Thomas Mann y Ernest Hemingway navegando en ‘Venecia’
ANDRÉS G.MUGLIA.
Como las vidas paralelas que descubría Plutarco, hay dos novelas que confluyen hacia una comparación llena de coincidencias que las vincula y que pretendo analizar brevemente en este artículo. Estás son: La muerte en Venecia, de Thomas Mann y Al otro lado del río y entre los árboles de Ernest Hemingway.
La primera y más obvia vinculación es que ambas toman como escenario a la ciudad de Venecia. La segunda y no tan obvia, es que no solo es Venecia como marco geográfico de referencia, con sus alusiones a sus canales y sus góndolas, sus edificios históricos y la siempre mudable (inundada o no inundada) plaza de San Marcos; sino Venecia como nebulosa presencia, misteriosa, ensoñada, sugerente y, por qué no, libidinosa. Porque tanto para Mann como para Hemingway, esta ciudad tiene una serie de facetas que exceden al mero registro como contexto, y que avanzan sobre un mundo repleto de veladas connotaciones: hacia lo sexual, las relaciones prohibidas, la decadencia y la enfermedad.
Esa presencia acuática, neblinosa, de permanentes efluvios que parecen turbar la mente y el espíritu de los protagonistas, como si siglos de rica y desenfrenada historia subieran de algún modo de sus turbios canales hacia su conducta; es fundamental en las dos novelas. El lector tiene la sensación de que los relatos de ambos autores no podrían desarrollarse en otro sitio.
Es difícil corroborar si Hemigway tuvo presente la novela de Mann que se publicó en 1912, casi cuarenta años antes de que él escribiera Al otro lado del río y entre los árboles. Como sea, las vinculaciones no concluyen en el escenario.
Tanto el libro de Mann como el de Hemingway giran sobre un mismo eje: una relación de dos que permanece imposible de concretarse por diversas razones, de la cual no es la menor el tabú sexual. En La muerte en Venecia su protagonista, el maduro escritor Gustav von Aschenbach se enamora de un adolescente llamado Tadzio. Aschenbach no puede sustraerse a la belleza del joven, que lo empuja por un espiral de lubricidad nunca concretada que parece enfermarlo tanto como las aguas emponzoñadas por el cólera de Venecia. La pedofilia sobrevuela la novela todo el tiempo y termina por quebrar el espíritu de Aschenbach tanto como la enfermedad.
En Hemingway la relación que gana todo el interés de la narración es la de Richard Cantwell, un Coronel de cincuenta años, veterano del ejército estadounidense, y Renata, una condesa Veneciana de diecinueve años. En este caso la diferencia de edad funciona como tabú; pero también una suerte de incesto simbólico, que introduce Hemingway al hacer que Cantwell llame permanentemente “hija” a Renata, y que pone allí una nota inquietante dirigida al lector. Pero la relación del coronel y su joven amante es imposible no solo por la diferencia de edad, sino porque Cantwell se está muriendo. Su enfermedad no viene de fuera, como el cólera que se contagia Aschenbach, sino desde dentro suyo, con un corazón cuyas cardiopatías lo ponen todo el tiempo al borde de la muerte. Atravesado por la imposibilidad de un futuro, el amor de Cantwell y Renata se estanca en momentos breves e intensos, fines de semanas que el Coronel pasa junto a ella y que los dos viven como si fueran los últimos segundos juntos.
Lo dicho pues. Dos novelas con estructuras paralelas. Dos personajes fundamentales que se llevan la mayor parte de la atención en cada novela. Aschenbach y Tadzio por un lado, Cantwell y Renata por el otro. Dos protagonistas masculinos que desarrollan extensamente sus tribulaciones en lo que acerca ambos relatos a la novela psicológica. Dos tabúes sexuales que atraviesan ambas novelas: la pedofilia y el incesto. La enfermedad, la muerte y ambas como castigo de un pecado cometido o por cometer. Y el escenario inconfundible, evocador, inquietante de historia y de historias de la ciudad de Venecia.
Muchas conexiones para enriquecer de hipertexto una relación que abunda de interpretaciones a dos relatos y a dos autores. Es, por lo que valga, lo que quería señalar este breve artículo que concluye aquí.
Añways on my mind . . . El grito, de munch. Fin. Fin. . . Que me,conoces. De que. . . Fin.
El puerto.
El mar, la mar, sus costumbres y riqueza.
Su sal, marina.
Y, su enamorado, paisaje.
Sus surtidores, y sus pescadores.
Su mensaje desde la mar salina, prometedora, augusta, eficaz.
Para realizar, el encargo, de la pesca
submarina. Fin. El puerto.
El mar, la mar, sus costumbres y riqueza.
Su sal, marina.
Y, u namorao, paisaje.
Sus surtidores, y sus pescadores.
Su mensaje desde la mar salina, prometedora, augusta, eficaz.
Para realizar, el encargo, de la pesca
submarina. Fin. El puerto.
El mar, la mar, sus costumbres y riqueza.
Su sal, marina.
Y, su enamorado, paisaje.
Sus surtidores, y sus pescadores.
Su mensaje desde la mar salina, prometedora, augusta, eficaz.
Para realizar, el encargo, de la pesca
submarina. Fin. Etc, etc, etc… FIN. . . . .. ya, lo, he Resuelto. Fin.