Decir mucho con poco: los aforismos flamencos de Florencio Luque

Ricardo Álamo.- Lo dijo Arcadi Espada en una entrevista reciente, a propósito de la publicación de Molde roto. Una conversación con flamencos (Editorial Renacimiento, 2022): la pureza en el flamenco no es una fórmula matemática, de modo que la disputa entre puristas y defensores de la contaminación o del flamenco evolucionado no tiene ningún sentido, porque lo que importa es la intensidad con que un artista se expresa y la verdad que pone en lo que dice o hace (y cómo resuena aquí la mínima máxima cervantina quien sabe sentir, sabe decir). Este decir o hacer —que los flamencos dicen y hacen de muchas maneras, con el cante y con el baile, pero no solo, también con el silencio y el dolor y los gemidos y los ritos e incluso con el hambre—, a diferencia de otras formas de expresión artística, no contemporizan con lo sentencioso ni lo senequista, ni mucho menos con las retóricas del amaneramiento. Porque a la poética del flamenco lo que le va, lo que  nutre su oscura médula, es el laconismo, aquello que se dice del modo más directo y sin rodeos. «Menos es más» podría muy bien ser el adagio inherente a la poesía flamenca. Decir mucho con poco, y sobre todo decir sintiendo lo que se dice, incluido lo que se dice en silencio. Este laconismo y este silencio tan poco refractarios al arte flamenco le parecen capitales a Miguel Ángel Vázquez Medel, catedrático de Literatura y Comunicación de la Universidad de Sevilla, quien en el prólogo a Melismíninas, de Florencio Luque, escribe lo siguiente: «El silencio es invocado como raíz del cante, que ha de adentrarse en lo invisible e iluminarlo desde su desnudez, transmutar el dolor, obrar el milagro, fundir lo apolíneo (armonía) con lo dionisíaco (hondura), y alcanzar en lo jondo algo más que música. Porque hay que cantar con la voz del corazón y saber oír ahondándonos en el abismo. Una experiencia que nos hiere, de la que nadie sale indemne». Ahí es nada. ¿Admiten todas las artes esta invocación al silencio, a la hondura, a la invisibilidad y al abismo? Dicho así, parecería que el flamenco es más una mística o una especie de profesión de fe que un arte mundano. Pero no nos engañemos, siendo un arte no todos los artistas que lo practican llegan a comprenderlo, y menos que nadie quienes solo se acercan a él para entender su técnica.

No parece este el caso de Florencio Luque, quien, en los cien aforismos sobre el flamenco reunidos en este libro, a fuer de pasar por entendido, es también capaz de transmitir con palabras lo que de abismal y de hondo entraña este oscuro arte. Se diría, incluso, que parte de su poética aforística no está muy lejos de lo que Ramón Gaya pregonaba en Naturalidad del arte y artificialidad de la crítica, pues no en vano, como tajantemente defendía el pintor y escritor murciano, lo más patético del crítico de arte es que entiende de una cosa que no comprende. Y en este sentido hallamos por ejemplo que Luque enuncia: «La técnica suele amedrentar el duende», «Ningún análisis musical logra estremecernos, una nota a cuerda pelá sí» o «Cuando se baila académicamente se es contorsionista». Y si de invisibilidad y desnudez del cante hablábamos más arriba, Luque pondera: «Cuando el cantaor cierra los ojos se adentra en lo invisible» y «El cante nos desnuda».

El duende, el pellizco, el dolor como fuente natural del cante y del baile, la encarnación de la música en todas las partes del cuerpo, la negrura de lo jondo, lo misterioso, la sobriedad y el respeto por las formas de expresión del arte flamenco son algunos de los temas más recurrentes tratados en este singular libro, donde además resuenan los ecos dispares de múltiples voces, pues como bien claramente se anuncia en el prólogo se trata de una obra de una alta calidad poética y de pensamiento en la que no rechinan ni Kant ni Lorca, ni Wittgenstein ni Rousseau, ni Nietzsche ni Hobbes, y que, salvando que alguna vez se deje caer en el chiste fácil o en la greguería ramoniana («Quien canta bonito, acaba atún»), es una muestra excepcional de lo que cabalmente se puede decir del flamenco y sus alrededores. No en vano, el libro está dividido en cinco secciones: Boca, Manos, Pies, Público y Crítica, todas las cuales juntas vendrían a ser los pilares fundamentales sobre los que se asienta el arte mayor de los gitanos, que paradójicamente siendo tan rico brota de lo pobre («La indigencia jonda recoge las más sagradas limosnas»), germina en el ámbito reducido de ciertas élites («El flamenco es un género popular bastante impopular») y pese a su carácter de desmedida intimidad se expresa como un gemido universal («En la más honda intimidad del cantaor, la comunión más universal») que muy poco tiene que ver con las más simplificadas e inanes expresiones del folclore («En el flamenco se está solo, en el folklore acompañado»).

Impagable, pues, este Melismínimas de Florencio Luque, que demuestra que el género del aforismo no tiene límites, y que del flamenco se puede hablar diciendo mucho con poco, lacónicamente, como quien canta o baila de verdad, o sea, sin retórica.

Florencio Luque, Melismínimas. 100 aforismos flamencos. Apeadero de Aforistas / Cypress, Sevilla, 2022.

 

One thought on “Decir mucho con poco: los aforismos flamencos de Florencio Luque

  • el 30 mayo, 2022 a las 9:30 am
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    Excelente reseña. Muchas gracias, Ricardo Álamo.

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