Un arte histórico entre fogones: «Eso NO estaba en mi LIBRO de Historia de la Cocina Española»

Por Horacio Otheguy Riveira

Para un periodista y escritor como Miguel Ángel Almodóvar, las artes de cocinar, de comer y de conversar se unen con una gracia tan especial que todo el conocimiento expuesto en sus libros se convierte en mesa y mantel para cualquiera de sus lectores. Leerle es alimentarse entre páginas memorables sobre la historia de la cocina española, una obra que —como todas las del prolífico autor— discurre como una novela, bien documentada de personajes, anécdotas y recetas que, página a página, hacen la boca agua.

Saborea el escritor la rica experiencia literaria que le ha servido para algunas de sus numerosas obras ya míticas en el género, tales como: La cocina del Cid; El hambre en España: una historia de la alimentación; o Mood-food. La cocina de la felicidad. Valiosos materiales de búsquedas y encuentros divulgativos empapados de un arte de narrar que colma de satisfacción a quien se deje llevar en busca de novedades culinarias, pues al ir de asombro en asombro en la revelación de platos que hicieron y hacen historia, también se viaja hacia áreas fascinantes geográficas y sociales. Todo muy orgánico en un hombre de letras y caldos, periodista, sociólogo, investigador, dietista y muy notable escritor, capaz de infundir gran calidad narrativa donde solo aparentaban buenos cubiertos y copas en alza.

«[…] No es descartable que siglos de clichés y reticencias influyeran lo suyo en el ninguneo internacional de la cocina hispana, pero a nuestro juicio hay dos razones alternativas que explican lo grueso del asunto y ambas llevan el nombre de Madrid.

La capital del reino (y, a ratos, de la república) nunca mostró el menor interés en crear una “cocina española” al modo y manera que lo habían hecho París, Moscú, roma o Atenas, que jamás fue otro que el de seleccionar un determinado número de platos de cada región o zona gastronómica para ofrecer una carta, en buena medida representativa del variopinto agaje y la denominación pomposa de cocina francesa, rusa, italiana o griega.

Madrid, hay que insistir, nunca dio muestras de ni intentar esa tarea y muy por el contrario abrió siempre sus brazos a las cocinas de otros rincones, que fueron llenando sus calles de restaurantes y casas de comida manchega, asturiana, vasca, extremeña, sanabresa o de cualquier otra comarca. Lejos de hacer algún gesto en pro de la centralización, Madrid se declaró siempre abiertamente partida de la regionalización de la oferta gastronómica global […]».

Dicho esto en las primeras páginas, el autor aventura otras hipótesis interesantes sobre el ya legendario «ninguneo», para introducirse en una serie de 14 capítulos, algunos de los cuales rezan así: El hat-trick de la cocina española fuera de sus fronteras; Señas de identidad: el mito, el rito, el ajo y los prejuicios religiosos; Prehistoria y primera historia; Una Edad Media y tres grandes culturas culinarias  (…) El siglo de las luces, el hambre popular y las innovaciones culinarias borbónicas; La portentosamente movida centuria decimonónica; Un siglo que se anuncia con miseria alimentaria y tambores de guerras; Posguerra, racionamiento, estraperlo, hambre y final feliz desarrollista; Las vanguardias de entre siglos.

Con amplia bibliografía bien detallada al final, para entonces ya hemos dejado volar imaginación e intentado apuntar, hasta que lo mejor ha sido marcar páginas con buenos postists de colores para volver a recorrer las páginas más notables en cuanto a la buena mesa y a los magníficos datos personalizados de acontecimientos sociopolíticos con riguroso baño ideológico, que el maestro Almodóvar también se moja lo suyo sin quitarse para nada el elegante delantal.

Numerosas ilustraciones siguen de cerca el devenir de un texto tan documentado como ameno, en manos de un narrador que domina el arte de contar historias.

«Sangre y arena», de Rouben Mamoulian, 1941, fue la película que dio a conocer el gazpacho a nivel mundial.
Tortilla de naranja para pícaros y rufianes.
Manuel Azaña lanzó una activa política de mejora en la alimentación popular y en las raciones de la tropa.
Aldonza, la protagonista de La lozana andaluza, de Francisco Delicado, ejemplifica la fusión gastronómica de las tres culturas del libro: cristiana, musulmana y judía.

EDITORIAL ALMUZARA. ESO NO ESTABA ESTABA EN MI LIBRO DE HISTORIA DE LA COCINA ESPAÑOLA

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