«Esta noche se improvisa la comedia»: feliz encuentro entre Pirandello y Ernesto Caballero
Por Horacio Otheguy Riveira
Luigi Pirandello (Agrigento, Sicilia, 1867-Roma, Italia, 1936) revolucionó la historia del teatro con Seis personajes en busca de autor en 1921. Lo hizo con el instrumental quirúrgico propio del arte de representar historias a la vista del público, con intérpretes que nunca ofrecen exactamente la misma versión de los hechos porque, en gran medida, cambia la mirada del público.
Los seis personajes que necesitaban un autor en 1920 se identifican con una metáfora brutal de la existencia, la ausencia de Dios en una sociedad muy católica, y andan a ciegas desvelando pasiones y temores. Cuatro años después llega Cada uno a su manera, 1924. Sigue profundizando en un teatro disfrazado de teatro, el teatro que se hace teatral, sus trucos escénicos, la complejidad de los personajes y la originalidad de las tramas y los problemas sociales y emocionales planteados. Aquí, todo empieza en la calle, en la puerta del teatro, anunciando que, tras el suicidio de un escultor Pirandello provocará un nuevo escándalo con una representación alrededor de este llorado acontecimiento…
Pasan los años, las obras son numerosas, también en cuentos y novelas, larga producción, a pesar de su temprana muerte por neumonía a los 69 años. Siempre con una obsesión: la vida que se vive y la vida que ven, juzgan, aman u odian los otros, los que la miran. Vitalista tragicómico descubre el amargo despertar, ese momento en que el drama que nos angustia se deforma provocando una risa burlona, sarcástica, nunca enteramente cómica porque en definitiva preside el sentimiento trágico de la vida.
Y así, como todas, hija también de Así es (si así os parece) de 1917, llega la obra que ahora nos ocupa en versión española de Ernesto Caballero: Esta noche se improvisa la comedia, 1930.
Si en la pieza del 17 el teatro que se desnudaba era el de la vida de un grupo de familia fustigado por la presión pueblerina sobre su comportamiento, vaguedad tras vaguedad, falsedades que encubren verdades difíciles de precisar… ahora todo explosiona con vestigios de la calle, también como en Cada uno a su manera, pero seis años después.
Laberíntico, filosófico, divertido, ingenioso… Luigi Pirandello llega a ser precursor de la dinámica, también teatral, del filósofo Jean Paul Sartre, cuando en Huis Clos (A puerta cerrada, 1939) se asegura que “El infierno son los otros”.
La vida que viven los cómicos bajo mandato de un director absolutista “parece” prevalecer en esta versión de un dramaturgo que juega con otro dramaturgo fallecido hace 86 años. El encuentro es emocionante. Generaciones diversas, puntos de vista comunes y también diversos, pero sobre todo por la manera en que el hombre de teatro de hoy, en cantidad de producción más director que autor, se comunica con sus intérpretes y con la angustia del maestro siciliano: a través de la comicidad que guarda todo esfuerzo personal de creatividad, si se descubre el sentido del humor que todo relativiza. Así el espectáculo empieza con el director junto a “sus” actrices y actores advirtiendo al público que “esta noche se improvisa la comedia que pergeñó Pirandello a partir de uno de sus cuentos”, y que, por supuesto intentarán hacerlo de manera creíble, “la base de toda función teatral”.
Caballero urde un juego muy personal que, objetivamente, escapa de las exigencias del original que se estrenó con mucho más elenco y mezclando en el patio de butacas espectadores reales y actores que hacen de público y participan activamente en el desarrollo de la confusa propuesta en la que hablan los que actúan y sus personajes. En esta función no hay tanta gente en acción, porque todo se basa en los actores y actrices, hasta que estos se rebelan al siniestro director egocéntrico, delirante, tiránico, aunque siempre esboce una sonrisa típica de buena gente… Todo lo contrario del propio Ernesto Caballero, famoso por su respeto profundo a los intérpretes y respetuoso con los textos de clásicos con los que ha liado en su trayectoria (Valle Inclán, Max Aub-José Ramón Fernández, Bertolt Brecht…), de manera que todo tiene espejos diáfanos y opacos, réplica y contrarréplica, en manos de un elenco de magníficos profesionales que hacen posible un admirable ejercicio escénico que aporta una nueva mirada sobre el grotesco del Padre Padrone del teatro del siglo XX, cuando la comicidad, las reyertas, los egos de director y reparto abren paso a los dramas de fondo, lineales, bajo la escenografía esplendorosa de Mónica Boromello (más propia de un cabaret pueblerino): la verdad más dolorosa en dramas de celos, deseos y posesiones ancestrales en el huracán de una familia que querría vivir en paz, ser como tantas.
En definitiva: siete intérpretes formidables entregan algunos de sus muchos recursos en un juego escénico que fue muy atrevido en 1930 cuando lo escribió Pirandello y resulta hoy, versionado y dirigido por Ernesto Caballero, un exultante homenaje al arte de contar historias desde un escenario, por muy intrincada que se ponga la aventura entre lo que se desea narrar y cómo se narra.
De: Luigi Pirandello
Versión y dirección: Ernesto Caballero
Intérpretes:
Felipe Ansola (Pomarici)
Jorge Basanta (El primer actor, Verri)
Natalia Hernández (La actriz característica, Doña Ignacia)
Joaquín Notario (Hinkfuss, el director)
Paco Ochoa (El actor de carácter, Zampoña)
Ana Ruiz (Totina/La cantante de cabaré)
Ainhoa Santamaría (Mommina)
EQUIPO ARTÍSTICO
Diseño de espacio escénico Mónica Boromello
Diseño de iluminación Paco Ariza
Diseño de vestuario Beatriz Robledo
Ayudantes de dirección Pablo Quijano y Miguel Agramonte
Una coproducción de Lantia Escénica y Teatro Español
Del 17 de junio al 17 de julio. Teatro Español. Sala Principal
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También en CULTURAMAS:
Teatro para leer (online): Obras breves de Luigi Pirandello
Pirandello: La máscara y el rostro (Triunfo, 1981)
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