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Teatro en el cine con Bacall, Bogart y E. G. Robinson en «Cayo Largo», tortuoso encierro bajo un huracán

Por Horacio Otheguy Riveira

Una obra de teatro de 1939 es llevada al cine en 1948 dirigida por John Huston y cosecha éxitos allá donde se presente. La obra original del prolífico Maxwell Anderson (1888-1959) rara vez se representa, pero la película sigue sorprendiendo década tras década, salvada de la quema por algún remake que se intentó sin suerte, y cautivando por doquier, así que pasen los años: por su encierro con alta tensión, cine puro por mucho teatro que aparente; interpretaciones y diálogos estupendos con dos protagonistas de tanto peso como el malvado mafioso de Edward G. Robinson y el cínico que acaba siempre siendo justiciero Humphrey Bogart, y un coro de secundarios encabezados por dos mujeres fascinantes, una mala y otra buena, como acostumbraba el cine de la época, pero cada una con su dosis de sorpresas: Claire Trevor y Lauren Bacall. Acompaña un grande del teatro, ya muy enfermo, Lionel Barrymore, actor y personaje en silla de ruedas.

La acción tiene lugar en el islote Cayo Largo, el mayor del archipiélago coralífero, de más de 1.700 islotes, llamado Cayos de Florida (Florida Keys). El ex mayor Frank McCloud (Bogart), licenciado del ejército tras la finalización de la IIGM y sin familia, llega a Cayo Largo con el propósito de visitar al padre, James Temple (Barrymore), y a la viuda, Nora (Bacall), de George Temple, uno de sus compañeros de armas, amigo y subordinado en la campaña de Italia, muerto en combate durante la durísima batalla de Montecasino (17/I a 19/V de 1944). El padre es propietario del Hotel Largo, que Frank encuentra tomado y secuestrado por una pandilla de gánsteres liderada por Johnny Rocco (Robinson), famoso por su bandidaje durante los años de la Prohibición. Frank es un hombre generoso e idealista, pero cansado, decepcionado, desilusionado, solitario y sin ganas de luchar.

James, postrado en silla de ruedas a causa de una artritis severa, como la que afectaba entonces al actor que lo interpretaba, es combativo y temerario.

Johnny se propone huir a Cuba —donde bajo la dictadura de Batista prolifera la corrupción—. Es un tipo cruel con aquellos que domina, astuto como un viejo zorro, pero con una debilidad: se regocija en su poder con el mismo ímpetu con el que se acobarda ante la potencia del huracán.

El guion fue aderezado con toques de Hemingway en su novela, también llevada al cine pocos años antes, Tener y no tener, para mayor lucimiento de estos carismáticos intérpretes, pareja renombrada fuera del set.
El personaje estelar es este gánster feroz a cargo de un actor extraordinariamente dúctil, que supo brillar en toda clase de papeles, como en el hombre ingenuo de La mujer del cuadro, el cínico productor de Dos semanas en otra ciudad o el angelical anciano que se entrega a la muerte dulcificada en Soylent Green. Enorme filmografía desde películas mudas en 1916.
Claire Trevor, completa actriz de cine y teatro, pero poco favorecida por la fama, triunfó en esta película por la que recibió el Oscar a la mejor actriz de reparto en el tortuoso papel de la mujer del temible mafioso, que se abraza al whisky como único escape a su existencia.

El film suma cine negro, drama, thriller, crimen, suspense, enfermedad y mafia. La narración es tensa y en ella tienen gran importancia los diálogos y una creciente expresividad corporal, ya que gran parte de las situaciones dramáticas se explican mediante miradas, gestos, movimientos corporales sensuales o violentos. Los pistoleros no se andan con sutilezas. Son desconsiderados, agresivos, cínicos y sanguinarios. Pero en todos hay aportes psicológicos que los tornan interesantes, más allá de los cliché de la época.

Andy García en una de las últimas versiones teatrales, en el año 2019, en una muy festejada composición en el mismo papel que en cine bordara Edward G. Robinson.

Hoy, a la manera de Cayo Largo: EL SASTRE DE LA MAFIA (THE OUTFIT)

Una realización de Graham Moore con guion propio en colaboración con el también actor Johnathan McClain, estrenada en 2022 con protagonismo de Mark Rylance, se trata de una película que transcurre íntegramente en interiores sin basarse en una novela ni en una obra de teatro, pero que recuerda en su logrado dramatismo lo mejor de Cayo Largo, superándola con elementos de riqueza narrativa y escénica del cine de hoy, setenta y cuatro años después.

Muy recomendable cine negro donde se potencian los detalles visuales de un modo muy brillante, desde las manos del sastre trabajando con su tela en la fabricación de una chaqueta muy significativa hacia el final de la historia: sus manos, sus miradas, su porte británico en un ambiente de forajidos de chicago impone un estilo a todo el campo audiovisual sumamente interesante. Tiene un eficaz desenlace y un epílogo aún mejor.

 

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