo, se queda no fascinado, sino atónito ante lo que se le muestra. Una pena.
Una pelicula desgarradora, tanto como la vida misma y genialmente interpretada por cada uno de los actores desde la pequena Norma al mas baboso de los directivos de Hollywood.
Otra cosa es no haber visto lo que muchos y digo muchos esperaban ::..un caramelo.
Es amarga como el café…y no a todos le gusta el café amargo, algunes le ponen Azucar.