Las luces y sombras de la soledad
Por: Walter Gonzalves
“Me gusta estar solo, no sentirme solo” expresa Dostoyevski en su novela «Los demonios» y es que la soledad es un sentir que ha sido parte de cada humano que ha existido -y existirá- a lo largo del tiempo. Sin embargo, la soledad antes que una palabra es un lugar, una situación, una sensación. Como mencionara el escritor Christian Kupchik «es posible ser Robinson Crusoe y no sentirla, o bien vivir en la metrópoli mas densamente poblada y sufrir sus consecuencias»
Si nos remontamos a la antigua Grecia – y también a Egipto – nos percatamos de que antes de todo la soledad era el peor de los castigos. Aquellos que eran considerados peligrosos para la comunidad eran excluidos. El rechazo a esos individuos fue conocido como «ostracismo». Su condena era la no aceptación, la penitencia no era otra que la expulsión del grupo social. Los años han trascurrido y podemos notar que la actualidad no es tan diferente si se piensa en la lógica propia del sistema penitenciario con su «prisión o reclusión», su noción de celdas de aislamiento como coerción a fin de lograr, de acuerdo a la naturaleza jurídica de la pena, la mejor integración/reinserción de aquel que delinquió a la sociedad.
Siguiendo nuestro recorrido por Grecia podríamos mencionar su mitología y un hecho que quedo plasmado en muchas creencias «El gran diluvio». Para el pueblo griego fue Zeus quién, para castigar a los hombres por sus vicios, provocó el diluvio. De este diluvio solo hubieron dos sobrevivientes: Deucaltón (hijo de Prometeo) y Pirra (hija de Pandora), según el relato Pirra y Deucaltón se sintieron desolados al notar que solo ellos dos permanecían con vida. Su único pensamiento fue acudir al santuario de Delfos, el oráculo se expreso de manera criptica: «Alejaos del templo, cubríos la cabeza, desatad el cinturón de vuestros vestidos y arrojad a vuestra espalda los huesos de la Gran Madre». Luego de un momento de desasosiego, comprendieron que la Gran Madre era Gea y que sus huesos eran las piedras, de las piedras arrojadas por Pirra surgieron las mujeres y de las arrojadas por Deucatón los hombres.
Respecto a los textos – considerados por muchos como – sagrados el libro del Génesis plantea que la creación del hombre es algo singular, puntual, un individuo único es allí que nos encontramos don Adán (en hebreo Adamah: tierra labrada. Allí la creatura del Supremo Hacedor convive y nombra a los animales que habitan en pareja, sin embargo, en ese comienzo no hay otro de la misma especie, un semejante o prójimo. Los textos midrásicos hablaran de Lilith, y luego de Eva, pero estas son apariciones posteriores. La soledad de Adán es el primer gran gesto que acompañara por siempre a la humanidad.
Como podemos dilucidar la soledad se ha interpretado diferente de acuerdo a la cultura y al momento de la historia. Transitando por la Edad Media podemos denotar que la soledad equivalía al desierto. Un lugar propio para la reflexión que para esos años era cuestión de religiosos. Para tener una mera referencia visual de este tema podríamos tener presente el monasterio Kloster Eberbacj, en las inmediaciones de Frankfurt (Alemania) que se utilizó para ambientar «El nombre de la rosa». Solo los hombres religiosos tenían el tiempo y las condiciones necesarias para permanecer encerrados dentro de si mismos y pensar. La soledad era una ubicación geográfica, una habitación donde ejercerla.
Por el siglo XVIII la palabra soledad moldeará su verdadera dimensión. La palabra nostalgia – del griego nóstos (regreso) y algos (dolor, pena) – complementara el sentido: la nostalgia se lee como la pena por una ausencia: sea de la patria, seres queridos o un amigo. «Soledad» plasmó así su carácter asociado a la expresión portuguesa saudade que representa la nobleza del alma lusitana, pero también un rasgo identitario: el fado. Por su parte el ensayista José Clemente señalo «la soledad (…) necesita rostros. Sin rostros no hay soledad» 1
Hemos degustado un poco de la vinculación de la soledad con el encierro, con la melancolía y pesar, sin embargo también posee una cualidad estética, fuente creadora y recinto de inspiración. Leonardo Da Vinci expreso que su Mona Lisa reflejaba la soledad artística, y a la soledad innovadora y ambiciosa; Nietzsche, con un aire mas estoico sentencio “la valía de un hombre se mide por la cuantía de la soledad que le es posible soportar”.
Octavio Paz en su conocida obra «El laberinto de la soledad» nos señala que «Todos los hombres, en algún momento de su vida, se sienten solos; y más: todos los hombres están solos. Vivir es separarnos del que fuimos para internarnos en el que vamos a ser, futuro extraño siempre. La soledad es el fondo último de la condición humana.» el escritor nos deja a ver al desnudo que nuestra condición es solitaria, sin embargo hay que evitar la tentación de ver en esto un perjuicio, después de todo ser conscientes de nuestra condición nos abre a la oportunidad de decidir de, por ejemplo, estar con otra persona por deseo y no por necesidad. Si nos guiamos por la visión negativa no tardaremos en encontrar a aquellos que son temerosos de la soledad. El temeroso de la soledad se aferra al sinsentido, construyen relaciones enfermas y se condenan a la desdicha, porque como señala el psicólogo G. Rolón «quién no puede transitar en paz el camino de su soledad no está capacitado para tener un vínculo sano ya que jamás sabrá si ese vinculo fue creado por elección o por miedo»
Como señala el psicólogo argentino «En algún momento uno se debe atrever a mirar de frente a la soledad, porque todo intento de huida es en vano. Cuando uno tiene miedo a estar solo es porque no está demasiado conforme con quién es, porque lo único que hay en la soledad, después de todo, somos nosotros mismos.» aunando a esta temática el de la felicidad «Para mí, la felicidad es la sensacion que aparece cuando podemos mirarnos sin avergonzarnos de quienes somos»
Dado este paso la soledad, quisiera aprovechar para señalar a dos directores de cine que han sabido mostrar a la soledad en su maxima expresión, me refiero a Tsai Ming-liang y a Hiroshi Okuyama. Como señala Roger Koza, en la película «¡Viva el amor!» 2, se transmite en un solo plano el sentido más doloroso de la soledad: Una agente inmobiliaria ya no soporta mas la impiedad que la rodea y la percepción de que su desamparo es invencible. Un viaje de ella caminando por un parque es la entrada de la escena. En un momento la mujer toma asiento en un anfiteatro y rompe en llanto. Tsai sostiene el plano sin movimiento alguno, a una distancia prudente y respetuosa de la intimidad de la escena. Pasados unos minutos, deja de llorar, la experiencia es reconocible por cualquiera que haya transitado un momento similar: se llora tanto que ya no hay que llorar. Estaría tentado a mencionar que podría haber finalizado aquí, sin embargo el director nos muestra como después de un momento de calma físicamente reparador, ella vuelve a quebrarse. Koza sostiene «esta escena es insuperable como glosa perfecta de la soledad – en el sentido doloroso – en el cine». Me atrevo a agregar que la escena es profundamente empática y se vincula en lo mas intimo con el espectador en la ruptura misma de todos los ideales, contra un mundo que se impone inevitable y con el cuál no hay negociación o reconciliación posible. Tan solo, es.
Por su parte Okuyama en su película «Jesus» nos presenta esa tradición universal del «amigo invisible» relacionado a la soledad y la gran paliza que realidad puede infligir a cualquier criatura. Será Yura – personaje de la película – quién como niño entablará una relación de «amigo imaginario» con la figura de Cristo. Sin embargo esta premisa de aliviar la soledad inventando compañía de un otro al que puede acudirse ante el desamparo la podemos apreciar también en la vida adulta Naufrago interpretado por Tom Hanks le habla a la pelota «Wilson».
Koza señala con gran acierto y atino que para un verdadero cinéfilo adulto las propias películas son sus amigos invisibles. Se me vienen en mente películas como «El Señor de los anillos», «Harry Potter», «Guerra de las Galaxias», etc películas que para sus amantes los acompañaran en las horas mas difíciles y también en los momentos mas felices; «Es que en esos films – señala Koza – amados se puede hallar reparo y descanso, porque tienen las escenas que hemos visto como una extensión de nuestros sentimientos mas secretos»
Hasta ahora hemos visto cierto matiz negativo de la soledad, me gustaría como cierre de esta nota proponer un punto de vista mas cotidiano, cercano de este estado. La soledad como una experiencia necesaria, no solo para nuestro bienestar sino también para mejorar nuestra calidad de vinculo con los demás. La soledad como esas pausas en la música, esos silencios que tienen su función y que enriquecen la melodía a nuestros oídos. No todo es sonido constante, los silencios son importantes.
Quisiera para ello compartir con ustedes la simpática experiencia de Tamara Tenenbaum ella expresa «el que es hijo único, quizás no lo entienda; pero cualquiera que haya nacido en una familia numerosa e invasiva sabe que el baño funciona como una especie de refugio (…) el único lugar de la casa donde se puede reclamar – y que ese reclamo sea tenido como legitimo – su derecho a la soledad»
Como hemos visto a lo largo de esta nota, la soledad, tiene por lo general mal marketing; Tenenbaum nos demuestra algunos ejemplos simpáticos de que esto esta en lo mas cotidiano y habitual: «muchas amigas me dicen que solo en una ciudad extranjera se animan a pedirse un trago solas en un bar o a hacer una reserva para uno en un restaurant. No es tan solo que en otros lugares sea un poco mas usual, sino también es la tranquilidad de que nadie te conoce, de que nadie puede encontrarte de casualidad, ahí sentada, patética y triste, abandonada y desesperada. Sola.»
Por otro lado Virginie Despentes autora de «Teoría de King Kong» ahonda sobre la diferencia que hay en la soledad depende se sea hombre o mujer en la sociedad occidental. La autora sostiene que mas allá del sustento de que muchas calles y lugares públicos pueden ser objetivamente hostiles o peligrosas, lo es mas aún para el caso de una mujer sola y la sensación es que mas alla de la propia inseguridad es que se trata – en palabras de la autora – de un mecanismo disciplinador: no andes sola, no explores el mundo por tu cuenta, que te acompañe siempre un caballero. La autora señala que el gran ausente es el deseo femenino: «si deseamos de mas somos unas patéticas, si deseamos de menos seremos unas frígidas. No hay espacio en este «sentido común» para que la mujer mire adentro de si misma y se pregunte que quiere, que desea, que necesita y ni hablar si lo que necesita es que la dejen en paz.»
En concordancia con lo expresado, la autora Mona Chollet 3 expresa que la posibilidad de resguardarse y recluirse de los demás es una condición necesaria para la vida pública. Necesitamos ese espacio, ese silencio, esa libertad para explorar y reflexionar en soledad para poder sostenernos ante el mundo, mantenernos enteros ante toda vulnerabilidad y conflictividad que implica interactuar con otras personas. Autoras como Virginia Woolf se sumarian a esta premisa, recordemos que la autora sostenía a la soledad como un reclamo «una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas». Si concordamos con el pensamiento de estas autoras la defensa de la soledad no implica huir del mundo, ni de los demás, sino que es una experiencia nutritiva, de aprendizaje y autoconocimiento necesario. En palabras de Tamara Tenenbaum «la soledad es un camino que cada tanto hay que volver a andar para transitar el mundo con ligereza y aplomo al mismo tiempo». Elegida y no padecida, la soledad puede ser un estado disfrutable, aunque nos cueste comprenderlo en un mundo que nos señala que solos somos seres incompletos y una sociedad que nos exige e interpela a amoldarnos a los estándares creados.
Buscada o impuesta, temida o bien recibida, la soledad es parte de nosotros y es en ella donde nos encontramos – sin intermediar máscaras – con nosotros mismos.
¡Hasta el próximo fin de semana!
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Referencias utilizadas en la nota:
1 «Historia de la soledad» José Edmundo Clemente
2 «¡Viva el amor!» película dirigida por Tsai Ming-liang con Yang Kuei-mei, Lee Kang-sheng, Lu Yi-ching, Lu Hsiao-Ling, Jerry Chan. Año: 1994.
3 Autora del libro «En casa»