Óscar M. Prieto: ” ‘Y por esto el príncipe no reinó’ habla de cómo el poder somete y esclaviza”
PILAR M. MANZANARES.
Óscar M. Prieto comparte con Francisco de Quevedo el día de su nacimiento (14 de septiembre) y también su pasión por la escritura. Con seis obras en el mercado, ahora llega la séptima, el número de la suerte dicen algunos. Y por esto el príncipe no reinó es su nuevo paso en este arduo camino de la literatura, aquel que lleva andado desde hace tiempo con paso firme. Esta es la historia de un rey que conoce todos los secretos del poder. De su hijo, que quiso gobernar contra su padre y de un príncipe que no llegó a reinar. Nadie mejor que su autor para desvelar cada uno de sus detalles.
- Este libro surge de la idea…
Más que surgir, me encontré con ella. Lo normal hubiera sido que me hubiera pasado desapercibida, porque aguardaba paciente y con letra pequeña en una nota a pie de página de un ensayo de Historia, pero, por suerte, sigo el consejo de Ortega y Gasset e intento ir por el mundo con los ojos abiertos como platos. Sí, en una nota a pie de página me encontré con el pequeño Atanagildo, pequeño príncipe, hijo de Hermenegildo y nieto de Leovigildo, que nació en guerra, que quedó huérfano de padre por vencido y degollado, que su madre murió en mitad del mar y que él terminó siendo rehén del emperador Mauricio en Constantinopla. Nuca más se supo de él, desapareció de la Historia.
Me impactó su historia. Siendo un niño pagó por lo que hicieron sus mayores. Siendo tan frágil, sin embargo, fue una pieza valiosa en el tablero geopolítico de la Europa del siglo VI. Todos lo querían en su poder, pero ninguno quería su bien. Lo dejé todo y me lancé a contar su historia para que no fuera un simple nota a pie de página.
¿Qué caracteriza a esta novela? ¿Por qué crees que el lector se enganchará a ella?
La novela parte de unos hechos históricos: la rebelión de Hermenegildo contra su padre Leovigildo y el conflicto religioso entre católicos y arrianos. Estos hechos son interpretados a través de relatos mitológicos clásicos, que el esclavo, tutor, del niño, le cuenta con la intención de que comprenda el mundo que le espera fuera del palacio y el por qué de su situación. Todo ello da pie a reflexionar sobre el poder, la ambición, el destino, la libertad, en definitiva, la condición humana. Creo que el momento histórico en el que transcurre la novela es más apasionante que las series de moda como “Juego de tronos”, “Vikingos”, etc. Hay momentos en la novela en los que la relación entre el padre, Leovigildo y sus dos hijos, Hermenegildo y Recaredo, te traen a la memoria a Don Vito Corleone y a los dos hermanos, Santino y Michael. Los personajes son fascinantes y existieron. Conocerlos, acercarnos a ellos, para mí ha sido un placer y espero que también lo sea para los lectores. Por otro lado, ¿a quien no le gusta que le cuenten mitos sobre dioses y héroes?
- De nuevo, la historia hace acto de presencia en un libro tuyo ¿Ha sido ardua la tarea de investigar?
En mi opinión, aparece la Historia, afectivamente, parto de la Historia, de unos sucesos contados con el mayor rigor. Investigar no ha sido arduo, al contrario, ha sido una aventura. Encontrar, por ejemplo, unas cartas que la abuela del pequeño Atanagildo, Brunequilda, reina franca, le escribió, fue un momento emocionante. Lo que verdaderamente me ha exigido, lo que ha supuesto un auténtico reto y por ello también una satisfacción ha sido relatar ese momento decisivo de la Historia de España y encontrar la manera para que cualquier lector pueda acercarse a él y comprenderlo sin requisitos previos. No hace falta saber de Leovigildo para leer esta novela, ni de los arrianos, pero, quien la lea, creo que disfrutará sabiendo algo más del descomunal personaje que fue Leovigildo, de una inteligencia política extraordinaria y a quien, sin duda, Maquiavelo hubiera admirado.
- También vemos relatos basados en mitos ¿Cómo te llevas con la mitología?
Los mitos llegan a ser mitos precisamente porque sus palabras atesoran sentido, son una forma de aprehender el mundo y lo que nos sucede, la vida y también la muerte. Al inicio de la novela, hago un brevísimo recorrido de cómo y por qué se llega al mito. Si me permites, te transcribo uno de los párrafos: “El cuento que alumbró el poeta en su imaginación se irá repitiendo de hoguera en hoguera, cada noche estrellada, de clan en clan, lo harán suyo otros poetas, lo aprenderán los hombres, lo trasmitirán por generaciones. Es así como un cuento se convierte en mito. Los seres humanos necesitan de mitos. Los dioses también. Hay quien osa afirmar que los mismos dioses no son más que mitos creados por los hombres. Animales, flores y montañas pueden vivir sin ellos, igual que los ríos”. En mis novelas siempre hay un mito que alienta, que inspira. Todo sobre lo que se puede escribir ya está en los mitos. Hay rincones a los que la ciencia no llega, pero el mito ilumina. “Las metamorfosis” de Ovidio es el libro que más compañía me ha hecho. Así que, respondiendo a tu pregunta, me llevo bien con la mitología, de algún modo, la necesito, como un hijo necesita que le cuente cuentos su padre.
- A pesar de que la novela parte de unos hechos reales, la novela no es histórica como tal…¿Cuál es la función principal de este libro?
Quisiera aclarar que yo no considero que sea una novela histórica, de género, lo que se entiende por ello. Ni describo los platos que comen en los banquetes ni doy todo detalle de los vestidos que llevan. Me interesaban los hechos, lo sucedido y en ellos me he centrado. No sé a qué te refieres con “la función” de este libro. No es un libro funcional, ni un manual de instrucciones. Yo he escrito el libro que he querido, sin concesiones y he disfrutado y aprendido escribiéndolo. Sin más pretensiones, con honestidad y sin fraude. Luego, cada lector hará el libro suyo. A algunos les despertará la curiosidad por conocer más esta época, a otros les invitará a pensar y también, seguro, a más de uno les parecerá un tostón. Y ya, francamente, la función principal para mí sería forrarme y retirarme a cultivar mi huerto.
- Y por esto ‘Y por esto el príncipe no reinó’ es un viaje por los recovecos del ser humano ¿Compartimos pasiones y anhelos las personas de hoy en día con nuestros antepasados?
¡Por supuesto! No es que compartamos, es que somos iguales. En nada nos diferenciamos de los que escuchaban a los aedos griegos cantar la Odisea. Mira, te voy a dar una prueba irrefutable de que es así. Sólo tienes que leer “El remedio de amor” de Ovidio. Te darás cuenta de que hace dos mil años sentían los mismos miedos, tenían los mismos deseos, se engañaban con las mismas esperanzas y odiaban con igual absurdo. Quizás no tenían móviles ni vídeo llamadas, pero necesitaban la conversación, la compañía, el consuelo, igual que nosotros. Y, obviamente, estaban igual de perdidos ante el misterio de la vida.
- ¿En qué aspectos la historia de este libro podría trasladarse al presente?
Por un lado, como ya he comentado, el mito es mito porque es válido para todo tiempo y lugar, es esencia, son las mismas preguntas las de hace cuatro mil años que las de hora. Por otra parte, la historia de poder que relato, la naturaleza del poder, sus resortes, sus oscuridades, en nada han cambiado y es lo mismo en Leovigildo que en Putin. “La historia de la guerra del Peloponeso”, escrito por Tucídides en el siglo V adC., fue libro de cabecera del Emperador Carlos V y de Churchill porque consideraban valiosas las lecciones que contenía, porque facilitaban la comprensión del presente. Creo que “Y por esto el príncipe no reinó” es un libro actual por sus reflexiones sobre el poder, hasta qué punto somete, esclaviza, creo que es actual porque plantea la cuestión de, si pese a todo, queda espacio para la libertad personal, para la decisión moral, para la rebeldía.
- ¿Qué sentimiento nos mueve más a la hora de salir adelante como persona? La bondad, la ambición…
Me gustaría seguir creyendo lo que creía Dante, que el amor mueve el sol y las estrellas. Pero observo que educamos para la ambición, para el triunfo, para ser más. Es un error, un gran error. El mundo sería más un lugar más amable si a nuestros hijos, en lugar de aprender a competir, les enseñáramos a ser generosos. Hoy parece que es mejor ser astuto que justo, cínico que honesto, mentir ni siquiera ruboriza y a los buenos muchas veces los toman por tontos. Por fortuna, eso a la bondad no le importa. Y yo creo en las buenas personas. Serán ellas quienes salven el mundo.
- ¿Sirve este libro para hacer autocrítica sobre la condición humana?
Más que autocrítica, quizás sí, la lectura sosegada de este libro pueda invitar a la reflexión o enfrentarnos a nuestras contradicciones.
- Y por último ¿Cuáles fueron tus sensaciones cuando escribías este libro y cuáles esperas que sean las del lector.
Escribir un libro, para mí, es un proceso de años, así que tengo todo el arcoíris de sensaciones, desde la frustración hasta la euforia. Con “Y por esto el príncipe no reinó”, siempre hubo como una corriente subterránea, que me animaba, que me impedía el abandono. Con cada pasaje que creía imposible de resolver, incapaz, una vocecita me decía: Sigue. No te rindas. Y seguía y aprendía y era capaz. Es un libro con el que he aprendido, ya lo he dicho antes. Un libro que me ha exigido todo y en el que he puesto todo aquello con lo que he perdido el tiempo a lo largo de mi vida: la Filosofía, el Derecho, la Historia, pero también la vida cotidiana, la mirada, los años, lo vivido. Y este esfuerzo que digo me ha dado satisfacción. Para mí es el mejor libro que he escrito. Del lector espero que tampoco se rinda.
Como dicen los versos de Salinas: “Si ves muros de agua, anchos fosos de aire, setos de piedra o tiempo, guardia de voces, pasa”. Espero que siga leyendo. Es un libro exigente. Yo no hago deporte, pero he oído decir, que el esfuerzo que supone es compensado de sobra por el placer que te da. Eso deseo. Ojalá, que el lector, al llegar al final, diga: ha merecido la pena.