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Jason Aaron y Dennis Hallum nos sumergen en un océano repleto de estrellas

Portada del primer volumen de Sea of Stars.

La creatividad de Aaron, Hallum y Green resulta sorprendente en una obra un tanto especial.

El espacio es un lugar que llama poderosamente la atención a muchos de nosotros. Su inmensidad y su belleza lo han convertido en algo profundamente enigmático. Esta característica misteriosa es empleada por Aaron y Hallum para conformar una narración escrita con elementos convencionales y reconocibles.

Gil es un transportista espacial que se lleva a su hijo Kadyn en uno de sus viajes. En este viaje ambos protagonistas van a sufrir un contratiempo que los va a separar. Esto hará que el padre tenga que dedicarse a buscar a su hijo en una intrépida aventura. Evidentemente estos aspectos no son nuevos. De hecho, ya los hemos visto en películas tales como Buscando a Nemo. Por ello, esto no tiene nada de especial. Aquí no está la relevancia de este trabajo.

Los aspectos más destacados de Sea of Stars, que es como se llama la obra, los encontramos en los personajes y en los diferentes organismos que vamos a ir encontrando en este viaje. Por otro lado, se le va a unir a toda esta caracterización una serie ingeniosas conversaciones. En último lugar ambos guionistas introducen dos elementos que complementan todo esto: la inocencia y la emoción.

En este primer número (de los dos finales que publicará Planeta Cómic) se contrapone una narración aventurera personalizada en Kadyn, con una más reflexiva personificada por Gil. El niño será expresión de un mundo irreflexivo e inocente. Esto le conducirá a indagar y llevar sus aventuras a situaciones que podrían ser límites e incluso peligrosas. Ese carácter le conducirá a conocer a seres sorprendentes y a vincularse afectivamente con ellos, y viceversa. En cambio, Gil es racional y un tanto cabezón. Siente que ha contraído una deuda interna a la que debe de atender suceda lo que suceda. Por esta razón, él será en contrapeso narrativo de Kadyn. Su sufrimiento, su violencia y su esfuerzo terminarán equilibrando esta balanza narrativa y convergiendo en un mismo lugar.

Página interior de la edición inglesa.

Este juego narrativo y, repito, sumamente creativo, va a conformar una obra entretenida y repleta de elementos conmovedores. Este carácter emocional conduce al lector a ciertas reminiscencias infantiles, sin perder cierto carácter adulto entre sus páginas. Por todo ello, estamos ante un trabajo que utiliza elementos modernos con elementos posmodernos. Una inteligente estrategia que permite que esta obra pueda ser consumida por públicos diferentes. En función de la edad del lector se podrán percibir matices diferentes en la estructura narrativa. Sin embargo, por ponerle algún pero a la narración escrita, veremos que, al final de este primer volumen, se producen cambios de ritmo extraños. En un determinado momento hay un conato de un deus ex machina que enturbia en estudiado ritmo de esta obra.

El dibujo de Stephen Green es adecuado. No sorprende, aunque se logra materializar con solvencia la inusitada capacidad creativa de los guionistas. La estructura de las viñetas será cambiante y no parece atender a un criterio concreto, más allá de lo meramente estético. De hecho, podremos observar cambios en la construcción de las viñetas, de sus detalles y del cuidado en su composición. Estos cambios son sutiles y no llaman la atención, aunque pueden resultar chocantes.

El color aportado por Rico Renzi nos ha llamado poderosamente la atención. En este aspecto se produce una nueva dualidad. Por un lado, nos tomaremos un color contenido e, incluso, racional, mientras que también veremos cierto aire psicodélico que logra impactar al lector. Este último aspecto es relativamente escaso, lo que le otorga más fuerza a las viñetas en las que se utiliza.

En definitiva, estamos ante una obra que supura creatividad, al tiempo que resulta atractiva y entretenida. En este sentido podremos encontrar es carácter aventurero de los trabajos de Hallum, unido al gamberrismo y la violencia que otorga la visión de Aaron. Un trabajo que, sin ser esencia, resulta sumamente especial. No te lo pierda.

 

Por Juan R. Coca

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