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‘Adultos’, de Marie Aubert

ALEJANDRO F. ORRADE.

Los libros tienen la gran virtud de impactar de manera diferente en cada lector y lectora; una obra puede significar algo maravilloso para una persona, o un relato aterrador para otra, y seguir siendo la misma historia. Mismos personajes, misma trama, diferente resultado.

Este fenómeno -que no se da siempre, y cada vez con menor frecuencia- ocurre de una forma muy reveladora en Adultos, novela de Marie Aubert y que Nórdica Libros ha publicado en marzo, bajo la colección Letras Nórdicas. La novela fue todo un fenómeno en su país -Noruega- y su internalización era cuestión de tiempo.

¿Qué se narra en este libro de poco más de 150 páginas? Nos metemos en la piel de Ida, una arquitecta soltera y sin hijos que no atraviesa un buen momento personal pese a triunfar en lo laboral. Esa dualidad antagónica le lleva a plantearse la posibilidad de congelar sus óvulos y esperar a un mejor momento para buscar la maternidad. Mientras se encuentra inmersa en el proceso -a la espera de empezar el tratamiento- viaja al sur para pasar unos días en la cabaña familiar junto al mar. Allí se celebrará el aniversario de su madre y será la ocasión para reunirse junto a ella. También pasará el tiempo junto a su hermana Marthe, que tiene una sorpresa reservada para la familia.

Bajo esta premisa empiezan y se desarrollan los dos ejes que componen la trama completa de la novela: la maternidad y la actitud de la sociedad ante esa misma maternidad. Ambos ejes se entrecruzan y pivotan alrededor de Ida, que es quien canaliza el debate y quien ejemplifica una de las caras del tema: el de la mujer sin hijos y que está viendo como a su alrededor toda su generación va entrando en el redil de la maternidad y paternidad.

El papel de la sociedad como gran motor que impulsa al individuo a tomar decisiones -en este caso tener descendencia- es para Ida una presión casi insoportable, una especie de apartheid al que no quiere permanecer, pero que al mismo tiempo le plantea dudas e inseguridades. ¿Realmente quiere ser madre por voluntad propia o porque es lo que se espera de ella como mujer?

Ella siente dolor al ver niños con sus madres, niñas con sus padres, y anhela estar en aquel lugar, jugando ese papel. Pero al mismo tiempo, y como contraposición, siente que tal vez no sea un deseo enteramente libre.

Este debate interno alcanza su punto álgido durante el fin de semana junto a su familia, en el que una noticia relacionada con su hermana dispara todos los conflictos: reproches del pasado, deseos frustrados, pensamientos que no tienen voz y se enquistan… todo ello agriado por la gran frustración de Ida, que acentúa las discusiones.

Aubert demuestra con soltura cómo a todo el mundo le carcomen sus problemas y muchas veces no saben cómo afrontarlo. Incluso en las familias, de las que -otra vez por influencia social- se espera que sean un remanso de confianza y seguridad, en ellas tienen realmente los mayores traumas y dificultades.

Los problemas de Ida se acentúan cuando se da cuenta -aunque ya lo sabía- que el apoyo familiar supone más un lastre que una ayuda. Una situación que irá in crescendo hasta el final de la historia, un pequeño anticlímax que en realidad es el mejor desenlace posible.

Adultos tiene, como decíamos al principio, la virtud de ser un libro que puede ser visto de forma distinta en función de los ojos que viajan a través de las páginas. Para algunas personas la novela está escrita de forma divertida -se la ha comparado con Fleabag, una comparación acertada pero quizás no por las razones esgrimidas acerca del humor ácido- y parece dejar un regusto agradable en el paladar.

Para otras, en cambio -y es probable que influya mucho si la situación personal se asemeja o no a la protagonista-, se trata de un relato realmente aterrador que tiene un poso de tristeza bucólica que no termina de consolar, ni siquiera en las reflexiones supuestamente más esperanzadoras. Existe, no obstante, una constante sensación de resiliencia que se puede extraer si se mira en las capas más profundas del relato, en los ecos de los diálogos y los monólogos interiores de Ida.

Sin duda se trata de una novela que merece la pena ser leída, y de la que es probable que prácticamente todo el mundo pueda extraer alguna reflexión útil. Diferentes y quizás opuestas, pero igualmente interesantes. Y esa es una virtud que convierte Adultos en una lectura enriquecedora.

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