«Blast»: pólvora mojada en una explosión de buenas intenciones

Por Horacio Otheguy Riveira

Despliegue de muy desordenadas emociones que se desarrolla a lo largo de dos horas, o más, según la empatía con el público. Se juega todo el tiempo como si fuera una constante improvisación en torno a temas que se supone de gran interés, pero planteados de una forma ligera, gritada, más o menos graciosa. Gran parte de este show los jóvenes intérpretes lo critican sobre la marcha varias veces, en un ingenioso ejercicio de adelantarse a las críticas oficiales: «Chicos, van a decir que esto es como una mierda, sin el como».

Juegan mucho, se pelean con las crisis habituales del sistema, protestan con razón o sin ella, todo muy subjetivo; se queja el español de origen africano por el desprecio de la policía y de algunos ciudadanos; se queja también el guapo rubio de pelo largo («demasiado principesco») porque también se meten con él por muy blanquito que sea, o mucho más si está entre africanos…

Y así cada uno o cada una tiene sus motivos de lucha, de compromiso, de pelea con el sistema… hasta que terminan riéndose de sí mismos y de todo lo demás en una decadencia de la protesta, de la ira, de la revolución que quieren conseguir. Las buenas intenciones se revuelven y acaban siendo tan reaccionarias como aquellos que tras quejarse insisten en que en el fondo, «Sufro poco», tal el lema de las camisetas con las que todo el elenco saluda al final.

Curiosamente en el mismo estilo de otro espectáculo —con otros creadores, ciertamente más ambicioso y más logrado—, donde toda la compañía agradecía los aplausos vistiendo un solidario «Soy Maricón» (Manual básico para destruir prejuicios…, estrenado en la pequeña del mismo teatro). Doy por hecho que se trata de mera coincidencia, pero viene a cuento por el común denominador de jóvenes en conflicto con un planteamiento muy distinto. Mientras en aquélla se jugaban crisis de fondo y las resolvían en una línea de solidaridad, esta vez Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez han apostado por un barullo que quiere ser protesta, con audacias como escribir en un panel Dios es Trans, pero que se queda en queja de bajo tono escolar.

Titulan la obra en inglés (¿por qué también aquí este antojo tan generalizado?) BLAST, explosión, y tras desenvolver el juvenil equipo todas sus baterías (que son muchas) y demostrar que podrían ser excelentes intérpretes, tras largo desorden nos dejan con 20 últimos minutos muy cercanos a una revista musical encantadora.

Contradicciones a flor de piel, un show con ambiciones varias y que, a mi entender, se queda en muy poco, sobre todo para cerrar la temporada del sagrado teatro María Guerrero, sacralización de la que se mofan como ya han hecho otros en la misma sala (Atraco, paliza y muerte…), pero que parece un desafío poco menos que ridículo, pues para superar los antecedentes del clasicismo o la tradición teatral, bueno sería apostar por protestas con mayor elaboración, y no meros gritos al vacío, demasiado parecidos a berrinches infantiles que se arreglan con una piruleta.

Así y todo, en la serie de fotografías que siguen a continuación dejo constancia de momentos que encontré interesantes.

Al micrófono, Àlex Silleras: Siéntate que hacemos una terapia. Y Nadal Ben, quien aprovecha la ocasión para contar un episodio racista doloroso.
Nadal Bin e Iván López Ortega en una alianza que supera fronteras, logrando una sólida amistad.
Alejandra Valles destaca ampliamente, al elaborar un personaje irónico tan divertido como seductor a lo largo de toda la función, logrando en esta escena el máximo esplendor en un testimonio con el que resulta muy fácil empatizar.
Julia Adun se marca una gloriosa versión de El amor, que hiciera popular Massiel hace tiempo. La única canción en vivo, ya que hay otras en playback de cantantes populares.
Hacia el final, una gran fiesta de bolas de colores donde las traviesas criaturas chapotean a gusto y también se permiten una orgía de abrazos y besos ardientes.

BLAST. Instrucciones para cambiar el mundo

Texto y dirección Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez

Reparto Julia Adun, Nadal Bin, Conchi Espejo, Iván López-Ortega, Saúl Olarte, Álex Silleras y Alejandra Valles

Escenografía Alessio Meloni

Iluminación CUBE BZ (María de la Cámara y Gabriel Paré)

Vestuario Yaiza Pinillos

Movimiento Amaya Galeote

Música y espacio sonoro Fernando Epelde

Ayudante de dirección Pablo Martínez Bravo

Ayudante de escenografía Elliot Kane Cubells

Diseño de cartel Equipo SOPA

Fotografía Luz Soria

Tráiler Bárbara Sánchez Palomero

Coproducción Centro Dramático Nacional, Barco Pirata y Teatro En Vilo

CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL. TEATRO MARÍA GUERRERO. HASTA EL 19 DE JUNIO 2022

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Otras creaciones de Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez:

Hoy puede ser mi gran noche

Generación Why

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