‘Montevideo’, de Enrique Vila-Matas
EDUARDO SUÁREZ FERNÁNDEZ-MIRANDA.
“Enrique Vila-Matas se ha construido su propio maletín portátil de pasiones literarias irremediables, para la sobrevivencia. (…) Ha culminado su capacidad de duplicidad e ironía, de equívoco y juego, de relativización desquiciada de la realidad, por medio del doble sentido y de un gran entramado, a manera de logia ocultista y secreta de palabras, contraseñas y hechos sorprendentes en todo momento”. La escritora Mercedes Monmany, hace referencia, en estas líneas, a uno de los primeros trabajos literarios del escritor barcelonés, Historia abreviada de la literatura portátil.
Sin embargo, bien podrían servir para definir lo que ha sido, hasta ahora, toda la narrativa de Vila-Matas, incluido su último libro, Montevideo. Publicado por Seix Barral, la que se ha convertido en su editorial habitual, en esta novela heterodoxa, estamos ante un narrador que comienza a “observar señales en puertas y en cuartos contiguos, símbolos que comunican París con Cascais, Montevideo, Reikiavik, St. Gallen y Bogotá, y que le van devolviendo sigilosamente a la escritura, al deseo de transformar en láminas de vida ciertas experiencias que, como mínimo, piden a gritos ser narradas”.
Vila-Matas invita al lector a descubrir que hay de real o ficticio en lo que narra. El escritor busca crear una ficción con visos de realidad, o una realidad ficticia. Ofrece pistas que nos hacen creer que el narrador es el propio autor de la novela. Eso empuja al lector a continuar con la lectura y tratar de descubrir quien se esconde tras el narrador.
Montevideo parte de una anécdota real que le contó al autor una amiga argentina: “Había dos cuentos, uno de Bioy Casares y otro de Cortázar escritos en el mismo hotel que pasaban en el mismo hotel y que estaban escritos al mismo tiempo sin yo saberlo. De ahí que tomé nota del hotel, el Hotel Cervantes, en la calle Perdida de Montevideo. (…) En esta habitación del cuento de Cortázar estoy entre la realidad y la ficción de una forma clarísima”.
Como en muchas de las obras de Vila-Matas, el libro contiene citas de escritores, Paul Valéry, Juan Eduardo Cirlot, Robert Walser, o George Steiner, quien sentenciaba: “Lo que me interesan son los errores, fruto de la pasión, los errores que se comenten arriesgando. ¡Qué horror, santo cielo, el afán de no equivocarse!”. El escritor barcelonés demuestra especial interés por Antonio Tabucchi y su Dama de Porto Pim, a la que dedica páginas elogiosas. Este gusto por las citas, las explica el propio autor cuando señala que hace ficción desde “un espacio que suelen ocupar los ensayistas o los poetas. Creo que esto es importante, ver que en realidad es la voz de un ensayista. Por eso en ocasiones hay citas como las que practican los ensayistas y de hecho, lo que se escenifica en cualquiera de mis libros no es exactamente una trama. No hay argumento”.
Efectivamente, no estamos ante un novelista convencional, lo ha demostrado a lo largo de tantos años, con libros como El mal de Montano, Doctor Pasavento, o Kassel no invita a la lógica.
Su obra ha recibido, entre otros premios, el Ciutat de Barcelona, el Meilleur Livre Étranger, o el Formentor. Precisamente, el jurado de este premio señaló como una de las aportaciones de su literatura “la absorción de autores y obras desapercibidas en nuestra memoria cultural, la perspicaz integración de olvidadas contribuciones literarias, han hecho de la obra de Vila-Matas una polifonía que da a la figura del Autor un nuevo significado: creador de formas narrativas inesperadas pero también heraldo de lo que había sido olvidado por la perezosa amnesia de nuestro tiempo”.
Sin duda, nos encontramos ante un clásico contemporáneo de gran originalidad.