«Esbozos y tanteos», de Francisco Castaño
Por Ricardo Martínez.
Creo que el buen lector, el atento a la palabra limpia y elegida, a la sonoridad del mundo imaginado literariamente; el lector atento a lo significados sustanciales –más o menos expresos, pero sí intuidos- de las palabras, y a un cierto sentido del humor que allana el camino de comprensión de las cosas turbias, se dirá después de entrar aquí y allá de este libro tan breve como enjundioso: ‘pues si así son para este autor los Esbozos y tanteos (Fundación Jorge Guillén, Valladolid) que ofrece de su obra, el conjunto general de su labor poética promete.
Y es que la lectura de estos poemas con caprichosa rima saltarina y un simpático juego de espejos en cuanto a la exposición de los valores de las cosas se hace de tal manera una tarea llana, entretenida y enjundiosa que, hurgando aquí y allí, pronto se nos hacen pocas las páginas que se nos ofrecen.
«En las primeras horas de la tarde. / Lo que llamamos cielo, / adopta un aire grave.// El gris plomizo que le pone cerco. / Anochece el paisaje. / No parece que sea un buen espejo / el cielo en que mirarse» (de ‘Le vent se leve’). Y yendo por este leer, con el acompañamiento de una sonrisa, el que lee se dice: ¿es metafísica?, ¿es física sin más? Ah, ya, ¡es Ontología!
Qué bien, que descanso entre tanta maraña de palabras que se nos ofrecen desde los tronos poéticos, desde las didácticas salvadoras, desde los cerros de Úbeda (e hijuelas).
Bienvenido sea el campo llano, la mies en su sitio, siempre prometedora de grano, y el aire con su aquel de brisa liberadora, y la luz a su modo callado. Qué bien. Así que continuo: «Como clavadas en el aire quieto, / en orden, se diría, de combate. / Las nubes no presagian nada bueno. / Es posible que llueva y que no escampe. // Sobre la mesa de trabajo observo / Que el blanco del papel se vuelve mate,/ Como si se apagara desde dentro / Por no desentonar con el paisaje» ¡Ya vuelve la metafísica inoculada a través de la palabra bien elegida!
Y continúa: «Pero de pronto…» No, ahora sí que no. Me niego a seguir, porque esto promete y quiero preservarme algo como postre. Que continúe el lector a solas, que bien se lo merece y disfrutará, a buen seguro.
Yo, desde luego, como lector –ahora ávido– volveré para enredar los dedos entre las páginas y las letras, volveré para no abandonar la sonrisa de los labios y para sentir que, con esta llana ternura, el bueno de Paco Castaño está consiguiendo que me sienta como un algo así de una persona mejor.
Todo gracias al verso bien cumplido, terso y aseado; al horizonte que promete a la inteligencia y al sentir del atareado corazón. Sí, volveré a la lectura, además, y ya quiero decirlo, porque he podido hurgar en una página donde, por fin, se me ofrece una definición de poesía. «Poesía es lograr que un infinito / en los límites quepa de lo escrito».
Y ahora sí que lo dejo por hoy. Allá cada cual lo que entienda por infinito y lo que pone o no pone dentro de él; allá cada cual con su soledad.
A mí lo que me pide decir es: ¡enhorabuena autor! Muchas gracias.
¡Enhorabuena, lector!