El coraje de un juez en el terror de «Melilla 1936», cuando la guerra dio el pistoletazo de salida
Horacio Otheguy Riveira.
Desde lo que se cree normal y bien ajustado a razón, la irrupción de una violencia que irá carcomiendo un estado social y la vida de un hombre íntegro, cuya valentía se despliega con serenidad no exenta de angustia. Calma y sosiego la de un autor como Luis María Cazorla que hilvana acontecimientos históricos para permitirnos compartir territorio con su protagonista, y los acontecimientos de aquel año funesto en que comienza la guerra civil española. Pero en Melilla, como un microcosmos de la España llena de contrastes sociales y revulsivas pasiones políticas. Una ciudad fronteriza con unos 52 mil habitantes en la que suceden dramáticas circunstancias, en especial para quien se aboca a ejercer el Derecho Republicano.
El estilo de la novela rinde culto al discurso pausado, como si nos contara la historia un caballero que ha pasado mil y un avatares. Con un dramatismo muy contenido, articulado en torno a los Diarios del protagonista, Joaquín María Polonio Calvente, de manera que el horror de los hechos se describan desde la debida atención de la distancia. Así, los lectores nos convertimos en observadores, jueces también de un tiempo de implacable crueldad, y por tanto de infinita injusticia que el protagonista de la historia quiso frenar con las mejores armas de que disponía.
«El J. J. Sister, barco de la Trasmediterránea conocido coloquialmente como el Melillero, hacía ligeras arfadas mientras dejaba atrás el puerto de Málaga con rumbo a Melilla.
Joaquín María Polonio Calvente se acompasó al vaivén del barco y tabaleó en la madera de la barandilla que separaba a los pasajeros de unas aguas del Mediterráneo que empezaban a rizarse. Por muy bien que fuera todo, pensó, tardaría en volver a la península, pues tenía información fiable de que el juzgado de primera instancia e instrucción al que iba destinado acumulaba mucho retraso. El aire fresco y salino le acarició más perceptiblemente cuando cambió de babor a estribor para contemplar mejor que las brumas del lejano horizonte empezaban a engullir los restos de la costa, mientras el buque dejaba atrás una estela blanca como despedida del mundo que se alejaba.
No era un principiante. Había superado la oposición en julio de 1928 con el número catorce de los treinta y ocho nuevos jueces. Ocupó inicialmente el juzgado de Vitigudino, donde tuvo algún enfrentamiento con las fuerzas vivas del partido judicial. Allí inició la preparación del libro sobre la jurisdicción en materia de comercio, que, publicado en 1935 por la Librería General de Victoriano Sánchez, y prologado por Joaquín Garrigues, tantas alegrías le estaban proporcionando.
De pronto, la subida y bajada de la línea del mar se acentuó al ritmo de los movimientos de la embarcación. Polonio Calvente tuvo que abrir más las piernas para procurarse la estabilidad. Con el cambio forzado de postura los perfiles de su figura se dibujaron con mayor nitidez. No era ni grueso ni delgado y no tenía mala estatura; una casi constante tensión nerviosa perturbaba los rasgos armoniosos de su cara. Su aspecto no era el de uno más de los funcionarios o empleados de cierto nivel que daban el salto a Melilla por motivos relacionados con su trabajo. Un empaque especial remachado por su serio atuendo delataba su condición de juez a poco que se reparara en él.»
Poco después de las elecciones generales que ganó el Frente Popular en febrero de 1936, Joaquín María Palomo Calvente, culto juez de carrera como fue calificado por el maestro de juristas Joaquín Garrigues, llega cargado de ilusiones a Melilla para ponerse al frente de su juzgado de primera instancia e instrucción, consciente de que la labor de un juez, sobre todo en esos días convulsos, debe buscar siempre la conciliación de intereses. Pronto se sumerge en una Melilla tensionada en la que grupos de militares y civiles encabezados por el teniente coronel Juan Seguí Almuzara se encuentran inmersos en los preparativos del levantamiento militar que, a la postre, se iniciaría allí el 17 de julio de 1936. «Polonio Calvente actúa como un escrupuloso garante de la legalidad vigente, hasta sus últimas consecuencias, y su ejercicio profesional amenaza con irritar a los que traman una sublevación contra el régimen de la Constitución de 1931».
A través de la peripecia personal del juez Polonio Calvente, el catedrático, académico y escritor Luis María
Cazorla describe con detallado rigor histórico y cuidado estilo el tenso y dramático escenario social, político y económico de una Melilla en la que se produjo el estallido inicial de la tragedia que flageló a España de 1936 a 1939, con efectos que aún hoy perduran.
Melilla 1936 constituye la tercera entrega de la trilogía de novelas históricas que el autor ha dedicado a la Segunda República, cuyos precedentes son La rebelión del general Sanjurjo y La bahía de Venus. Pero la gran diferencia respecto de obras anteriores del mismo autor reside en que esta vez todos los personajes son reales: todos ellos vivieron en aquella España desgarrada y fratricida que nunca más debe volver a repetirse.
EXTRACTO DE LA ENTREVISTA AL AUTOR REALIZADA EN EL FARO MELILLA en JULIO 2022
[…] -Todo lo que está reflejado en la novela es que ocurrió. Por ejemplo, cuando yo hablo que el que sería presidente de la Real Academia, Luis Jordana de Pozas, comió con el juez en la Hípica de Melilla el 17 de julio, yo sé que eso ocurrió, están en el sumario las declaraciones de uno y de otro. Pero claro, yo lo que me imagino para mi novela es la conversación que pudieron mantener, conociendo la psicología y la formación de uno y de otro. Por lo tanto, los hechos y las personas que aparecen allí son reales. Y eso ha ocurrido. En esta novela no hay ningún personaje de ficción.
-Esta obra cierra una trilogía sobre la etapa del Protectorado y la Segunda República en España, ¿Por qué le atrae este periodo histórico tan concreto de nuestra historia reciente?
-Me parece muy interesante el saber por qué se adelanta el levantamiento del General Franco en Melilla. Por qué empieza en Melilla el 17 de julio. Yo eso lo sabía, tenía algún dato, pero ¿qué es lo que determinó que se adelantara y que todo comenzara en Melilla? Esto, mezclado con que me encontré con un personaje muy curioso, que es el juez de primera instancia de entonces. Hay que decir que era doctor en Derecho. En un libro que publica el gran maestro de los juristas don Joaquín Garrigues, al que los juristas le llamaban ‘el divino’, lo califica en el prólogo como un juez culto. El juez es un personaje que llega a Melilla en marzo del 36 y que es una persona interesante en sí. Así que, con la combinación de estos dos elementos, era una materia muy novelable.
-Para una persona que no conozca nada de esta obra, ¿Con qué adjetivos podemos definir a este juez? ¿Qué caracteriza al protagonista de la obra?
-Lo primero que le caracteriza es el ser un jurista, un profesional y no un político. En segundo lugar, y como apunta don Joaquín Garrigues, es un juez culto. No solo sabía derecho. Y en tercer lugar, por encima de todo era un profesional que tenía que aplicar la ley. La aplica según su entender, a veces en favor de un lado político y a veces en favor de otro. Y yo creo que es el prototipo, una muestra más de la tercera España; es decir, el que se encuentra en mitad de los dos bandos y es una persona que se ve arrastrada. Y si habría que calificarlo políticamente, pues es un liberal, como mucho azañista, como mucho. Además, le tocó ser delegado gubernativo en unas fechas tremendas.
-Llama la atención que este personaje parece realmente de ficción, de no ser porque sabemos que es real…
-Es tan real como que está enterrado en el cementerio de la Purísima. Es que está ahí. La placa se puede visitar: Joaquín María Polonio Calvente. Sabemos dónde vivía, cómo se llamaba su mujer, cómo retiraron el cadáver, el bar al que acudía, que se llamaba La Roca y estaba donde ahora está el monumento a los caídos en las guerras de África… Todo es cierto y así está reflejado en la obra. Claro está, lo que sí que he novelado son las conversaciones, por ejemplo una durante una cena en el Casino Militar. Eso yo me lo imagino. Por ejemplo, ahí sale el teniente Arrabal, que es el padre de Fernando Arrabal. Es alguien totalmente real. […]
Luis María Cazorla (Larache, Marruecos, 1950) es doctor en Derecho, catedrático de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, abogado del Estado, letrado de las Cortes Generales e inspector de Servicios del Ministerio de Economía y Hacienda. En la actualidad ocupa también el cargo de secretario general del consejo de administración de Bolsas y Mercados Españoles. Además, ha publicado en las últimas décadas numerosas obras jurídicas y científicas. Igualmente, es autor de varios libros de relatos, así como de novelas históricas centradas en la época del Protectorado español en Marruecos y de la Segunda República.
Que increíble artículo! Disfruté mucho leyéndolo, felicidades!