‘Retrato Underground’, de Lucy Sante
Retrato Underground
Lucy Sante
Traducción de María Alonso Seisdedos
Libros del K.O.
Madrid, 2022
376 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
En uno de los artículos que se recopilan en esta selección, Lucy Sante (Verviers, Bélgica, 1954) utiliza la expresión “la superstición contemporánea, que se hace pasar por racionalismo”. Socavar los cimientos, cuestionar ese sustrato que damos por supuesto que es la realidad y que es, como consecuencia, el razonamiento razonable, valga la redundancia, y hacerlo con cortesía a la par que con contundencia, es el gran objetivo del proyecto literario de esta autora. Se trata de conectar con el mundo, o de llamar a que se conecte con él. Pero el paso previo será definir qué es el mundo, o al menos el mundo referido a lo que nos afecta. Uno no está en contacto con todo el mundo a la vez, por lo que buena parte de los esfuerzos de Sante son de reconocimiento. El mundo que ella nos presenta, en el que ella vive, es un sincero collage.
Dentro de ese collage está el registro autobiográfico, que se expone de manera que podamos ubicar a quien nos habla: Sante es lo que la construyó y no renuncia a ello. Dentro de ese collage está todo eso que a la derecha religiosa le gustaría borrar de la superficie de la Tierra. Y está toda esa gente, por lo general de origen humilde, que posee poco más que sus emociones. De hecho, definir qué es cultura, igualando en importancia a la popular de la elitista, es parte de su legado. ¿Por qué igualara? Por la sencilla razón de que lo que importa es lo que nos afecta y nos afectan las cosas, los sucesos, las vivencias directas, con las que estamos en contacto de primerísima mano.
En su afán por perseguir el pensamiento divergente, y por intentar practicarlo, Sante ha recurrido a lo que en su generación se consideró más rompedor, desde ciertas drogas a formación poética que da el rock. Y expresa sin cortapisas el magnetismo que siente por los incendios y lo incendiario, desde la música a la fotografía, que parecen ser sus dos mayores pasiones, al margen de lo literario. Nos encontramos, pues, frente a un debate sobre lo marginal, y lo que posee ciertas intenciones apocalípticas, en un ambiente que termina por ser integrado: Sante reconoce lo que somos, a pesar de que se nos intente imponer una idea diferente de lo que se supone que somos, es decir, nos habla sobre la superstición. El cuento que mejor resumiría su punto de partida es la parábola india de los ciegos y el elefante: cada uno de nosotros identifica un animal diferente, pues ninguno somos capaces de percibirlo por entero dadas nuestras limitaciones. Pero podemos ser Pulp a la vez que cultura sofisticada.
Todo esto le da a Sante la motivación para escribir: en su caso es una conjura para poder aclarar conceptos, para poder poner las cosas en su sitio, que no es necesariamente lo mismo que ponerlas en orden. Definir el mundo no es lo mismo que explicarlo. Puede haber un deseo de orden, es cierto, porque Sante trabaja sobre todo con los estímulos, que son muchos y dispares. Pero su decisión vital es la de ser testigo. Y esa decisión supone intervenir manteniéndose al margen. Al fin y al cabo, el orden que quisiéramos imponer no es considerado orden por todos los demás, y en Sante se impone, eso sí, el respeto. Aunque exista una cierta ambición por ser maldita, esa pertenece al ámbito de la confesión más que al del cinismo. En realidad, escruta más dentro de las ambiciones que muestra la propia. En realidad, nos ubica en un lugar desde el que contemplar el mundo, o el mundo alrededor de la propia Sante, con el que comulgamos mucho, en el que todo puede tener el mismo valor, pues lo que supone mayor peso en la construcción de la realidad es nuestra verdad, y no la superstición colectiva.