‘Cuaderno de viaje al país natal’, de Alfonso Armada

Cuaderno de viaje al país natal

Alfonso Armada

La umbría y la solana

Madrid, 2022

597 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

Los libros de viaje están sujetos a la maldición de acumular polvo, que indica que por ellos pasa el tiempo. Es inevitable, pues no dejan de ser testimonio de un momento y ese momento pertenece al pasado. Uno se pregunta si ésa puede transformase en la virtud de un libro de viajes, el hecho de construirlo, precisamente, sobre el viaje al pasado, que viene a ser tanto como decir el viaje a la infancia. Frente al momento presente, hasta la semana pasada ya pertenece a la infancia de lo que somos. Para añadir un sabor a clásico, remitiéndonos todavía con más énfasis a la literatura que un día agradecimos y hoy regresamos a agradecer, hay que escribir bien, con un ritmo de trote mantenido, con un lenguaje ajustado. En este empeño, y con una resolución más que digna, Alfonso Armada (Vigo, 1958) nos ofrece un libro en el que recorre Galicia, su tierra natal, con un espíritu crítico, porque no deja de ser un encuentro a la defensiva, como reconoce cuando confiesa que marchó a Madrid poniendo tierra de por medio de un país “en el que todo era susceptible de ser convertido en herramienta, en arma política: la lengua, la patria, el ser como una línea en la tierra y en el agua para diferenciarse y definirse”.

De la contradicción, del conflicto, nacerá esa forma de mirar en ocasiones con pequeña ironía, en ocasiones buscando una reconciliación que se hace posible en función del alma de su interlocutor. Su postura política, o su no toma de postura en lo que entendemos por política institucional, irá marcando cómo define este territorio, que es país por tener su idiosincrasia sin reivindicarla, que es nación por tener sus estructuras de autonomía, pero que no es Estado y que uno se pregunta qué necesidad existe de constituirse en Estado si ya es país por la facilidad con que se distingue del resto del mundo. En cualquier caso, Armada se muestra como un vehemente defensor de posturas no nacionalistas, ni en Galicia ni en ningún otro terreno, acotado por vaya usted a saber qué avatares históricos o personales.

«Este es un país hermoso, ¿quién lo duda? ¿Pero cuál es mi vínculo con él? De todos modos, lo que sí sé es que yo no amo a mi país. Quizás porque piense que en ese amor a un país se esconde una suerte de aberración política y moral». Entonces, uno se pregunta, ¿qué le motiva a emprender el viaje y a persistir en él con tanto detalle, con tanta rotundidad? Aquí y allá aflora alguna mención a la infancia, pocas, pero son las que al lector le ayudan a sentir momentos de descanso: «Sus palabras ponen misteriosamente en marcha recuerdos de juegos en patios olvidados, de cuando la infancia era en Vigo una película que la lluvia borraba y el sol restauraba, la lluvia encendía y el sol desvanecía». ¿Viajamos con él para encontrar esos segundos salvíficos? En realidad, encontrar esos instantes son los que justifican toda una vida.

Existe, eso sí, un empeño en mostrarnos que esa vida no ha sido malgastada, ha sido un continuo sembrar para recoger lo mejor en esos momentos. Ahí está la erudición, con muestras constantes de miles de lecturas. Y la capacidad de observación, una constante en quien fue uno de los corresponsales más perspicaces y sensitivos que ha dado nuestro país. Está la continua reflexión acerca de cómo está quedando nuestro planeta, inevitablemente comparando realidad e ilusiones de las personas, realidad e infancia. Ahí está la búsqueda constante de formas de arte, desde las poéticas a las que se pueden encontrar en sencillos museos marítimos. Y la aparición de los tópicos acerca de Galicia, que él transforma en huellas por las que orientarse en un sendero que no parece trazado a priori. Está toda la documentación replicada, que es una selección indicándonos qué nos puede mover a interés para visitar esta tierra.

Y todo esto buscando dar testimonio, sí, de su paso por la piel de Galicia, pero también estudiando la necesidad de construir una identidad de un país que, ya lo hemos comentado, se ha ido construyendo sola, sin batallar, a pesar de que Armada no considere que éste sea su país: “No sé cuál es mi país. Prefiero Portugal.”

Y luego está todo eso de los libros de viajes y los viajeros tratando de explicarse a sí mismos, tratando de encontrar su identidad y demás lugares comunes, que Armada solventa al principio de la obra con un sencillo comentario: “¿por qué renegar del Pórtico de la Gloria si es compatible con Franz Kafka?”. Estamos en la belleza triste de un libro de viajes que no puede ser completo, porque no hay vida que lo sea.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *