Sobre la venganza

 

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Por: Walter Gonzalves


Existen pocos sentimientos humanos tan dados a la literatura como la venganza, no se puede negar que esta es una ardiente pasión, muchas veces asociado a otras grandes sentimientos del ser humano como lo son el amor y el odio

Lo primero que podríamos mencionar respecto a este tema es que la venganza surge a partir de la carencia –o ausencia– de justicia. Y quién la prepara y pretende ejecutar pone en marcha un mecanismo que se dilata hasta el infinito. No lo voy a ocultar, el tema que nos reúne es por demás álgido, me atrevería a decir que este es uno de esos temas que hablado en público se dice el discurso pre-cocinado de «lo políticamente correcto» y mientras que en privado, el impulso primitivo es legitimar y hasta celebrar a quién toma «revancha».

Dicho esto, quién lea esta página, debe saber que aquí estamos para conversar y exponer el tema con pretensiones de abarcar la mayor cantidad de matices posibles, escuchando que han dicho sobre este tema algunos escritores y pensadores de todos los tiempos. Luego de esto, y como expresara Ricardo Piglia, la literatura nos da el privilegio de pensar para decidir. Es cierto que hay quienes eligen el camino de imposición –a veces empleada de manera más sofisticada que otras- pero aunque esta forma de brutalidad pueda usarse en lugar de las palabras, estas siempre sustentaran su poder. Las palabras ofrecen una forma de expresión y,  para quienes las escuchan, el enunciado de la verdad. Espero disfruten transitar junto a mí –café de por medio– esta nueva nota para reflexionar.

 

Orígenes de la venganza

 

En la mitología griega el ciclo de venganzas se podría decir que empieza con Cronos cortándole los genitales a su padre Urano y arrojándolos al mar, sigue con Zeus abriéndole el estómago a Cronos para liberar a sus hermanos y recién termina con la aparición de la diosa de la justicia, la estrategia y las artes: Atenea.

Recordemos que Zeus fue advertido por el oráculo sobre que su hijo lo destronará, por lo que, para evitarlo, devora a la madre de su propia descendencia, Metis. Los dolores de cabeza que le provoca haberse tragado a la mujer son tan fuertes que termina pidiéndole a Hefesto, dios de las armas y la herrería, que le parta el cráneo con un hacha. De esta herida, surge una doncella completamente vestida y armada: este es el nacimiento de Atenea.

Según el historiador Jean-Pierre Vernant, es la aparición de Atenea la que funda el orden clásico y cierra la cadena de revanchas y traiciones para dar lugar a la ley. La diosa de la sabiduría, permite que haya paz en los cielos. Ella será, según la mitología, la protectora de la civilización y de la humanidad.

Sin embargo hay que señalar que también la venganza tenía su deidad: Némesis. Nacida de la Oscuridad y la Noche, recibía los juramentos de amor y se encargaba de vengar a los amantes cuando eran traicionados, ya sea por el abandono o la infidelidad. Incluso castigaba a quienes desobedecieran el poder, ya se tratara de un esclavo que enfrentara a su amo o un hijo que no acataba las órdenes de sus padres.

Hay que precisar que los dioses griegos odiaban la desmesura porque entendían que no era patrimonio de los seres humanos alcanzar logros demasiado elevados o una felicidad excesiva, aquí entra en juego Némesis, la diosa era la encargada de sostener ese equilibrio imprescindible.  Se cuenta que Filipo de Macedonia recibió en un mismo día tres grandes noticias. La primera, el nacimiento de su heredero Alejandro, la segunda, el triunfo de sus caballos en Olimpia y la tercera, la victoria de uno de sus ejércitos en el frente de batalla. Conocedor de la intolerancia de los dioses a quienes tenían una suerte desmesurada, se apresuró a ir a un templo, se arrodilló y les suplicó a los dioses que le enviaran una desgracia pequeña.

En la Grecia antigua, la venganza estaba entendida como una obligación, no solo moral sino legal será con el paso del tiempo y la aparición del cristianismo que se repudiará este tipo de acciones personales, apelando a un costado ético. Se puede apreciar como para los griegos la venganza se opone a la justicia en sus motivos y consecuencias. Mientras que el juicio busca un cierre en la reparación del agravio, en la represalia el daño se traslada al victimario. Su objetivo es claro: generar un dolor igual o mayor al sentido; aunque a veces el resultado se vuelva en contra. Al final, sabemos dónde empieza el castigo, pero no dónde termina ¿Cuándo empezamos a vengarnos? ¿Cuándo terminamos?

 

Un poco de diccionario, por favor

 

La Real Academia Española define «vengar» como: Tomar satisfacción de un agravio o daño; por su parte el Pequeño Larousse Ilustrado la define como un «mal que se hace a alguien para castigarlo y reparar así una injuria o daño recibido»; podemos apreciar que mientras la RAE pone el eje en el que el sujeto «actué y sacie», Larousse nos habla de un mal que tiene una doble finalidad: la reparación y castigo de un daño recibido. Precisamente, ese acto de «reparación y castigo», en llegar a esa «saciedad» es lo que hace de esta respuesta un asunto, cuanto menos, sinuoso, sino abiertamente polémico. Quién sufre un daño injusto ¿Qué grado de castigo o daño debe regresar?¿Es posible regresar el mismo daño?¿Esta devolución repara?¿Cuándo y con cuanto se sacia el dañado? Sumado a esto debemos agregar que a diferencia de otras pasiones que se manifiestan en su verdadera apariencia, la venganza suele disfrazarse con la indumentaria de la justicia.

Es evidente que en nuestra época, que la Justicia ha cobrado el rol fundamental. No es el agraviado quién golpea, sino que es la Justicia la que hace caer el peso de la Ley sobre quien haya cometido un delito, sin embargo hay quienes sostienen que esto no «sacia» y que no hay mayor disfrute para la víctima que planificar una revancha. De este tipo de sentimientos polémicos se ha nutrido hasta hoy la literatura, el cine y demás artes

 

Literatura: entre Némesis y Atenea.

 

Se sufre el daño ¿Cuándo empezamos a vengarnos? ¿Se planifica o se improvisa? ¿Cuándo terminamos?

Bueno en ocasiones, puede ahogarse el deseo de venganza  a poco de manifestarse, y en otras demorar una eternidad. El escritor húngaro Sándor Márai nos da una muestra de ello en su novela El último encuentro, han trascurrido 41 años de los acontecimientos, Konrád, el amigo traidor, vuelve a la casa del General, quien busca venganza no por el intento de asesinato ni por la infidelidad que sufrió, sino para hallar la verdad y poder cerrar ese capítulo un momento antes de morir, episodio que a fin de cuentas le dio sentido a toda su vida. Llegado el esperado instante, el General consuma su venganza con estas palabras:

«¿Qué venganza puede haber entre dos viejos a quienes ya solo les espera la muerte?… Han muerto todos, ¿qué sentido tiene entonces la venganza?… Esto es lo que pregunta tu mirada. Y yo te respondo así: sí, la venganza, contra todo y contra todos. Esto es lo que me ha mantenido con vida, en la paz y en la guerra, durante los últimos cuarenta y un años, y por eso no me he matado, y por eso no me han matado, y por eso no he matado a nadie, gracias a la vida. Y ahora la venganza ha llegado, como yo quería. La venganza se resume en esto: en que hayas venido a mi casa; a través de un mundo que está en guerra, a través de unos mares llenos de minas has venido hasta aquí, al escenario del crimen, para que me respondas, para que los dos conozcamos la verdad

Por otro lado William Shakespeare hizo de la venganza uno de sus principales ejes dramáticos. Está presente en Hamlet, en Ricardo III, y de manera más que manifiesta en Otelo, donde demuestra cómo los celos y las ansias de reparación de una afrenta pueden conducir a un hombre hasta la locura.

Las venganzas asumen diversos rasgos, de acuerdo a cómo y cuándo se manifiesta. Podemos asi hablar de:

Venganzas reactivas: (tal el caso de Otelo, que asesina a la amada mientras le confiesa su pasión: « ¡Quédate así, cuando te mate, que muerta y todo te he de amar! (…) Mi llanto es feroz, y mi ira es como la de Dios, que hiere donde más ama». Como menciona Christian Kupchik  «este tipo de venganza es irracional, impulsiva, no responde a ningún plan premeditado sino a los efectos de lo inmediato, sin lógica ni cálculo, dominada por la ira y el rencor. En no pocos casos, después de ejecutada y con el retorno de cierta cuota de razón, puede sobrevenir el arrepentimiento. No obstante la culpa siempre será colocada en la fuente de la reacción, no en el acto en sí.»

Venganzas obsesivas: que presenta diversas facetas. Si la obsesión se hace absoluta, puede ocurrir que el vengador quede obnubilado por su sed al punto de olvidar qué fue lo que la puso en movimiento. A diferencia de la reactiva, la venganza obsesiva necesita de una hoja de ruta precisa, un plan tan detallado, riguroso y exacto como la anatomía de un reloj, una manía antes que un sentido. Fue esta variable la que dio lugar a una frase que se instaló como sinónimo del acto: «la venganza es un plato que se sirve frío». Se trata de una cita que se popularizó en el mundo anglosajón, cuando en realidad proviene de la novela francesa Las relaciones peligrosas que Pierre Choderlos de Laclos compuso en el siglo XVIII (también Bruto, tras matar al César, dijo: «La venganza es fría» –refiriéndose seguramente a su espada– y puede que este sea el auténtico origen de la frase). Podríamos aventurar que la propia energía reside más en su concepción que en su resolución.

Es cita necesaria hablar de Ismael, el narrador de Moby Dick, uno de los más maravillosos relatos vengadores obsesivos, en cierto momento sostiene: «hacer algo con frialdad es hacerlo con buenas maneras». Las «buenas maneras», la elegancia, el estilo, garantizan la efectividad de lo planeado. El capitán Ahab, viva representación de la venganza obsesiva cada vez más exacerbada en la ballena, llegó a identificar a Moby Dick no solo con todos sus males físicos, sino también con todas sus exasperaciones intelectuales y espirituales.

El otro caso paradigmático es El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas. Como sabemos, se nos narra allí la peripecia de Edmond Dantés, acusado injustamente de ser un espía bonapartista y confinado al castillo de If. Durante los trece largos años en que se demora su encierro, Edmond trama su venganza contra Ferdinand, quien fuera su amigo y lo acusó con falsedades para poder seducir a Mercedes, el amor de su vida, de quien se vio separado el mismo día de la boda.

La trama parece cercana al folletín y es probable que lo sea, pero en última instancia toda venganza tiene los condimentos de ese género. Por muy elaborada que sea, por muy meditada y sopesada que haya estado calibrada su ejecución, no escapa a los estereotipos que hacen a los instintos más básicos de la condición humana. Más allá de buscar ecualizar las consecuencias de un supuesto daño recibido a través del castigo al ofensor, existe asimismo cierto oculto e innato placer en el momento de proyectar la revancha. «Los hombres parecen más dispuestos a devolver un agravio que un favor, porque la gratitud es una carga y la venganza un placer», escribió Robert Greene.

Cabe preguntarse ¿Dantés logró satisfacción como Montecristo al consumar su venganza o bien terminó convertido en él llevado por esa pulsión que no podía explicar? ¿Acaso Ahab no fue la otra cara de Moby Dick? ¿Podrían entenderse el uno sin el otro? La venganza no deja de ser una pasión. El deseo incontrolable de venganza nace de la impotencia, de la falta de conocimiento, de libertad. Habría que retomar a Spinoza, quien señaló que «la libertad está ligada más al conocimiento que a la voluntad». El conocimiento nos hace libres, señaló, entre otras cosas, de las pasiones, porque «toda pasión que se entiende, deja de ser pasión». Adentrados en el laberinto de la venganza en búsqueda de satisfacción, lo más saludable es que comprender que no hay trofeo alguno, sino tan solo pasillos y esquinas que dan a mas pasillos y comprender que no hay otra salida que la elevación, pues de seguir recorriendo los pasajes nos encontraremos –al igual que Ahab- con la bestia que enredara la cuerda que usemos contra ella en nuestra propia pierna,  arrastrándonos con ella al abismo.

 

La concisa ejecución de la venganza: El caso de Emma Zunz

 

Emma Zunz es un cuento del genial escritor Jorge Luis Borges, que fiel a su estilo, nos relata de manera precisa una venganza. Sobre este relato existen análisis por demás interesantes, sin embargo se suele dejar de lado un hecho curioso –pero no por ello menos interesante– es que es el cuento menos borgiano de todos los realizados por su autor. De hecho es el mismo autor argentino quién manifiesta que la idea que inspiró el cuento, así como el impulso para llevarlo adelante, se los dio la que entonces era su novia, Cecilia Ingenieros. Paradójicamente, el escritor siempre se mantuvo distante respecto al resultado final: en el epílogo de El aleph, él mismo tacha su ejecución de «temerosa». Mas allá de este detalle, no  puedo dejar de señalar que la ejecución del cuento por parte de Borges es impecable, en apenas cinco páginas (ya que no escribió nunca un texto de más de diez carillas, como solía recordar Ricardo Piglia), Borges nos anuncia el suicidio de Emanuel Zunz, padre de la protagonista, para luego develar, párrafo a párrafo, la coartada que Emma construye para vengar esa muerte. «No durmió aquella noche, y cuando la primera luz definió el rectángulo de la ventana, ya estaba perfecto su plan». La magistral narración de ese plan que a Emma se le aparece durante el insomnio constituye precisamente el cuento.

Emma planea su venganza para acabar con Aarón Loewenthal, su jefe y a la vez el verdugo de su padre. Emma se encuentra desolada por la humillación, el exilio y posterior suicidio de su padre; Emma, ultrajada por la ejecución del plan que ella misma concibió… todo ello concluido con un final en donde la mentira se confunde con la verdad. No entrare en más detalles, el cuento es breve y te invito a buscarlo y leerlo cuando tengas una pausa durante la semana.

 

¿Vamos al cine?

 

Relatos salvajes (2014), de Damián Szifrón.  Este film se erige simbólicamente en un darwinismo social de mínimas, trasfondo filosófico que razona sin mucha sofisticación la violencia de la que son capaces sus personajes. La secuela de títulos iniciales de Relatos salvajes es un guiño: los animales se asocian a los nombres de los actores y las actrices; de lo que se trata es de enfatizar la animalidad a secas. Es así que, más allá de los avances técnicos y del ostensible conocimiento del mundo, los hombres, por naturaleza, siguen siendo bestias

Kill Bill (2003-2004) de Quentin Tarantino esta película propone, más que nunca, la venganza. Siguiendo algunas tradiciones del cine moderno de Oriente, en el que la acción de los personajes es movida por la venganza, las tramas organizadas en torno a una revancha son una excusa para liberar el juego de las formas y los experimentos.

Trilogía de la venganza (2002-2003-2005) dirigidas por el director surcoreano Park Chan. Las películas no están conectadas narrativamente y fueron los críticos internacionales los que acuñaron el término por sus vínculos temáticos. Cada film aborda los temas de venganza, violencia y salvación.

V de Venganza (2006) Las hermanas Wachowski produjeron y escribieron el guion para una adaptación cinematográfica de la serie de diez comic books escritas por Alan Moore e ilustradas por David Lloyd. El argumento de la serie está situado en un futuro distópico de finales de la década de los 90 (la serie fue creada en los 80). Este film quizá es el más famoso en relación a su personaje «V» que utiliza la máscara de Guy Fawkes. El deseo de V es acabar con el régimen tiránico y controlador que controla Gran Bretaña, el fundamento de la Venganza es, en parte, la ausencia de justicia «no hay tribunal en este país para hombres como Prothero »

 

¿Existe un fin?

 

Ya lejos de los dioses olímpicos y más cerca de la psicología el psicólogo Gabriel Rolón nos expresa «la venganza representa una cárcel que aprisiona a quien la busca y lo condena a malgastar su vida». En la mente de quien anhela la venganza no hay lugar para los sueños porque toda su energía psíquica se destina a pensamientos obsesivos en los que planifica y espera el momento de esa venganza. «La persona vengativa pierde lo único que tiene, su tiempo, sin darse cuenta de que su necesidad de venganza, lejos de castigar al otro es su propio castigo.» El costo de la venganza –como lo demuestra la obra de Herman Melville– es siempre el descenso a un infierno personal que nos mantiene ligados a ese otro.

Por eso conviene desistir de todo intento vengativo, porque será además un intento condenado al fracaso. Toda venganza es imposible. Cuando una persona quiere vengarse no está en condiciones emocionales de hacerlo, y cuando lo está, ya no le importa; como expresara Borges «Yo no hablo de venganzas y perdones. El olvido es la única venganza y el único perdón»

 

Humano, demasiado humano… la historia de Terry Crews

 

En esta breve pausa que nos hemos tomado del mundo hemos escuchado de dioses, de escritores, pensadores, cineastas, psicólogos… hemos visto a la venganza un poco ajena, algo abstracta, quizá alejada de lo más carnal del ser humano, de su día a día. Hay que tener presente que al hablar de venganza se suele olvidar que todo parte de un daño, un daño injusto, un daño que quien lo recibe no lo merece, que no tiene el deber de soportarlo o de tolerarlo. Hay que hablar, también, de que muchas veces ese daño lo recibe alguien en que está en condiciones de gran indefensión y de vulnerabilidad. Teniendo esto presente, vemos a la venganza como algo más terrenal y más cercano, sin tanta parafernalia y mucho más cruenta.

Quisiera compartir contigo esta historia, historia que si no te ves en ella, de seguro tienes a una amiga, o algún conocido lo has visto o, tal vez, por tu trabajo te ha tocado estos temas. Como exprese en un comienzo citando a Piglia, la literatura nos da el privilegio de comprender para poder juzgar y que no sean otros los que juzguen por nosotros y seamos tan solo cajas de resonancia de pensamientos ajenos. La historia de Terry Crews quizá te muestre otro punto de vista, otra arista de situaciones que ves o has visto o has vivido. Ver en el fondo que la venganza no es algo ajeno, que es algo humano y cercano de lo que creemos.

«Mi primer recuerdo es mi padre golpeando a mi madre en la cara tan fuerte como pudo. Y recuerdo verla en el suelo y luego mirarlo a él, a este hombre gigante y pensé: ¡Dios mío! Si dice que la ama, ¿Qué me va a hacer a mí? Y todo lo que pude pensar fue: Quiero protegerla, ¡quiero protegerla! Y me dije: tengo que ser fuerte y tengo que obtener fuerza para poder protegerla. Cada vez que mi padre llegaba a casa teníamos miedo, literalmente moje la cama hasta los 14 años porque no sabía que iba a pasar. Me despertaba con cristales rotos, sonidos de gente gritando y era una pesadilla. Vivimos una pesadilla por años. Así que necesitaba ser fuerte porque no iba a dejar que nadie lastimara a mi madre otra vez. Cuando descubrí el ejercicio y fui al gimnasio tenía unos 13 años, me quedé allí con dos mancuernas haciendo lo mío, era lo que quería porque podía controlarme, podía controlar mi vida. Años después… esto fue años después lleve a toda mi familia de Los Ángeles a Flint, aquí lo llamamos “navidad infernal”. Los traje de vuelta, mis hijas eran pequeñas y recuerdo decirle a mi padre: Oye, no te portes mal, así que no te emborraches y no te pongas intenso. Él me respondió “Lo sé, lo entiendo bla bla bla” así que dejamos a los niños con mis padres y salimos con algunos amigos que tenemos y nos vamos a Detroit y estábamos pasando un buen rato hasta que recibo una llamada telefónica “Terry, tu padre golpeó a tu madre” y yo pensaba “espera, espera… acabo de tener esta conversación, ¡acabo de tener esta conversación de mierda! ¿Qué está haciendo?” Cuelgo el teléfono y dije: “estoy bien, soy un hombre adulto, ahora ya soy un hombre adulto, ya no tengo cinco años. Llegamos, primero que todo le digo a mi mamá que se vaya. La había golpeado dos veces en la cara. Le dije: “bueno, Ma, ve a la casa de la tía”, mi padre estaba sentado en el cuarto como si no hubiese pasado nada, entre al cuarto y le hable: entonces ¿Qué paso?, y él me respondió “oh, nada, nada”, entonces le mire y le dije ¿Acaso no te lo dije? ¿No te dije que te comportaras? ¿Te lo dije? Y cerré mi puño y con todas mis fuerzas le di un puñetazo en el rostro, lo golpee. Este es el punto, esto es lo que quiero que todo el mundo entienda: No me sentía mejor, no me sentía mejor, pensé que golpearle era todo lo que necesitaba hacer y… me senté en la cama y me puse a llorar… y pensé, si tan solo pudiera hacerle sentir lo que todos los demás sienten entonces lo entendería y todo estaría bien, lo arreglaría todo… pero no lo hizo, me sentí peor, porque el tema es que todas estas cosas, con toda esta mierda, tienes que superarlo… mi esposa me preparo para esto, ella me dijo “Terry no puedes resolver este tipo de cosas con violencia, no puedes devolver el golpe”»

 

Como cierre de nuestra conversación, quisiera compartir contigo un pensamiento de Francis Bacon que en 1625 expreso una reflexión que estimo acompañara por siempre a la humanidad: «La venganza es una especie de justicia salvaje que, cuanto más crece en la naturaleza humana, más debiera extirparla la ley. Ese daño coloca a la ley fuera de su función. En verdad que, al tomar venganza, un hombre se iguala con su enemigo».

¡Hasta el próximo fin de semana!


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