«Queen Lear», malograda versión libre del original de Shakespeare

Horacio Otheguy Riveira.

Desde la primera escena con estridente música de hoy en la que bailan alegremente las dos hijas de la reina Lear (olvidemos el traspié de llamar Queen Lear a una versión libre en completo lenguaje castellano), estamos ante una visión contemporánea del conflicto familiar imbuido de ambiciones, poder, traición y guerras fratricidas, todo lo cual expresado con un lenguaje escénico que se quiere nuevo, diferente, lo más alejado posible de las convenciones teatrales con las que se ha tratado la pieza de Shakespeare, si bien Lear ha gozado y padecido toda clase de versiones. La originalidad podría establecerse en que es la primera vez que una madre y no un padre es el eje de todas las pasiones…

De entrada el rey es reina y el bufón es interpretado por una actriz con apariencia de chico, después hay un recorrido ligeramente fiel en algunos aspectos y sumamente diferente en otros, en un contexto escenográfico de gran distanciamiento, algo que ocurre con casi todos los profesionales de la producción: distantes, irreconocible su talento frente a otros trabajos generalmente ricos en matices o factibles de discutir, pero a partir de propuestas más sólidas, más serias que esta especie de desbarajuste del quiero y no puedo con que se pretende, por un lado invadir la esencia de la genial tragedia, y por otro lado aprovecharla en un contexto nuevo.

Nada de esto se consigue, y creo que por falta de línea argumental, ya que prevalece una notable confusión conceptual, a tal punto que una gran actriz como Mona Martínez [aplaudida con entusiasmo en estas páginas (1)] carece de un diseño preciso para su personaje, pues deambula prisionera de un texto monocorde, que la obliga a alejarse de matices, en medio de escenas sin fuerza dramática con encuentros y desencuentros con sus hijas sin emoción alguna, en un recitativo que rara vez se enriquece para dar paso a la teatralidad propia de un reino en descomposición por caprichos de su majestad y brutal avaricia de las hijas escogidas para reinar en su nombre. Les entrega todo convencida de que el amor que dicen profesarle es auténtico y desprecia a la más sincera. Lo que en la obra original se plantea como un camino lleno de guijarros para quien en busca de amor encuentra la hostilidad que, de algún modo, dio a mamar, aquí se exhibe de manera superficial, a manera de una caricatura que se esfuerza por crear un vehículo auténtico que, sin embargo, se pierde en un texto farragoso, monótono, que se interpreta fríamente, sin convicción, entre mesas con ruedas donde se sientan o camas donde se supone habita alguna lujuria, todo en frío, moviéndose por los propios intérpretes, quebrando ritmos, desalojando la poca tensión dramática que a ratos se consigue.

Hay, a favor del notable empeño, algunos momentos de videoescena conseguidos y, sin duda, todas las escenas en la que hace su acto de presencia Beatriz Argüello (foto), tanto en la Condesa de Kent como en el bufón, personajes travestidos del original, que sí están perfectamente diseñados en texto y dirección, y que la actriz los domina en plenitud de recursos, como si fuesen esculturas delineadas con precisión hasta cobrar vida en gestos, expresión corporal y voz. La espléndida intérprete de obras tan diversas como El castigo sin venganzaKafka enamorado, da una clase magistral. Como dijo una compañera de butaca: “Cuando Argüello aparece, se hace la luz”. Cuando desaparece de escena, vuelven las tinieblas.

¿Dónde está la vertiginosa necesidad de rebelarse ante la abeja reina? ¿Por qué han de ser dos chicas frívolas tirando a estúpidas sin término medio? ¿A cuento de qué la historia del bastardo se pasa de prisa y corriendo? ¿A qué se debe que el gran personaje del bufón tenga tan poco texto, tan breves sus escenas sin tiempo para trascender hasta el último aliento del Lear shakespeariano? ¿Cómo justificar el cambio de final, que destroza por completo la poética creada por Shakespeare? Estas y otras preguntas se me quedan en el tintero, aún asombrado por lo que he visto.

Seguramente todo mejorará en manos de una grande como Mona Martínez y de otra, más joven, pero con felices antecedentes, Marta Torres, pero difícilmente se enriquezca la recreación vacía de contenido —hasta dar con un final de rancio melodrama— de autores y directora, sorprendentemente unidos para romper el hechizo de una obra maestra..

 

Texto: Juan Carlos Rubio, con la colaboración de Natalia Menéndez, a partir de la obra de
Shakespeare
Dirección: Natalia Menéndez

Intérpretes:

Mona Martínez (Queen Lear) Beatriz Argüello (Duquesa de Kent/bufón) Sara Rivero (Goneril) Amaia Sagasti (Cordelia) Marta Guerras (Regan) Lander Otaola (Edmon) Alberto Jo Lee (Rey de Francia)

Diseño de espacio escénico Alfonso Barajas
Diseño de vestuario Alberto Valcárcel
Diseño de videoescena Pedro Chamizo
Diseño de iluminación Luis Perdiguero
Diseño de espacio sonoro y música original Luis Miguel Cobo

Movimiento escénico Mey‐Ling Bisogno
Ayudante de dirección Pilar Valenciano
Ayudante de escenografía Laura Ferrón
Residentes de ayudantía de dirección Valle del Saz y Noelia Pérez

Una coproducción de Teatro Español con Entrecajas Producciones Teatrales SL.

Del 15 de septiembre al 6 de noviembre de 2022. Teatro Español. Sala Principal

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(1) OTRAS CREACIONES DE MONA MARTÍNEZ EN CULTURAMAS:

Las dos en punto

Óscar o la felicidad de existir

Mi película italiana

Dios K

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Últimas versiones de Rey Lear representadas en Madrid:

Compañía Atalaya protagonizada por Carmen Gallardo;

King Lear por Wu Hsing-Kuo: Impactante versión taiwanesa;

Lear (Desaparecer), Gómez Pando en versión de Carlos Tuñón

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