Viajes y libros

‘El cisne en el ocaso’, de Rosamond Lehman

El cisne en el ocaso

Rosamond Lehman

Traducción de Regina López Muñoz

Errata Naturae

Madrid, 2022

187 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

Existe, seguramente, mucha sensatez en perder la cordura. O al menos existe infinita sensatez en el derecho a perderla. ¿Qué es el misticismo sino una forma de añadir vuelo a la imaginación y al deseo, creando así un mundo alternativo al de la realidad, al del suelo, en el que poder estar cómodo y mirar con dulzura? No precisaremos si el misticismo tiene una función social o psicológica, que puede ser de un enorme calado y muy posiblemente la postura correcta, la mejor manera de entender la vida, pero sin duda sirve de consuelo.

En esta obra memorística, Rosamond Lehman (Bourne End, 1901 – Londres, 1990) nos coge de la mano para compartir la experiencia que la llevó desde el agnosticismo a la convicción de que existe una vida más allá de la muerte. El libro da inicio con una pequeña lectura de infancia, en la que la autora se expresa con mucha melancolía, rozando la autocompasión, haciéndonos dudar de toda la subjetividad lírica, y lo que implica, con que se expresa. Pero esta prosa irá cobrando sentido cuando se centre en expresarnos las consecuencias del principal suceso que la ha construido: una pérdida demoledora, la desaparición de una hija, la muerte cercenando el sentido de la vida.

Tal vez ese espíritu que no es elegíaco, sino de testamento, sea lo que define mejor la obra. De ahí viene tanto deseo de poesía, de lirismo, incluso en los primeros años de formación, cuando se muestra como una persona maleable, cuando se reconoce como maleable. Esa niña va creciendo en un entorno definido como una geografía humana que sirve de apoyo, de referencia, y que sustenta la educación sentimental.

De ahí saltaremos a una segunda parte más reflexiva, en la que se comienza discerniendo acerca del proceso de creación. La niña conoce el mundo literario y en él crece, en un recién estrenado mundo adulto en el que existe algo que antes era desconocido, algo que ella no termina de definir pero que, sin duda, se podría llamar depresión. El salto consiguiente será hacia el duelo. Recordará a la hija con una intensidad que sólo puede brotar del dolo. Y comenzará su proceso de reconstrucción asumiendo la certeza de que somos algo más que un grupo de células bien conjugadas.

La creencia de que hay vida más allá de la muerte se impone. Así pues, en el libro se busca definir qué es el alma, y esa búsqueda es lo que pretende la obra, y no concluir con ninguna definición. Rozando el espiritismo, nos adentramos en un mundo cristiano que sirve de sustrato, cimiento y tejado para lo que nos falta de vida, hasta que saltemos al otro lado de la tumba. La interpretación del texto quedará mucho en manos de los prejuicios del lector. Pero no hay en ningún momento la pretensión de convencer, sino la de compartir. Y eso, esa sinceridad, es un valor que uno irá agradeciendo a medida que pasen los minutos tras haber cerrado el libro.

 

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