Cuando literatura y fútbol se entretejieron en América

 

La literatura, lejos de ser una expresión artística cerrada y elitista, obtiene su inspiración de los más diversos ámbitos, desde lo más underground hasta de los fenómenos de mayor popularidad en la sociedad. En el Río de la Plata del s. XX, Parra del Riego y Quiroga inauguran una línea de escritura que hermana al fútbol con la escritura, y marca un camino que, décadas más tarde, escritores de la talla de Eduardo Galeano o Eduardo Sacheri explorarán con sus textos deportivos. Parra del Riego escribe un tributo a un muy peculiar delantero, mientras que Quiroga reproduce el calvario de un jugador que decide quitarse la vida por su club. Este tristísimo hecho distorsiona qué es sentir los colores del club de los amores de una persona, que debería constar más de ir al estadio para apoyarlo, cantar sus temas característicos con todas las fuerzas o, incluso, apostar por este equipo en la app bethard.

 

Polirrítmico dinámico a Gradín 

 

Es bien conocida y documentada la cosecha de los inmensos éxitos de dos Juegos Olímpicos –Paris 1924 y Ámsterdam 1928 – y una Copa del Mundo –1930 –obtenida por la selección uruguaya en las primeras décadas del s. XX, cuya culminación se produciría con la gesta del Maracanazo ante Brasil, tras la reanudación del fútbol internacional luego del fin de la Segunda Guerra Mundial. Menos popular es, por otra parte, la impactante revelación de que buena parte del éxito granjeado por este combinado nacional se produjo por la pionera inclusión de jugadores descendientes de africanos subsaharianos en su plantel. Antes de que José Leandro Andrade, la “Maravilla Negra”, estremeciera toda Europa occidental con su baile y sus cualidades técnicas y atléticas superlativas, estuvo Isabelino Gradín, gloria de Peñarol y bicampeón de América con la selección uruguaya. Solo el poeta de Huancayo Juan Parra del Riego, residente en Montevideo, sabrá la honda impresión que le produjo este fenomenal jugador sobre el césped de las canchas del país charrúa –especialmente Las Acacias del “Carbonero”–, sin embargo, sí intentó compartirla en la forma de un poema novedoso que honra a este colosal ídolo de ébano. La polirritmia, cabe mencionar, es un concepto musical de África, que casi parece retratar en su forma caótica y vertiginosa a las veloces zancadas de Gradín por las bandas. Parra, fiel a la influencia de la vanguardia italiana del Futurismo, compara a Gradín con diversas máquinas, pero también lo hace con otros elementos potentes, propios de la naturaleza. Es, a la vez y sin contradicción, animal voraz, hombre e ícono que los trasciende, lo define como “bronce vivo de la múltiple actitud”, jugando al fútbol casi vuelto una estatua, un homenaje a sí mismo y a su estirpe. “Metralleta” y “relámpago” lo sustantivan, pero también “oboe” lo termina por definir, porque el instrumento musical es paralelamente el artefacto artístico y el artista que lo usa y le da vida, máquina y hombre unidos.

 

Juan Polti, half back

 

Horacio Quiroga, prolífico narrador uruguayo que integró la Generación del 900 y fue el sucesor rioplatense de la obra de Edgar A. Poe, es un escritor marcado por una vida trágica, plagada de reveses, pérdidas familiares y en la que tanto la escritura creativa como el exilio ermitaño al norte misionero de Argentina supusieron un intento vano de eludir un fin fatal. Él, en mayo de 1918, publicó en la revista porteña Atlántida un somero cuento titulado “Juan Polti, half back”, inspirado en el suicidio del idolátrico jugador de Nacional, Abdón Porte, efectuado el mismo año, pero a principios de marzo. El futbolista real apodado “El indio”, se mató incomprensiblemente por el presunto deshonor que le suponía perder la titularidad. Es posible que la sustancia real en la que el autor se basara para la redacción de su texto le fuese confiada por José María Delgado, presidente del Club Nacional de Fútbol de la época y amigo cercano suyo, al ser también oriundo de Salto. El cuento en sí narra la historia de un jugador analfabeto que, de la misma forma insospechada que consigue llegar a la élite del fútbol, desciende estrepitosamente de esta. A partir de la metáfora de “fuerte alcohol de varones que es la gloria” se puede interpretar el porqué de la atribución: la gloria, al igual que el alcohol más fuerte, marea, solo puede ser degustada en la época por un hombre modélico, viril, que puede sesgarse la perspectiva de sus propias circunstancias. El mayor atributo de Juan Polti era la potencia hercúlea de su cabezazo, justamente, el empleo de la parte de su cuerpo que solo ha usado en un sentido literal, particular, y no ha cultivado en su dimensión más intelectual: su cráneo se reduce solo a ser un “caracol sonante” que replica los aplausos de la afición. Privilegiado, pero iletrado. Adorado por su calidad futbolística, pero desorientado como el título del tango de Caló cuando el sonido de los pitidos se disipa en la noche del declive del cuerpo. Quiroga predice, de alguna forma, la imperiosa necesidad de instrucción del futbolista para luego de su trayectoria y la propia brevedad violenta de esta, incluso antes de que el fútbol se viese transformado en el aparato de entretenimiento mediático más viral del mundo. Polti “delira” por su fama, delira metafóricamente por el goce sin precedentes para el que no está preparado para afrontar de forma adecuada, y delira anticipadamente, como preámbulo de su propio final cuando se agriete su estatus de ídolo de barro. Se entremezclan, casi con puntualidad de crónica biográfica, realidad y ficción en la despedida de Polti –Porte –. En el centro del Gran Parque Central, en dos planos distintos, Abdón y Juan se colocan el arma de fuego en el pecho y jalan el gatillo. El corazón del “bolso” que no aguantó la decadencia tampoco resiste la penetración de la bala: persona y personaje fallecen en el acto.

 

 

En definitiva, ambos textos permiten constatar en paralelo cómo el s. XX marcó al fútbol como el objeto inspirador para varias disciplinas artísticas y se transformó en un fenómeno cuya popularidad trascendió toda clase de barreras étnicas o de clase social.

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