«West Side Story» Vs. «West Side Story»
Por Gerardo Gonzalo.
Hace unos meses se estrenó la nueva versión de West Side Story realizada por Steven Spielberg, justo 60 años después de la mítica versión cinematográfica de Robert Wise y Jerome Robins y que a su vez adapta la versión teatral estrenada en 1957. La película de 1961, es sin lugar a dudas un hito en la historia del cine. El soporte de la excepcional música de Leonard Bernstein y esa base de la tragedia de Shakespeare que es Romeo y Julieta, en la que se sustenta la trama, convirtieron a este film en una obra definitiva dentro de la historia del cine.
Hace ya bastantes años que vi la película de Wise y Robbins y aún recuerdo la gran impresión que me causó. Me pareció un film diferente, un musical en el que todas las canciones y todas las coreografías eran buenas, emocionantes y sustanciales en el transcurso de la trama. Pero sobre todo me provocó un impacto imborrable su fondo de tragedia y su final desolador. Algo que refrendo muchos años después, tras volver a verla, y a lo que añado su fuerza visual, casi vanguardista, diferente, nada obvia aún hoy en día, con algunos planos, perspectivas y posiciones de cámara asombrosos.
Tras esta revisión, me adentro en la versión de Spielberg. Ya advierto de antemano, que como persona nacida en los 70, he crecido viendo sus películas, y le tengo en una consideración tan alta, como un costalero se lo tiene a la virgen que porta. Además, es el director de mi película favorita de todos los tiempos (ya contaré en otro artículo cuál es). Con lo cual, mi referencia cinéfila y sentimental está ligada a este hombre y de ahí que me interese todo lo que proponga, aunque a veces su propuesta pueda suscitarme alguna duda…..como en este caso.
Me sorprendió, y en cierto modo también me defraudó, el anuncio de este proyecto. En general, no me gustan los remakes ni las nuevas versiones de cine clásico, me parece que es como “hacer trampa”. Menos aún, lo entiendo cuando lo que se versiona es una obra incontestable, clásica, icónica, una obra maestra reconocida y rotunda que, además como en este caso, no soporta la eventual excusa de darle una nueva oportunidad a una historia que no pudo ser convenientemente filmada o contada y que ahora la ausencia de censura o los mayores medios técnicos pueden mejorar.
Spielberg, en sus declaraciones alude a dos razonamientos o motivaciones a la hora de enfrentarse con este proyecto. Por un lado esgrime un componente sentimental, el del impacto que en su juventud le causó la música, el libreto teatral y la posterior película, y el empeño que tuvo siempre en dar a conocer esa historia a las generaciones posteriores. Ahí poco puedo decir, es un anhelo sentimental, una ilusión que tiene desde joven, y que puede permitirse. Pero querido Steven, la obra que pretendes rememorar, es ya perfecta, es mítica y está al alcance de cualquiera que quiera verla, su música es la que es, y su coreografía no está entre las cosas que se pueden mejorar técnicamente en la actualidad, con lo cual, por ahí no puedo comprar tu discurso.
El otro motivo, y este es sobre el que sustentaba mi interés, es el hecho de querer llevar a la pantalla, no ya el remake de la película de 1961, sino el libreto, la obra de teatro en sí misma. Y claro, ahí es donde me apoyé para justificar preventivamente su proyecto. Yo no conocía lo estrenado en 1957 en el teatro, ni he leído la obra, y aunque sí he visto versiones teatrales, siempre he considerado la posibilidad de que la larga sombra de la excelsa versión cinematográfica, haya influido sobre las relecturas y representaciones posteriores de la obra. De ahí, que sin ver grandes diferencias narrativas entre lo fílmico y lo teatral, nunca descarté que realmente las hubiera respecto al manuscrito original. Pero lamentablemente, tras ver la película, tampoco puedo sustentar este segundo argumento de Spielberg. La historia es casi igual que la del film original, apenas algunos matices en los que uno no repararía salvo que se vean ambas, como ha sido mi caso, en un lapso de 24 horas, que si no, ni cuenta me habría dado de esas mínimas diferencias. La nueva versión no aporta nada sustancial desde el punto de vista argumental.
Con lo cual, a partir de ahí podemos solo hablar de esos matices y pequeñas decisiones que diferencian una cinta y otra. Como la presencia del idioma castellano, que parece mayor en la versión de Spielberg, lo cual acompasa mejor en los tiempos actuales. O mi impresión de que las partes de peleas están menos coreografiadas en la versión actual, lo cual también es un acierto, ya que un exceso de baile en una lucha puede quitar dramatismo al momento. Pero poco más puedo decir en su favor.
El tono general que emplea Spielberg, me da la sensación que es de mayor ligereza, lo que resta algo de peso a la tragedia y al destino dramático de sus protagonistas, que es lo que más me impactó cuando vi la versión de 1961. Algo a lo que tampoco ayuda un excesivo colorido y unos acentuados tonos pastel, que contrastan con la desnudez y sobriedad por la que en muchos momentos transitaba la versión antigua, más acompasada estéticamente, en mi opinión, con la tragedia que narra.
Sobre el reparto, las mismas dudas, o más, que el reparto original. Es cierto que en la versión de 1957, salvo Natalie Wood que ya era una estrella, del resto de intérpretes se nos desvanecen sus rostros, y sus carreras apenas han pasado de ser discretas. No sé lo que ocurrirá con los actores participantes de la versión actual. Creo que los papeles femeninos soportan bien la comparación, pero los masculinos de la versión actual, especialmente los que encarnan a los dos protagonistas de los Jets, Mike Faist como Riff y el Tony que interpreta Ansel Elgort, un actor muy interesante, pero que no me parece apropiado para este papel, no resultan en modo alguno convincentes.
Por último, sin parecerme mal el rol que se le da a Rita Moreno, en un homenaje justo y que hace entroncar esta cinta con la del 61, creo que su protagonismo en el tema Somewhere, para mí un momento clave de la película, priva al film de uno de sus instantes más emotivos e intensos, que en mi opinión deberían de protagonizar en exclusiva los dos enamorados, María y Tony y no una especie de narradora, como aquí decide Spielberg.
Con lo cual, valorando el trabajo de Spielberg, como siempre excelso en lo técnico, con una cámara que parece volar entre los personajes y unas escenas llenas de espectacularidad visual y perfectas en su ejecución, no puedo entender una revisión que no aporta nada, porque nada sustancial completa a la historia original, y que no mejora nada, porque la película que evoca, es un mito incontestable e insuperable del cine.
Por tanto, querido Steven, ¿Por qué?, a que tanto esfuerzo para hacer algo a la altura de una obra sublime que ya está levantada. Ojala tu talento se dirija a empresas nuevas y transite caminos inexplorados como tantas veces has hecho. Es como si el mejor arquitecto contemporáneo gastase su conocimiento, tiempo y dinero en reproducir la Catedral de Burgos. No es necesario, ya está hecha y lo que haga no la va a mejorar porque se está limitando a reproducirla. Mejor sorpréndenos con algo nuevo, algo que no hayamos visto, algo único, algo original. Steven, una y no más.