José Mateos, servidor de lo imposible
Juan Manuel Uría.- “Un pensamiento sin máscara sería la poesía”, nos dice José Mateos y, diciéndolo, nos invita a pensar desde nosotros mismos, individualmente, sin la máscara de lo arquetípico, sin la pátina de la inercia de lo ya pensado, que es eso a lo que llamamos “sentido común”; y es que el único sentido que a él le interesa trasmitir, y que entiende ligado a la fuente cuádruple del amor y del misterio, del ayer y del mañana, es el sentido poético, sentido que mana –si no lo obliteramos- de lo más profundo, de la oscuridad en la que permanece, intacto pero permanentemente activo, lo que no sabemos que sabemos. “La poesía es algo que viene de antes y que es de después”, en esa línea existencial (y también metafísica) que evidencia dos raíces que al fin son la misma (pues no hablamos de tiempo, sino algo que supera el tiempo): la del origen de la palabra cuando aún nombra las cosas, ansiosas de ser nombradas, y la raíz otra de la realidad otra, la del misterio intangible que está indisolublemente unido a la belleza, una belleza por supuesto no racional, no instrumental, tan inútil como la inútil poesía que José Mateos entiende por verdadera. Y esa belleza solo podrá vislumbrarse, acaso, a través del pensamiento y la lógica poéticas. Una belleza frágil, “sin fragilidad no hay o no puede haber belleza”, una vulnerabilidad que otorga a quien la tiene una especie de connotación de pureza, de esa belleza incorruptible que huye (como la misma poesía huye) porque quizá no se fía demasiado de nosotros; belleza que yo creo asociada a la infancia como actitud, como espacio, y no exclusivamente como etapa cronológica.
La oscuridad, en su condición de misterio, sagrada, es importante para Mateos, generativa, paradójicamente iluminadora, esa oscuridad como barroca que hace que se multiplique, casi hasta herirnos, el efecto de la luz; la oscuridad de lo desconocido, de lo innombrable, de lo que no sabemos que está ahí, pero lo intuimos, lo sabíamos, lo esperábamos. “Poética: ponerse de cara a la oscuridad, y esperar”. Y, ¿qué es esperar? Una actitud, actitud de haijin que observa, actitud de poeta que espera, como querían los surrealistas, los signos que desvelen la realidad que se nos oculta; poesía que tiende al silencio y a la desaparición: “la poesía (…) es una estructura de palabras que quieren desaparecer”. Y esa espera, lo sabe muy bien José Mateos, ha de hacerse no sólo con una paciencia geológica, sino con la humildad de quien se separa del yo, del ego y de la vanidad, de cierta poesía actual (banal, apegada a lo más aparente, periodística, sin compromiso), anclada al sujeto, a la personalidad, al ruido. “La humildad es, sobre todo, como el amor, una condición de la creación”, humildad y también mirada, porque la poesía ha de ser una “revolución de la mirada”, para que con atención pueda traducirse, con espíritu poético, lo que nos rodea al lenguaje tenso, multifacético, a punto de desaparecer, de la poesía, y así tratar de hacer de la realidad algo más complejo, trascendente y, del hombre, un superhombre (superniño era en realidad de lo que hablaba Nietszche, la figura de la creación absoluta), un hombre nuevo en la poesía u homo poeticus; porque “ser poeta es una manera superlativa de ser hombre”.
“Soy un servidor de lo imposible”, dice Mateos, un buscador de lo sagrado en la oscuridad del límite (¿de la tinta?), ahí donde tangencia la verdad de la belleza con la belleza de la verdad, escurriéndose siempre, no dejándose atrapar por la mirada ni por una palabras incapaces de decir lo indecible pero, acaso, cuando están cargadas de poesía, sí darnos vislumbres, hermosas muestras impregnadas de fulgor.
Un pensamiento sin máscara, de José Mateos, es una iluminadora selección de aforismos sobre poesía (éditos e inéditos), un tratado imprescindible de un autor fundamental para entender, no solo de qué hablamos cuando hablamos de poesía, sino de qué estamos hablando cuando hablamos de humanidad pues, al cabo, ambas toman su energía de la misma oscura fuente.
Gracias José Mateos por todo lo que nos das con tu obra.
Belleza, claridad y camino bien hecho.
Un abrazo inmenso,
María Tena