«Algo tendrá que ver el cine», Ezequías Blanco
Por Pedro García Cueto.
La editorial Los libros del Mississippi que dirige Antonio Benicio Huerga nos sorprende con un estupendo libro del novelista, poeta y profesor Ezequías Blanco, quien dirigió con mano maestra durante muchos años la excelente revista Cuadernos del Matemático.
Son muchos los libros que ha escrito Ezequías, como maestro en la poesía, nos deslumbra con Algo tendrá que ver el cine, un libro lleno de hondura existencial, donde el poeta desnuda sus verdades, abre el espacio del pensamiento, pero sin olvidar el de los afectos, tan unidos en este poeta tan generoso siempre.
Como muy bien dice, José Luis Morales en un acertado y clarificador prólogo, todas las caras de Ezequías están presentes, porque teje Ezequías un libro que es un orfebre, un libro delicado y esmerado como un tapiz:
En todo caso, Algo tendrá que ver el cine resulta, como se ve, un libro prismático en el que cada una de las caras de Ezequías Blanco tiene su reflejo y el lector puede disfrutarlas todas o conocerlas todas si es su primer encuentro con el poeta.
Dedicado a la memoria de sus padres, porque de ellos aprendió que la ausencia no es el olvido, el libro contiene poemas de un hombre que sabe que la vida es un espacio de comunicación, una ventana que contiene alegrías, pero también fracasos y que somos frágiles en nuestro paso por el mundo. En el poema «Compás de espera», nos dice:
No tiene fin este camino.
Cada uno de mis pasos a la muerte
le lleva la contraria.
Dejar el disfraz en esta roca
donde va y viene el mar
donde la mar va y viene y se retira.
El mar como la existencia, como esa luz que nos ilumina en el otoño de nuestros días, como ese vaivén que es la vida cuando pasa hacia nosotros y nos deja, con la ilusión perdida del tiempo transcurrido.
El libro contiene también mucha querencia familiar, como si sus seres queridos siguiesen presentes como un eco que lleva luz para siempre. En el poema «Visita a la casa familiar abandonada» leemos: «El abismo sigue ahí / y nos observa de continuo / mientras el aire arrastra libertad / en las semillas y en los frutos».
Y escribe un poema donde aparecen restos de cal en las paredes, maderas combadas, caballos que cabalgan. Todo es espejismo, pero todo es luz que esplende en la mirada del poeta que no olvida su pasado y a sus seres queridos. Como La casa encendida de Luis Rosales, Ezequías Blanco resucita así al tiempo, a su paso y a sus fantasmas.
Y el bellísimo poema «La luz» dedicado a un poeta transparente que derrochó generosidad y belleza, Jesús Hilario Tundidor, nos estremece:
La luz llegó una vez desde occidente
a injertar palabras en los árboles.
Y no se hartó de engendrar esperanza
de morirse por dentro
de arder como la piedra
de cuyas llamas mana el agua.
Porque la luz era Hilario Tundidor, manos abrazadas al otro, casi sin conocerlo, como hizo conmigo una vez. En el poeta vivía la entrega, el afecto, el amor sin condiciones.
Ezequías sabe quién es generoso, quién abre como una granada su corazón, quién palpita en cada instante y en cada palabra dada y lo deja claro en este libro hondo y verdadero. Y aunque haya nostalgia, nos aconseja el poeta que llevemos a cabo el Carpe diem, porque sabe que la vida es instante, que la dicha es un regalo efímero que nos toca de vez en cuando:
Vete a coger este momento al vuelo.
Y a ser posible todos los momentos
de la vida. No quieras saber nada
del pasado. No quieras recordar
ni desear ni lamentarte
ni esperar ni arrepentirte por nada.
Somos solo viento fugaz que el tiempo ha de borrar y Ezequías Blanco nos invita a vivir el presente, con el sentimiento de no pertenecer a nada que no sea el instante vivido, con la certeza de nuestro acabamiento, pero con la ilusión de un renacer en las cosas hermosas de la vida.
Cuando uno termina de leer Algo tendrá que ver el cine, con varias partes, que tienen todas ellas, una temática común, que es el amor por la vida, uno sabe que ese “algo tendrá que ver el cine” es también un canto de amor a la vida, porque el cine fabrica sueños, pero la vida también. La existencia, como un mar de olas que nos empuja a mirar el firmamento y sentirnos dichosos, es motivo suficiente para celebrar lo vivido. Así lo dijo en un poema Félix Grande y así nos lo dice un poeta grande, porque sus versos nos traspasan con la emoción y la verdad que llevan dentro.
ALGO TENDRÁ QUE VER EL CINE
EZEQUÍAS BLANCO
LOS LIBROS DEL MISSISSIPPI
2022