Dos amigas en una novela juvenil que se sumerge en «El río de las primeras veces»

Por Horacio Otheguy Riveira

En la abundante creatividad literaria y teatral de Nando López se introduce un mundo femenino sensual, provocador, en cuya adolescencia se deslizan fantasías, conflictos y deseos muy semejantes a los de los adultos, restituyendo en su «adolecer» el torbellino no solo de las primeras veces, como reza el título, sino del encadenado de pensamientos, voluntades e inquietudes… en busca de un camino nuevo, contrario a lo que se supone que les estuviera destinado en la vida.

A lo largo del siglo XX el concepto de adolescente se ha ido transformando al compás del ritmo acelerado de los cambios culturales. Desde luego siguen siendo difíciles de tratar en toda sociedad estratificada, pero sus energías se explayan gracias, en gran medida, a las sucesivas crisis de los adultos que les cuestionan. La sociedad patriarcal y autoritaria cada día tiene menos fuelle, el aire que respiran los más jóvenes tiene la fuerza arrolladora de la búsqueda de la libertad creativa, por muchos obstáculos que se les pongan en el camino.

Así lo entiende el profesor de Lengua y Literatura Nando López, desde hace tiempo en excedencia, volcado no solo en la escritura sino también en los debates organizados por Institutos donde es un invitado de honor, muy admirado por alumnos y profesores, a la vez que parcialmente cuestionado en cada encuentro, situaciones que le permiten conocer de primera mano las emociones y los pensamientos de una juventud que no teme emitir juicios, preguntar, inquietarse en público e ir más allá hasta esta última novela donde la progresiva búsqueda de amor de sus protagonistas se traduce en una búsqueda de satisfacer deseos sexuales que bullen en la inocente carnalidad de una existencia que desconoce la corrupción flagrante de sus mayores.

Por estas páginas también circulan obras literarias que los personajes han estudiado y han conseguido hacer suyas. Títulos y breves reseñas o apenas apuntados argumentos sirven de hilo conductor en una trama que ahonda en los conflictos interiores y exteriores de chicas para un público lector a partir de los 14 años, indagando en el proceso constructor de personalidades que deambulan por el deseo sexual con temor y entusiasmo, de tal manera que hace que la obra mantenga un complejo nivel de información, al tiempo que una intriga en torno a situaciones que han sucedido en el pasado, pero que necesitan iluminarse al margen de toda sospecha de oscuridad.

En la contraportada de cada ejemplar, va impreso un decálogo que invita a conocer a las principales figuras de la novela:

Una tierna y profunda historia sobre el amor entre dos chicas que buscan su lugar.

«[…] En momentos así, Joana querría ser diferente. contar con la facilidad de trato de Noa. O con la seguridad de Marc. O con el hermetismo y la mordacidad contundente de Carla. Pero ella no dispone de ninguna de esas cualidades, tan solo la de una vergüenza pegajosa que la lleva a querer encajar sin lograrlo, y que da lugar a situaciones tan embarazosas como aquella, escondida como una cría en un cuarto que ni siquiera era el suyo.

Pensó que Elke intentaría convencerla. Estaba acostumbrada al no seas tímida, al no pasa nada, a que le tendieran la mano creyendo ayudarla para darle un empujón que solo conseguía que se sintiera aún más expuesta. La realidad era un lugar inhóspito para su introversión. Por eso se había aliado muy pronto con los libros, sus páginas eran el único espacio en que podía pasar desapercibida y, a la vez, encarnar un papel protagonista.

—¿Todo bien?

—Todo bien.

Su compañera de piso se dejó caer en la cama, en el mismo lugar en que Joana había estado antes, conectó su móvil al altavoz que Bobby tenía en su cuarto, dejó que sonara Campus de Vampire Weekend y dio una suave palmada en el edredón para pedirle que se sentara junto a ella. Joana obedeció y las dos permanecieron unos segundos en silencio, dejando que la música fuera la única protagonista…».

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«[…] Esta noche, como todas las anteriores, acaban acomodándose en el jergón que hay en el lateral derecho de los barracones. Solo que ellos no emplean el suyo para reponer fuerzas después de una jornada que empieza demasiado pronto y acaba demasiado tarde, sino para cansarse y atemperar los nervios y los músculos a la vez, con Carla subida sobre Gerard y obligándolo a seguirle el ritmo mientras ella aplica sus propias directrices en busca de un placer que han aprendido a sincronizar con cierta pericia. Le gusta prolongar el momento previo al clímax, el instante en que sabe que Gerard tiene que esforzarse para no dejarse llevar y acabar antes de lo que ella considera oportuno, entretenida en acariciar las líneas geométricas que dividen su torso y que, en ese espacio mal iluminado y peor ventilado, casi parecen irreales».

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