El viento de Acorán. Por Salomé Chulvi

Una cita del gran Walt Whitman abre y sella este compromiso en forma de poemario: “Que todo sea como si yo estuviera en realidad a tu lado”. Como hiciera el autor de Hojas de Hierba, Juan Francisco Santana se diluye en el otro para entregarnos su más alta empatía a lo humano.

Brinda su pluma A los que huyen de infiernos: “Creo que a mi ser todo, / le vi braceando, contra el oleaje”. “Me recuerdo sorteando inmundicias / entre podredumbres de maderos”. Y el dolor ajeno le yergue en vocero de los vulnerables: “Después de ver ahogarse / a gemebundas sombras / asumí el compromiso.”

En el poemario Compropoetiéndome, el poeta firma también su alianza con la indagación. Comienza para ello con un breve ensayo sobre Literatura y pensamiento que no sacia su hambre intelectual sino que la despierta: “¡Cuánto hace que espero / la respuesta que no llega/ de los labios de la estrella de los vientos…!”; “Confieso ser aspirante a hierofante /el Ser ansioso de saber /el significado de los pétreos mensajes”.

La idiosincrasia canaria de su verso se enraíza en el ancestral paisaje isleño: “Entre las glaucas plataneras del barranco / en el que encontré el cedro más florido”. “Me susurró, al alba, la marea, / un murmullo de auroras boreales”. Con él nos sumergimos en una atmósfera archipiélaga salpicada de dragos, acebuches, mitos y edén: “Me gusta perderme en piedras triangulares, en playas que me llevan al comienzo”.

Conforma esta obra un regreso a la sencillez del espacio interno, del paisaje como una continuidad dentro afuera, con la confusión en la piel de los cuerpos amantes, y así: “Abandonarme al capricho, ¡a las caricias!, / de las olas que creían ser palmeras”. “Sentí como mis brazos me abrazaban / como tensas ramas de viñátigo y lentisco.”

El otro gran paisaje del poeta de la humildad y la escucha es, sin duda, el silencio. Un silencio sacralizado, paraíso para quien huye de vanidades y egos: “No me siento cómodo, ¡lo sabes!, / por esos mundos travestidos /, ¡tan llenos de llegadas a metas!”. Cuando el silencio se queja, él responde: “Le dije que le escuchaba, / cada instante, atentísimo. Y es que Santana habita en lo profundo: “Cerré los ojos, respiré, / como hace tiempo que no hacía”. Escondido en la piel amante, ¿a qué le teme? ¿De qué huye?

Le intuimos resistiendo el inevitable paso del tiempo: “Abrazo cada instante / mientras disfruto, a mi manera, / de los encantos del camino, / pues a eso aspiro, sin duda…”“Hoy, sí, hoy… ¿o fue ayer?/ ¡cómo se agrieta el tiempo!,/ solo lo hemos recordado.“

O quizás le hallamos buscando nueva luz: “La hormiguilla me anegaba/ y en mi garganta los temblores”.“Haciendo que en mi rostro, / asustado, se posaran, a cientos, / cuervos con alas quebradas.“ La oscuridad, de la que tanto/ había oído hablar, avanzó imparable.”

Sin embargo, el autor sostiene su compromiso: “Intenté escribir un himno solidario/ a todos los seres olvidados de la Tierra”. “Llamaban a mi puerta, en las horas de negrura…/ escuché el sonar de huesos, claramente. / Todo aquello hizo que yo me despertara”. Y ejerce una amarga crítica social: “¡Qué desazón me embarga…! /al ver por los hemiciclos moverse / a analfabetos aprendices de Pericles”.

Símbolos imperecederos como el mar y el viento azotan la lírica de Santana. Solo quien habita una isla en su alma evoca el singular viento del Dios Supremo entre los aborígenes guanches: “Acorán, Acorán, Acorán… / musitaban los barrancos”. “Los hijos paridos por los mares / ofrecieron a la montaña / pisadas labradas en las rocas.”

Buscando la Utopia de reinos como Urartur, integrando elementos mitológicos con guiños a Diderot, Shopenhaer o Espinoza, el poeta interpela a la vida: “Seré, seré, seré / me pregunto / sin escuchar respuestas”. “Me pierdo a conciencia / por caminos que conducen a la Nada,/ en donde los grafemas lucen desordenados/ por quiméricos laberintos.”

Cierra el poemario un breve cuento en que el autor dialoga con su desmemoriada memoria. Pero es en el Poema a solo dos vocales donde la originalidad se torna ingenio de orfebre poeta. Algunos de sus musicales versos concluyen esta reseña:

“Canta la prístina salva/ a las palabras atada, a la i y a la a; a la a y a la i”. “¡Habita, África, a mis islas,/ a mis divinas y cálidas Canarias!/ Traslada a mi raza africana/ hasta las bajas áridas playas”.“Alcaraván…pías y anidas y nadas…/ ¡Mi alma, mi vida, mi mirada!”

Título: Compropoetiéndome

Autor: Juan Francisco Santana

Editorial: Ediciones Idea