«Amphibia»: Los verdaderos colores de la amistad

Por Max Reyes.

Extraña, carismática, original, entrañable… Todos adjetivos podrían definir multitud de series, pero rara vez se usan para hablar de una serie animada. Amphibia, de Disney Channel, se ha ganado con creces todos esos calificativos, y sigue siendo, sin exagerar, uno de las mejores shows animados de la actualidad, creando a su paso muchos fans de la herpetología (entre los que me incluyo).

Su premisa es sencilla. Anne, Marcy y Sasha son tres jóvenes (y revoltosas) amigas que, al robar una misteriosa caja musical, son transportadas al pantanoso y húmedo mundo de Anfibilandia (en su versión en español). Cada una de ellas es enviada a una parte diferente del lugar, encontrándose con de las tres principales especies que lo habitan. Anne acaba en casa de los Plantar, una pequeña familia de ranas granjeras, formada por Sprig, Polly el abuelo Hop Pop; Marcy es recibida por la corte de los tritones gobernantes del reino, mientras que Sasha acaba atrapada por el ejército de sapos, liderados por el aterrador capitán Grime.

Aquí comienza el viaje de nuestras amigas, rodeadas por unos simpáticos personajes. Incluso siendo secundarios mucho de ellos, tienen el suficiente desarrollo como para hacer de las tres humanas personajes mucho más complejos. Esto es debido a que Amphibia presenta una trama simple y lineal. Por ello, se distingue que otras series animadas porque el peso de su mensaje recae en cada uno de sus protagonistas. Observaremos cómo las acciones que llevan a cabo, incluso en capítulos auto conclusivos, sirven para ir forjando poco a poco un carácter diferente a aquel con que llegaron desde la Tierra. La historia no se toma a la ligera y controla los tiempos perfectos para ir desenmascarando poco a poco los misterios que alberga este extraño mundo.

A diferencia de muchas series orientadas al público juvenil, el hilo conductor de las acciones de las chicas es la amistad y no el romance. Una emoción tan sencilla pero muy compleja a su vez. Amphibia nos trasmite la idea de que esta requiere tiempo y esfuerzo. Es una gran dosis de honestidad conforme sobre cómo funcionan las relaciones humanas (y entre anfibios). Cómo muchas veces lo más difícil que podemos hacer, es lo mejor: aceptar los cambios. 

Las jóvenes, al verse separadas, después de toda una vida funcionando como un grupo (con ciertos tintes de co-dependencia), se ven solas ante un mundo en principio aterrador. Su forma de ver a los demás comienza a cambiar y todas (a su manera) comienzan a trabajar en su propia autoestima. No olvidemos que son chicas recién entradas en la pubertad, y se agradece que, como ejercicio de realismo, se les permita equivocarse. Todo esto, para que en su conclusión se hayan realizado como personas y se hayan transformado en una versión más segura de sus emociones y acciones.

El mundo que plantea la serie es fascinante y denota la gran libertad creativa que se tuvo para crear Anfibilandia. A pesar de parecer “relleno” se agradecen estos episodios auto conclusivos. Realmente son estos los que acaban sumergiéndonos de mayor manera en este reino. Este húmedo sitio presenta grandes similitudes con la Tierra, al menos en espíritu. La brutal diferencia de clases entre los anfibios y la escala de grises que presentan los villanos nos acercan de manera muy humana a los problemas que nos presentan en nuestra vida diaria. Tanto en Anfibilandia como en la realidad, siempre se nos plantearán muchos obstáculos que debemos afrontar con valentía, sabiendo que equivocarse también nos ayuda a avanzar.

 

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