Chopin y George Sand en «Los nocturnos» con Marta Etura y Jorge Bedoya dirigidos por Magüi Mira
Por Horacio Otheguy Riveira
Personajes muy potentes en plena influencia del Romanticismo en Francia, el polaco Frédéric Chopin y la francesa Aurore Lucile Dupin de Dudevant, viven una historia de amor que ha dado muchas páginas, empezando por la propia biografía escrita por ella con su seudónimo masculino George Sand. La española Irma Correa (En la fundación, Federico hacia Lorca, Ulloa) escribe un breve texto en exceso discursivo, con pocas situaciones y demasiados monólogos explicativos que, sin embargo, apenas profundiza en las intensas circunstancias históricas.
No obstante, la veterana sabiduría escénica de Magüi Mira enriquece lo compuesto por la autora, y hace del encuentro entre la escritora, muy adelantada a su prejuiciosa época, y el pianista enfermizo, física y emocionalmente, una exposición plástica que evita lo testimonial y ahonda en la poética de los amores autodestructivos propios de los románticos de los años 40 del siglo XIX: audaces rompedores en una época dominada por la burguesía ilustrada, muy avanzada frente a la beatería monárquica, pero aún sumamente reaccionaria.
La visión lírica se complementa de manera sublime con la escenografía creada por Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán, un espacio en negro para unas voces y unos cuerpos, a veces muy separados, cuyo éxtasis va, desde el principio, seguido de cerca por la muerte, la mortandad de las pasiones heridas gravemente por acontecimientos político-militares (la invasión rusa de Polonia) y la tuberculosis como una de las enfermedades más graves. En ese marco, Marta Etura juega de manera espléndida, sensual y tiernamente, sin estridencias, con muy logradas transiciones para un texto que la adora de manera incondicional, abrumadora protagonista en la letra, pero en la puesta en escena humilde partenaire de su compañero Jorge Bedoya, a quien muchas veces le hemos visto tocar el piano en producciones del director y músico Eduardo Vasco, pero no le recuerdo componiendo un personaje con tales condiciones. Aquí ofrece magistralmente su dominio del piano en una constante musical de Nocturnos de Chopin y revelaciones propias, mas cuando asume al personaje como actor asombra su capacidad cadenciosa y profunda, indagando con éxito en unas tonalidades vocales que parecen brotar del mismo teclado, aportando alto grado emocional.
Etura y Bedoya convencen, enamoran. A poco de empezar olvidamos que poco y nada se parecen físicamente a los retratos de la época, e incluso que la gran diferencia física en su estatura carece de importancia porque lo que trasciende en todo momento es una atracción carnal y metafísica que supera los límites convencionales…
Desde luego, les ayuda el vestuario diseñado por Helena Sanchis. Una creación tan original que la función comienza con un lento despojarse de numerosas enaguas de colores en el menudo cuerpo de una mujer que provocará a las élites vistiéndose de hombre, y disfrutando enormemente al entrar en todas partes, e incluso publicar novelas, como si fuera uno de ellos: esos estirados caballeros a los que todo les está permitido.
La iluminación de José Manuel Guerra también resulta clave para que el conjunto permita conmover con una plasmación maravillosamente poética, por momentos estructuralmente operística, dejando a un lado el texto escuchado como si solo fuera una parte de una historia cuyas líneas maestras habrá que buscarlas fuera, en el espacio escénico, y en nuestra lectura de algunos de los numerosos volúmenes publicados a lo largo del tiempo.
No estuvo muy inspirada Irma Correa, al parecer muy tocada por las memorias de George Sand y acontecimientos personales que la conmovieron profundamente (1). Estaría muy bien que, una vez distante de tamañas emociones, regrese a estos personajes para regalarles otra dimensión donde logren desarrollar con mayor rigor algunos de sus muchos episodios.
En estos Nocturnos, la maravilla audiovisual no se ve recompensada por un manto de monólogos en general demasiado vagos que, sin embargo, cuentan con momentos de indudable riqueza por los que debía haberse paseado toda la pieza:
«No pasó nada. Ni un viento huracanado, ni un destello de luz, ni un rugido desde el centro de la tierra. Los edificios no se derrumbaron, las farolas siguieron erguidas, la gente no huyó espantada.
Había una calma pasmosa en toda esa cotidianeidad, una capa de quietud que lo envolvía todo.
Las calles, el atardecer, voces yendo y viniendo, los cascos de los caballos resonando sobre las piedras. Y sin embargo yo pude sentir en ese mismo instante el vacío. Penetró en mí como una inyección, arrasando mis venas y mi cuerpo entero, músculos, vísceras, corazón. El cerebro se quedó mudo. Pude ver el mundo congelado.
Porque él acababa de morir y yo estaba allí, en medio de la calle, respirando».
(1) NOTA DE LA AUTORA.
Escribí este texto en los últimos meses de vida de mi padre. Pero yo no lo sabía. Siempre nos dijeron que existía una ínfima esperanza de que todo saliera bien, a la que mi madre y yo nos agarramos como animales.
Conocí esta historia leyendo sobre la vida de George Sand y la apunté en mi lista de textos pendientes. El entonces director artístico del Teatro Pérez Galdós de Las Palmas me ofreció escribir un texto para el ciclo de Música y Literatura. Debía girar en torno a un compositor, a mi elección. Elegí Chopin. Elegí esta historia.
La historia de George Sand y Frederic Chopin me ayudó a exorcizar mi pánico a la despedida. Aunque cuando la escribía tampoco sabía que mi vida correría paralela a ella como un fiel espejo. Esta historia me conectó de una manera fulminante con la vida, con la muerte y con el amor. Durante todos esos meses me invadió una espantosa impotencia por no poder salvar a mi padre. George Sand quiso despedirse de Frederic Chopin en su lecho de muerte, pero no la dejaron. Yo sí pude hacerlo.
Mi padre se fue de este mundo escuchando Los Nocturnos de Chopin.
De: Irma Correa
Dirección: Magüi Mira
Intérpretes: Marta Etura y Jorge Bedoya
Música Frédéric Chopin
Piano y composiciones originales Jorge Bedoya
Diseño de iluminación José Manuel Guerra
Diseño de espacio escénico EstudiodeDos: Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán (AAPEE)
Diseño de vestuario Helena Sanchis
Diseño de sonido Jorge Muñoz
Ayudante de dirección Jorge Muñoz
Una coproducción de Bitó Producciones y Teatro Español
Del 23 de junio al 17 de julio de 2022. Teatro Español. Sala Margarita Xirgu
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Molly Bloom (texto, protagonista y codirectora)
Naufragios de Alvar Núñez (versión y dirección)
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