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«Los despiertos» se preguntan qué harían con la vida si no trabajaran tanto

Por Horacio Otheguy Riveira

Se preguntan qué harían con la vida si no trabajaran tanto las noches enteras hasta que uno grita ¡Sol!, y entonces se van a dormir mientras los demás viven. También se preguntan si hay algo después…

¿Después de qué?…

Después…

Preguntas que van y vienen como en un musical juego de ping-pong en cámara lenta porque su ritmo no es de este mundo, y a la vez es más de este mundo que cualquier otra cosa. En el vaivén con sus paradojas y su rutina, un sentido del humor muy vago, con alcance mayor según el espectador que así lo prefiera, porque dos de ellos, Finito y Grande, recuerdan dolorosamente los desencuentros que han vivido, y juegan y pelean como niños mientras el tercero, Mediano, va dando felices tumbos pendiente de su madre, la que se asoma en una esquina a las 4 o a las 5 de la mañana portando un bocadillo envuelto en varias hojas de papel de aluminio. Él sonríe con la sonrisa más luminosa del que nada ha perdido porque nunca ha querido nada.

—¿Por qué no te traes tú el bocadillo como hacemos nosotros?

—Porque así ella se asegura que me lo como. Y se queda tan tranquila.

(…)

—Lo hace con tomate y no me gusta.

—Pues dámelo a mí.

—No puedo. Ella dice que me lo coma. Es sano.

Los tres son uno compacto… y ninguno en una existencia similar a la de millones de personas que no barren, pero no paran de repetir sus letanías, su desazón o sus ilusiones e incluso su lujuria. Y de pronto una noche se asoman por la ventana pidiendo silencio, ¡Silencio, queremos dormir! Otra noche brota un destello de esperanza al iluminarse una ventana, seguramente un aliado o una aliada que también está despiertos… ¡vaya ilusión!

El estilo de Troncoso enlaza con los intereses de tres actores fogueados en otras lides, y entre todos conforman la travesía de unos barrenderos atravesados por la nostalgia de sí mismos. Mueca agonizante de seres a la deriva en el mismo cántico esperpéntico de otras creaciones del autor-director donde se trastoca la realidad, tal y como queremos verla, volcándose poética y anodina, brillante y gris a partes iguales.

Javier Ruiz de Alegría diseña su iluminación creando composiciones muy precisas, que aportan la vida paralela a la que se muestra, y aborda lo evidente pegado a los cuerpos de los tres, y a los vacíos de ese suelo cuya basura «sin corazón» no se termina de barrer nunca.

Entre compases y movimientos propios de un antiguo cabaret Los despiertos cuenta con tres actores aplaudidos muchas veces en variados estilos, pero nunca en algo parecido, y se expresan de maravilla, crean momentos únicos de vuelo y tensión a ras de tierra.

Destaco un recuerdo feliz para cada uno, y los tres en conjunto: Alberto Berzal (Divinas palabras, Valle Inclán-José Carlos Plaza), Luis Rallo (Medea, Molina Foix-José Carlos Plaza) e Israel Frías en True West, también con dirección de Plaza, valiosa función en la que también intervinieron Berzal y Rallo.

Alberto Berzal (Grande), Luis Rallo (Mediano), Israel Frías (Finito).
Los actores y el autor-director en Radio Nacional, irreconocibles sin el maquillaje y la composición actoral con la que interpretan la función.

Autoría y Dirección: José Troncoso

Adjunta a la Dirección: Belén Ponce de León
Intérpretes: Alberto Berzal, Israel Frías, Luis Rallo

Diseño de Iluminación: Javier Ruiz de Alegría
Música original y espacio sonoro: Mariano Marín
Producción: Los Despiertos
Gestión de producción: Eslinga
Comunicación: María Díaz
Fotografía: Paco Ureña
Diseño Gráfico: Jaroriro
Vestuario: Felisa Kosse
Tinte y ambientación: Taller María Calderón

 

 

Escaparse de la realidad y soñar despierto. Dormir para escapar de lo real. Despertarse y trabajar. Y trabajar hasta volver a dormir, cada día. Un día y otro. Que otros sueñen por nosotros, a nosotros no se nos permite, no podemos, no hemos sido elegidos. ¿No nos ves? Míranos. Si soñamos, nos daremos contra la pared con fuerza, porque soñar, simplemente no está a nuestro alcance. Y la pared de lo diario es dolorosa. Así que, mejor reír y conformarnos. Y seguir trabajando hasta volver a dormir. Un día y otro. Estar despierto mientras duermes, tiene sus ventajas. «Morir, dormir, tal vez soñar…”: Hamlet, de William Shakespeare. Despiertos, podemos ver lo que soñáis, mientras lo limpiamos todo para que lo encontréis como nuevo al día siguiente. Un día y otro. Todo estará como nuevo, para que podáis volver a ensuciarlo con vuestra realidad del día a día. Un día y otro. Lo limpiaremos todo, también nuestros pasos. No quedará ni rastro de lo que fuimos cuando ya no estemos. ¿A quién podría importarle? Menos mal que nos queda la risa. Y juntos, soñando despiertos, con lo que podría haber sido, parece que el tiempo pasara un poco más deprisa. Y al final, incluso después de las noches más largas, un día y otro, siempre vuelve a salir el sol. José Troncoso.

Foto: Javier Naval.

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JOSÉ TRONCOSO En CULTURAMAS:

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