«Naturaleza.s», de Ricardo Martínez-Conde
Por Francisco J. Castañón.
El arte de escribir haikus no es sencillo, aunque pueda pensarse lo contrario. En el Prólogo al libro El bosque del tiempo de Juan Ruiz de Torres, el escritor japonés Fumío Haruyama señala las “extremas dificultades que presenta” esta composición y de como “la aparición de un solo haiku auténtico suele ser saludada con admiración en el país del Sol Naciente”. Explica Haruyama como los tres versos del haiku se escribían en Japón sin rima “hasta la llegada de las influencias occidentales” y que “la triple condición establecida por Matsúo Bashó: naturaleza, estaciones del año y foto fija de una escena que pueda ser aplicable al hombre” son el basamento de un género en el que en la actualidad los propios poetas japoneses se permiten ciertas licencias. Por ello, entiende Haruyama la necesidad de acomodar la austeridad o sequedad del haiku a “la poesía habitual de la lengua de Cervantes”.
Con el libro Naturaleza.s, Ricardo Martínez-Conde se une a la nómina de poetas que han optado por el haiku como forma de expresión. Con la delicadeza y hondura inconfundible de este género nipón, el autor indaga y se observa en la naturaleza. Lo hace con una visión perspicaz y, al tiempo, reflexiva, diríase metafísica, quizá porque en la contemplación de la naturaleza el ser humano puede ver reflejadas, como en ningún otro ámbito, las grandes cuestiones que afectan sustancialmente al devenir de su existencia.
La naturaleza, como advirtieron los krausistas y muy especialmente Francisco Giner de los Ríos, no solo es fuente de conocimiento, también puede ser un sentir espiritual. Ricardo Martínez-Conde parece recoger en sus haikus esta idea, eso sí, adecuándola a su personal filosofía y al discurso poético que establece en el libro. No podemos obviar que somos parte de la naturaleza. En ella renovamos nuestro ímpetu por la vida cuando contemplamos una puesta de sol: “Muere el sol: / la quietud de la luz / me abraza”, proclama el autor. En la naturaleza perseguimos respuestas que en otros entornos no somos capaces de hallar: “Ella le ama. / Silencio confidente, / como en el mar”, apunta el poeta en otro haiku. Incluso esa búsqueda del sentido último de nuestro paso por el mundo se pone a prueba en las escenas que nos brinda la naturaleza: “Jilguero yerto. / Nadie recordará el color / de sus ojos”, leemos en las páginas del libro.
Al igual que los viajeros ilustrados españoles del siglo XVIII ambicionaron descubrirse en los colores de su tierra, como apuntó Gaspar Gómez de la Serna, nuestro poeta anhela reconocerse en los diversos elementos de la naturaleza que le circunda. Martínez-Conde nos convoca en sus haikus a compartir por un instante los hábitats o esas manifestaciones de la naturaleza en las que fija su mirada: “Cuando nieva / la espera se convierte / en ceremonia”, anota el poeta.
Naturaleza en la que quizá sea posible percibir las claves para comprender nuestra compleja condición humana. Al fin y al cabo -me permito traer a colación unos versos de mi poemario Fuenfría-, somos “de la misma sustancia / que el milano o la gineta, …”. Esa naturaleza en la que desde tiempos inmemoriales hemos querido averiguar el propósito de nuestra materialidad y ante la que emergen múltiples incertidumbres: “Mira la nube. / ¿Tiene forma de duda, / como el destino?”, escribe Martínez-Conde.
Por otro lado, es significativo que el autor haya querido titular su libro Naturaleza.s, jugando con el singular y un plural añadido, solo separados por un punto introducido adrede. De esta forma, resalta las diversas dimensiones que alcanzamos a descubrir en un espacio tan repleto de dinamismo como es la naturaleza, donde todo está en continuo movimiento, todo es vitalidad y nada permanece más allá del curso determinado y armonizado en sus leyes. El poeta logra subrayar, con este nudo de palabras, su idea de una naturaleza capaz de sorprendernos con las diferentes naturalezas que atesora, para quien sea capaz de descifrar su más reservada esencia.
Pero en estos haikus de Ricardo Martínez-Conde la naturaleza toma a veces esa forma abstracta en la que se configura el pensamiento: “Olvido. / ¿La nostalgia acudirá / a la cita?”, anota. El misterio y las revelaciones están en la naturaleza, así lo percibe el poeta en sus haikus. Sirvan estos versos de muestra: “El joven mirlo / ha cambiado de rama: / Inestabilidad ” , “La abubilla / se ha posado en la rama, / ¿me recuerda?” o “Árbol y urraca / esperando. Mañana / de viejo invierno”. Y, para quienes seguimos de cerca la producción poética del autor, no sorprende la introducción de alguna que otra nota de ironía y humor: “Paciencia, / se dice el caracol / Ríe la lluvia”.
El premio nobel de literatura Herman Hesse escribió en su libro El caminante que “Quien ha aprendido a escuchar a los árboles, ya no desea ser un árbol. No desea ser más que lo que es”. En estos haikus de Ricardo Martínez-Conde atisbamos a un poeta que ha escuchado a la naturaleza y, como nos dice Hesse, no desea ser más que lo que es. Como “El velero / sobre el antiguo mar / busca, gozoso”, estos haikus se presentan ante el lector como el fruto de una búsqueda y un viaje interior. Haikus para leer despacio y pensando en lo que leemos; lo advierte el poeta.
Naturaleza.s
Ricardo Martínez-Conde
Edita.: C.E.E.H., Madrid, 2022.