«Hacia la luz», Naomi Kawase
Por Rafa Mellado
Europeización del cine japonés. ¿Nueva ola francesa con final tipo Cinema Paradiso? Exceso de primeros planos cámara al hombro, de pasajes de caballos trotando pianísticas praderas; lágrimas a degüello en la pantalla, y pieles rojas muy fotogénicas. ¿Están así de mirar puestas de sol? Una trama minimalista con la que la espectadora se preguntará si necesitaba conocer el complejo de Electra no superado de la muchacha, para entender su atracción por el hombre maduro, que se está quedando ciego y ya no puede fotografiar atardeceres. Rechinan los diálogos allí donde la protagonista llama la atención del hombre de manera insolente. La astuta guionista lo justifica con él, que le dice a ella: “Te rechina el corazón”. Y ella lo besa contra una puesta de sol de justicia.
No faltan detalles bonitos. En ocasiones la planificación de cámara falla con tres en escena, por ejemplo en el bar con los colegas fotógrafos, que toman unas cañas. O los planos contra planos, mal angulados, con la madre senil, que no recuerda la rivalidad con la hija por el padre. Hay licencias poéticas que funcionan en lo visual (a pesar del atardecer como gran lugar común), pero otras que no funcionan en lo narrativo. Te dices: sí, vale, ve por el rabillo del ojo las zapatillas del ladrón que le roba la Rolleiflex, pero ¿no ve la laguna de vómito que lo hizo resbalar? Y luego (continúa el spoiler) llega hasta el laboratorio ¡donde el ladrón positiva las fotos!, y ¿le da una lección ninja? ¿Qué otras destrezas tiene un tipo capaz de lavar, secar y casi planchar chaqueta y pantalones en un lavabo público?
El prurito profesional hace que quiera mejorar como narradora, aquí es donde entra en conflicto con ella misma y con el veterano fotógrafo. La chica escribe audiodescripciones de películas muy graves, y los textos son criticados y alabados por personas invidentes. Este es uno de los detalles formidables del filme. Algo metaliterario. Las reflexiones son muy buenas, y todo ese contenido metatextual y autorreferencial sobre la forma de contar imágenes, personificado el foco en la guionista de audiodescripciones. Quizá la escena más destacada sea en la que va a entrevistar al director, que le desbarata el final de la película dentro de la película. La presentación de la madre cuando están hablando de ella y aparece en el umbral de la puerta, también es estupenda.
Una película sobre la subjetividad de la percepción y de la visión de las cosas, que cuestiona el sentido del propio acto cinematográfico. Una película con sensibilidad y pretenciosa, que divaga más de la cuenta. Acertada reflexión sobre cómo se activan la imaginación y las emociones de los espectadores, y sobre qué se pierde en el camino de poner en imágenes las palabras, y al contrario.
Firma la cinta la solvente directora y guionista Naomi Kawase. Aunque, si no se oyesen un puñado de buenos diálogos en todo el metraje, por momentos recordaría a una publicitaria Coixet adaptando novelas de Susanna Tamaro. A pesar de la traducción del título: Hacia la luz, que retrotrae a aquella Caroline atrapada en el ruido blanco. A trozos, se deja ver como una buena película. Si alguien hiciese desaparecer al pianista ante nuestros oídos en esta Hacia el atardecer de la vida, mejor.
La película podría dividirse en varias partes que realizan un recorrido por la evolución humana, la huella extraterrestre, el auge de la inteligencia artificial, viajes espaciales vidmate, la hibernación.