Este no es un libro cualquiera

 

Ricardo Álamo.- Indicativo del tono burlón y humorístico que tiene este Breve catálogo de Tirso Priscilo es que las «autoridades» a que hace referencia el título del libro sean, entre otras, Peter Pan, Donald Trump, Kim Jong-un, Ned Flanders o Alonso Quijano. Al prologuista, Paulo A. Gatica Cote, le llama poderosamente la atención que el libro tenga una compleja estructura compositiva y una extraordinaria pluralidad formal, amén de estar vertebrado a partir de un impulso centrífugo y antitaxonómico, dada su condición proteica y cierto estilo nacido de la incomodidad.

A mí, por utilizar palabras menos rimbombantes, lo que más me admira de este singular libro es que, como ocurre con los libros de aforismos de Mario Quintana o con las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, me deja una sonrisa durante un buen rato después de haberlo leído y releído. Porque si algo precioso tienen los aforismos de Tirso Priscilo es que no son pedantes ni cargantes, sino más bien todo lo contrario. La gracia, la ironía, el juego de palabras, la in-citación a hacernos pensar sin la gravedad de lo sentencioso, la huida de lo pomposo o una no oculta inclinación a darle continuidad al horaciano prodesse et delectare (enseñar deleitando) son algunas de las señas de identidad más destacables de los más de cuatrocientos aforismos que conforman el segundo libro de este autor «andaluz y leonés a partes iguales».

Estructurado en diecisiete secciones (cada una de ellas bajo el auspicio del nombre de una más o menos rocambolesca «autoridad»), el libro ofrece una variopinta muestra de la multitud de voces que, como si de un ventrílocuo literario se tratara, Tirso Priscilo es capaz de desplegar en muy pocas palabras. Así, por ejemplo: «Espejo: puerta giratoria de la autoestima», «Los espejos de IKEA reflejan las mismas personas por todo el mundo», «Que lo que ha unido el hombre no lo separe Dios», «La gente que grita cuando discute parece que siempre quiere llevar la sinrazón», «De los millennials lo mejor es el nombre», «Hay hombres que piensan que su pene es una llave maestra», «Esa gentecilla tan salada que no hay quien se la coma», «Esa gentecilla que aunque parezca tonta lo es». O ese cómico «Ya no creo en el urólogo, soy apróstata». Según Paulo A. Gatica, esas secciones en que está dividido el libro «componen una suerte de estructura contrapuntística con momentos de tensión y distensión muy marcados», en los que, además, aparecen algunas de «las obsesiones recurrentes del autor en toda su trayectoria», tales como «las relaciones afectivas, la cultura popular, la denuncia y deconstrucción de un sistema de valores tradicionales, el mundo/mundillo de las letras y la creación literaria». Quizá uno de los ejes centrales del libro sea precisamente este último, pues no en vano ya la sección primera (titulada Hipatia) la dedica a cuestiones relativas al lenguaje, la ortografía, el habla o las palabras, lo mismo que ocurre con la sección novena (titulada Truman Capote), donde la escritura, los poetas, los premios literarios, el plagio o los libros son casibus (casos) en los que se centra la afilada y penetrante lengua de Tirso Priscilo, que sin complacencias ni autocomplacencias no deja títere con cabeza a la hora de emitir juicios de valor sobre el mundillo literario y sus alrededores, pues como él mismo dice en uno de sus adagios «Me enfrento al mundo con un lápiz muy afilado; parece ingenuo, pero así nadie ve mi arma». De su mordacidad contra cierta forma de entender la poesía afirma: «Quien dice que los poemas le caen hechos confunde poesía con ladrillos: desconoce que con estos sí se pueden construir poemas», «El poeta como el ventrílocuo… cuanto menos mueva la boca mucho mejor» o «Dos poetas discuten sobre la esencia de la poesía y, según sus marcadores, ambos ganan».

Decía Andrés Trapiello que lo bueno de los aforismos es que son la síntesis entre la punta de un iceberg y un atajo, pues debajo de cada uno de ellos, si es bueno, aguarda un continente, y además no nos hace perder el tiempo nunca. Y ciertamente eso pasa con los aforismos de Tirso Priscilo, quien, a diferencia de muchos aforistas que se limitan a parafrasear a otros aforistas o, todavía peor, a parafrasearse a sí mismos, ha sido capaz de crear todo un continente, original e ingenioso, moderno y hecho para el deleite, con aciertos tan peculiares como esas tres modalidades que él llama esagentismos, in-citaciones y locurismos, y a las cuales dedica un capítulo o una sección propia y diferenciada en este libro (Ned Flanders, Alexa y Donald Trump y Kim Jog-un respectivamente). Los esagentismos se llaman así porque empiezan todos con el latiguillo esa gentecilla que…, cuyo diminutivo, gentecilla, es ya toda una declaración de guerra a esa gente muy pagada de sí misma por creerse engañosamente importante o especial o más sustanciosa que los demás («Esa gentecilla que aspira a conseguir el premio Princesa de Asturias por sus ideales republicanos» o «Esa gentecilla que se pone alerta cuando comparte comida»). Por su parte, las in-citaciones completan el inicio de una cita o de un dicho o de un proverbio, más o menos conocido, con una guinda burlona («No son molinos, amigo Sancho… Sino peligrosas hidroeléctricas de puertas giratorias», «(Mateo 14, 14-21) Y tomando los cinco panes y los dos peces alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a sus discípulos… Atención: ¡no intenten hacerlo en sus casas!»). En cuanto a los locurismos, el propio término ya indica hacia dónde apuntan sus intenciones, que no son otras que las de poner de manifiesto lo que de diversión y locura puede hacerse con el lenguaje cuando se apresta a enfrentarse jocosamente con la realidad («El tema del amor el sadomasoquista lo lleva cogido con pinzas», «La eyaculación pre-coz solo debería existir en zoofilia» o «¿Informar sobre los genitales femeninos se puede considerar divulvación?»).

Sin duda Breve catálogo de autoridades no es un libro más de aforismos. No es un libro cualquiera. Y mucho menos lo hubiera podido escribir cualquiera, pues solo en estado de gracia se escriben los grandes libros, cosa que, a tenor de la chispa y agudeza mostradas por este autor andaluz y leonés, parecieran consustanciales a su travieso y lapidario quehacer.

Tirso Priscilo Vallecillos, Breve catálogo de autoridades en el arte del aliento, malaliento y otras exhalaciones poéticas. Trea, Gijón, 2022.

 

 

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