‘La dispersión’, Eugenio Trías
RICARDO MARTÍNEZ.
El aforismo, el breve decir trascendente, exige del autor conciencia y rigor, claridad y lenguaje no solo dotado de significado sino de un equilibrio significante dentro de este: pero, aquí, la prueba se habrá pasado con solvencia y escueta elegancia toda vez que estamos ante la obra de un autor, un filósofo (‘Filosofía, la diosa de la duda’) de alta raigambre acuñada en numerosos libros donde el concepto de espíritu y de tiempo, y, siempre, el valor crítico del pensamiento, han quedado plasmados con reiteración y provecho.
“La mujer, como la pequeña burguesía, son las peores víctimas del resentimiento moral” Un ejemplo-nube de tantas inusitadas y bellas y misteriosas nubes que van a cubrir el cielo del atento lector. Una incitación a llevar la realidad observada más allá de la poquedad material que pueda definirla, y de su raíz, que conmina hacia la reflexión y el razonamiento.
El libro, y no es frecuente, viene dividido en numerosos apartados, de cada uno de los cuales el autor nos va a indicar sus referencias de caminante vital y pensador, y en ello obtendremos una rica compañía en el viaje lector. Los temas genéricos van desde ‘La inocencia’ hasta ‘Sagrado caos; desde ‘Nostalgia y repetición’ hasta ‘Subversión y escapismo’ Veamos algunos ejemplos, tomados desde varios de los distintos apartados, y elegidos al azar, pues la enjundia está presente, en mayor o menos medida, en cada unos de ellos; y bien que nos han de venir como guía y orientación espiritual: “¿Qué significa justicia, injusticia si se vive extramuros de la moral?” Recuerde aquí el lector la cita, en su día, de Somerset Maugham, cuando recomendaba a todo juez que tuviese siempre en el cajón de su mesa un rollo de papel higiénico, para no olvidar jamás la condición humana de todo individuo. “El donjuanismo es la principal fuente de ingresos, hoy por hoy, de la moral y hasta de la beatería. Don Juan termina siempre tomando el té con capellanes” Sin palabras, por respeto, histórico, a todo buen entendedor.
Cuando acude al conocimiento y la ciencia, llega a expresarse así: “¿Se ha reflexionado seriamente sobre todo aquello por lo que la ciencia no ha llegado a ‘interesarse’? Esos ‘olvidos’ de la ciencia. ¿No son delatores? ¿Cuándo se planteará el problema de la moralidad solapada de la ciencia?” Y si nos viene a la memoria el genio de Goya, Trías tiene su versión de una frase lapidaria del genio aragonés: “El sueño de la razón produce monstruos, como la ‘sinrazón”
En fin, didáctica manual para poder orientarse por este camino incierto que el hombre, aparentemente social y racional, va sembrando de engaños e inseguridades que demoran y alargan el propicio y merecido descanso que necesitaría toda víctima de alguna injusticia; que necesitaríamos para transitar con sosiego y razón lejos de engaños mezquinos e institucionales, cada vez más prolíficos.