CríticasPoesía

«Si preguntan por mí», de Juan Ramón Barat

Por Ana Isabel Alvea Sánchez.

EL TESTIMONIO DE UNA EXISTENCIA.

Francisco Brines sentía la poesía como un encuentro con lo intenso y lo profundo. Y menciono a Brines porque este libro me recuerda los poemas metafísicos y elegíacos de su paisano.

El título Si preguntan por mí hace referencia a unos versos que vienen a destacar nuestro carácter intrascendente, anónimo, fugaz: “Si preguntan por mí, / ya saben lo que soy: / una sombra entre sombras. / Barro solo.” Si somos barro, nos podemos moldear, y al mismo tiempo, alude a nuestra génesis, pues parece que Dios creó al hombre con barro y polvo.

Su primera parte, Sol de la infancia, toma prestado los últimos versos que José encontró en el bolsillo del abrigo de su hermano Antonio Machado, a su muerte en Colliure; y el poema que le da título es un homenaje a nuestro maestro, cuyos versos le despertaron fascinación por la poesía, y bajo su ala empezó a escribir, con apenas 13 años. Poemas testimoniales que rememoran aquella infancia de los años 60, rural y feliz, con su cine de verano y misas en latín. El algarrobo será símbolo de ese tiempo perdido, elegía a un mundo ya desvanecido. Pierde esta infancia con el primer beso de su prima Rosita, con el descubrimiento del deseo. Como Proust, también los olores le evocaran aquella niñez.

En Amor y geometría define el amor en el poema del mismo título: “Sin adverbios de tiempo. / Infinitivo simple. / La razón sin porqué de la existencia”; y los amantes serán “dos círculos uncidos a la luz”. La eternidad y el sentir más allá de la muerte, el infinito, la salvación que viene de su mano, la escritura como testimonio de lo que ha ardido.

Los poemas de Barro solo, giran en torno a cuestiones existenciales y al pensamiento de Albert Camus: El incomprensible misterio de la vida, el paso del tiempo y la muerte, nuestra fugacidad en el absurdo devenir del mundo.

La idea de la muerte prevalece en toda esta sección, representada por el descubrimiento arqueológico de una necrópolis bajo un convento, en los ojos vidriosos de un besugo que un día fue de agua, en el pequeño jazmín caído al suelo por la lluvia o en el poso de café que cae por el sumidero, al igual que nuestro destino. Todos son correlatos objetivos del fin de toda vida, su carácter incomprensible, su tiempo breve y circular en (casi) eterno retorno. ¿Y qué sentido entonces vivir? Se pregunta en el poema Variaciones sobre un tema de Shakespeare.

Todas las imágenes que le sirven para expresar nuestra inevitable finitud, las toma de la realidad cotidiana, así, la jarra heredada de la abuela y hecha añicos en el suelo es símbolo de la condición frágil y fugaz del ser humano, hecha de sueños y barro. Trata los temas universales sin caer en lugares comunes y sus poemas nos demuestran cómo se puede encontrar la poesía en el lugar más inesperado, en una pescadería, por ejemplo.

No obstante, permanece durante siglos la cólera del hombre y sus guerras, como ya nos cantaba Homero, el Caín que llevamos dentro y del que tanto sabe este país.

Podemos pensar que estas reflexiones nos llevan al pesimismo, pero no, hay un fondo vital y luminoso, como podemos comprobar en el poema Circuito cerrado; e igualmente gratitud ante el prodigio y esplendor de la vida, los hermosos y tiernos momentos vividos con su hijo buscando ranas entre las piedras. No encontramos amargura, al contrario, una fina ironía y el amor salvan de la pesadumbre de nuestra mortalidad. Esta actitud se lee claramente en su última parte, El cuento de nunca acabar, cuando nos habla de la plenitud que viene de forma misteriosa en lo cotidiano. No es necesario dar sentido a la vida, solo apreciar lo amable y hermoso que ella contenga. Quisiera resaltar el conmovedor poema a su madre.

No podemos olvidarnos de los sueños, Los sueños alimentan más que el pan, y el autor aconseja que no dejemos de abrigar los sueños, “el día que los sueños te abandonan / definitivamente / estás perdido”.

El poema Días de vino y rosas es quizá el más lastimero, retrata cómo toda la vida va quedando atrás, y la repetición en versos partidos: Atrás / atrás / atrás, acentúa tal sensación. A pesar de todo, aconseja a su hijo, y al lector, que sienta que no se ha vivido en vano. De lo vivido precisamente quedará una cicatriz, “El temblor de la tinta / coagulado / como un escalofrío”. El anhelo secreto de la poesía es detener el tiempo. Rescatar. Dejar constancia de lo que fue. El poema, un espejo de lo que fue y un espejo del lector.

En un estilo propio de la poesía de la experiencia (narrativo, coloquial, con tono irónico, reflexivo, uso de silvas en verso blanco, con las anécdotas propias de la realidad cotidiana que actúan como correlatos objetivos o símbolos), explora la memoria e interroga sobre los temas universales. Reflexión e imaginación se combinan en estos poemas que indagan también en los secretos de la identidad. Una poesía de gran visualidad y plasticidad.

Las palabras son claras, comprensibles para el lector; exactas, huyendo de un culturismo huero o pedante.

Hay en su poesía un movimiento constante desde lo que le rodea a la reflexión, desde la experiencia autobiográfica o el recuerdo a lo colectivo o universal.

Para Antonio Machado la poesía era “palabra en el tiempo”, la poesía como la forma de aprehender la vivencia y experiencia temporal del hombre. Una poesía que hable del mundo y de la experiencia de la vida, una poesía que deje su testimonio, como en este libro.

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